Europa ha comenzado a rearmarse. Lo hace no con ligereza, sino con la convicción de que el mundo que conocía está cambiando rápidamente. La reciente decisión de varios países europeos de incrementar significativamente su gasto en defensa, en el seno de la OTAN, marca un cambio profundo en la arquitectura de seguridad del continente. Este viraje responde a dos factores clave: el ascenso de gobiernos conservadores con posturas más firmes frente a Rusia y la cada vez más evidente retirada parcial de Estados Unidos como garante de la seguridad europea.
Los anuncios de aumentos sustanciales en los presupuestos de defensa por parte de Alemania, Polonia, Italia, los países bálticos y el Reino Unido reflejan este nuevo clima geopolítico. Este rearme europeo ha sido justificado oficialmente por la persistente amenaza rusa, acentuada por la guerra en Ucrania, pero también por el creciente escepticismo hacia la continuidad del compromiso estadounidense con la defensa europea.
Este contexto ha transformado la lógica de compartir las cargas dentro de la OTAN. Antes, Estados Unidos llevaba la mayor parte del peso militar de la Alianza Atlántica, mientras que muchos países europeos no cumplían ni siquiera con el umbral del 2% del PIB en defensa. Hoy, esa dinámica está cambiando. El Reino Unido, por ejemplo, se ha comprometido a elevar su gasto al 2.5% del PIB y ha intensificado su cooperación militar bilateral con países del este de Europa, como Polonia y Estonia, fuera de los esquemas tradicionales de la OTAN. Otros países están llamando a que todos los miembros de la OTAN incrementen su gasto militar al 5% de su PIB.
Este no es un tema que se limite a presupuestos. El nuevo impulso militar europeo coincide con el auge de gobiernos conservadores y de derecha nacionalista en el continente. En países como Italia, Países Bajos, Finlandia o Suecia, y con la creciente presión de partidos como Agrupación Nacional en Francia o Alternativa para Alemania, se ha consolidado una visión que enfatiza la soberanía nacional, la disuasión militar y la necesidad de un liderazgo europeo menos dependiente de Washington.
Así, la OTAN está mutando. De una alianza centrada en la hegemonía transatlántica de Estados Unidos, está pasando a ser una plataforma en la que Europa intenta recuperar la iniciativa estratégica. Las recientes maniobras militares en el Báltico, el despliegue permanente de tropas aliadas en Polonia y Rumania, así como la integración acelerada de Suecia y Finlandia, lo demuestran. Esta es una Europa que, por primera vez desde la Guerra Fría, empieza a armarse no sólo con miedo, sino también con intención. Y es un fenómeno que debemos seguir cercanamente, pues así iniciaron las dos guerras mundiales. Es la opinión marcial de tu Sala de Consejo semanal.