Política

La hora de Dios

El cálculo político tuvo doble intención. Por un lado, cumplía el capricho de un segmento amplio de la población que, en encuestas, “pensaba” que el horario de verano no servía para mucho. Es decir, la decisión de eliminarlo sería popular con 65% de la población. Por otro lado, cumplía un capricho individual: el del presidente López Obrador que, como buen ser diurno, compartía con 50% de la población el deseo de que se acabaran los soles de las 9 de la noche. “Volveremos a la hora de Dios”, dijo el entonces Secretario de Gobernación, Adán Augusto López, al enviar el decreto al Congreso de la Unión. Dios siendo, para él y por supuesto, el presidente, porque sobra decir que el otro Dios tiene horarios.

Poco calcularon los que “pensaban” que el horario de verano no servía para nada y los  mexicanos matutinos que, ante la falta de una infraestructura eléctrica óptima en México, el horario sí servía para algo: para ahorrar energía en meses en los que por nuestros cálidos veranos la climatización de casas y comercios absorbe grandes volúmenes eléctricos.

Para ponerlo de manera sencilla: el horario de verano extendía las horas de luz natural, con lo cual el tiempo que pasaban prendidos al mismo tiempo los focos y los climas era mucho menor. Calculado por el propio gobierno, el ahorro era de 537 gigavatios/hora por año. Asumiendo que un foco de 10 vatios consume 0.01 kWh en una hora, esta cantidad de energía podría encender aproximadamente 53.7 billones de focos durante una hora. Para entender el número, agrega 12 ceros a la derecha del 7.

En corta retrospectiva, fue un grave error cancelar el horario de verano, especialmente ante el panorama actual en que la demanda de energía durante los meses de calor ha generado insuficiencias reiteradas, llevando a interrupciones en el servicio eléctrico en Nuevo León, Quintana Roo, Tabasco, Durango, Tamaulipas, Jalisco y Ciudad de México. Con los datos técnicos descartados en favor de la popularidad, se han provocado problemas que podrían haberse evitado con un enfoque equilibrado y objetivo.

El problema añadido que este desastre destapa es el riesgo inherente de gobernar con base en encuestas y caprichos. Ciertamente, el poder público tiene la obligación de escuchar a la población y la facultad de imprimir estilos personales a su gestión, pero esto debe encontrarse en algún punto con la realidad, para no caer en el absurdo de "pensar" lo que no es cierto o decidir a partir de deseos individualísimos del jefe.

Quizá me equivoco, pero yo prefiero que sobre el sol y no que falte la luz. Después de todo, parece que "la hora de Dios" no era tan exacta como creía Adán Augusto. Y es que, como bien reza el dicho, eso sucede cuando “quien no conoce a Dios, a cualquier santo se arrima.” Es la crítica estival de tu Sala de Consejo semanal.


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Arnulfo Valdivia Machuca
  • Arnulfo Valdivia Machuca
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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