José Antonio Kast es el nuevo presidente de Chile. Con alrededor de 60% de los votos, que representan más de 7.6 millones de sufragios, su elección marca un hito histórico en la vida política de ese país, por ser la más abultada obtenida por cualquier candidato en los últimos 30 años. El dato, por sí solo, obliga a una lectura más profunda que la simple versión ideológica que se ha construido desde el exterior.
Indudablemente, la elección de Kast ha generado diversas interpretaciones en el ámbito internacional. Ante su pasado abiertamente pinochetista y ultraconservador, la preocupación más significativa es la de la izquierda global. Para muchos observadores, resulta inaudito que, un país que desde su regreso a la democracia en 1990 ha optado mayoritariamente por gobiernos de centroizquierda, hoy haya dado un giro tan feroz hacia la derecha.
Sin embargo, esta lectura ideológica de la votación chilena me parece en gran medida errónea. La ciudadanía chilena no emitió su voto en función de un retorno nostálgico a los años de la dictadura, sino respondiendo a preocupaciones concretas, vinculadas a su calidad de vida cotidiana. La realidad indica que el electorado puso por delante sus necesidades prácticas, antes que un posicionamiento doctrinario abstracto.
La explicación reside sin duda en el campo del actual presidente Gabriel Boric: un mandatario que ha actuado más como un joven filósofo en visión que como un líder efectivo en acción. Durante su gobierno, el foco principal de la agenda pública fue su inexplicable obsesión con una reforma constitucional, proyecto que fracasó en dos ocasiones por falta de consenso social. Mientras tanto, la sensación de inseguridad aumentó considerablemente. Aun cuando Chile sigue siendo uno de los países más seguros del continente, la percepción de inseguridad alcanzó niveles récord, con cerca de 91% de los ciudadanos manifestando preocupación por la delincuencia.
Paralelamente, la población empezó a rechazar la creciente ola de inmigración, mayoritariamente venezolana y en buena medida irregular. Durante el mandato de Boric, los venezolanos superaron el millón de personas en un país de poco más de 18 millones de habitantes. Migración e inseguridad se entrelazaron entonces en el discurso público y terminaron siendo un eje central de la narrativa que movió la preocupación ciudadana.
Así, la elección chilena no fue primordialmente ideológica, sino pragmática. Chile no decidió abrazar doctrinas, sino buscar eficacia. Por lo mismo, ahora el reto para Kast es mucho mayor, pues deberá gobernar bajo esa misma lógica: resultados por encima de dogmas, o la desilusión llegará pronto; más pronto de lo que piensa. Es la reflexión doctrinal de tu Sala de Consejo semanal.