Más de 1,100 personas, incluyendo a Elon Musk y Steve Wozniak, de Apple, firmaron hace poco más de dos semanas una carta abierta que llama a "todos los laboratorios de Inteligencia Artificial (IA) a detener al menos por 6 meses el entrenamiento de sistemas de IA más poderosos que GPT-4".
Textualmente: “Los sistemas de IA contemporáneos están empezando a competir con los humanos… ¿Deberíamos permitir que las máquinas inunden nuestros canales de información con propaganda y mentiras? ¿Deberíamos automatizar todos los trabajos, incluyendo los satisfactorios? ¿Deberíamos desarrollar mentes no humanas que eventualmente podrían superarnos en número, inteligencia, obsolescencia y reemplazo? Tales decisiones no deben ser delegadas a líderes tecnológicos no elegidos”. La carta argumenta además que hay “una carrera fuera de control para desarrollar y desplegar mentes digitales cada vez más poderosas que nadie -ni siquiera sus creadores- puede entender, predecir o controlar de manera confiable." La pregunta obvia es entonces ¿qué tan confiables son los signatarios de la carta?
Lo cierto es que entre ellos existe un denominador común: están fuera del grupo de empresas que está desarrollando la última generación de IA. Su llamado literalmente es a detener toda investigación en la que ellos no participen. Claramente lo suyo no es el bien, sino los millones de dólares que pueden perder. “Pero Elon Musk y Microsoft invirtieron en Chat GPT”, espetarán algunos. Es cierto, pero la carta pide que se detengan los sistemas “más avanzados” que Chat GPT. O sea, la competencia.
Desenmascarar esta trampa burda por supuesto no significa que no debamos reflexionar a fondo sobre las posibles consecuencias de la IA y regular algunas de sus partes. Efectivamente, hay mucho en juego. Pero de ahí a obedecer a un grupo de empresas ambiciosas, apoyadas por académicos temerosos o pagados, hay un abismo. Lo que piden equivale a solicitar que una carrera se detenga porque yo voy en último lugar y no estoy seguro de qué tan decente es el ganador. La carta no es ni ética ni moral ni bondadosa, empezando porque ni Elon Musk ni ningún firmante es ético, moral o bondadoso. Todas son personas en peligro de perder su posición privilegiada por falta de visión e inversión y ahora quieren recuperarse como sea, incluso si eso incluye actuar como si fueran buenos.
Regular la innovación es como decidir matar una araña: quizá es auténticamente nociva, quizá sin ser nociva sólo nos da miedo o quizá estamos escuchando a un mosquito: un supuesto experto que en su beneficio busca que la araña no se lo coma. Confundir entre estas opciones es una treta conocida de quienes quieren controlarnos y saben hacerlo. Resistamos. Esta es la opinión legal de tu Sala de Consejo semanal.