Política

Diplomañas

La diplomacia, en su esencia más pura, se ha entendido históricamente como el arte de negociar de manera que, aunque no se exija una neutralidad absoluta de los involucrados, sí se demanda una imparcialidad y elegancia ante los asuntos internos del país anfitrión. Este equilibrio permite al diplomático extranjero mantener una postura respetuosa sin renunciar a sus propias opiniones, pero asegurando que estas no interfieran de manera directa en la política interna del país en el que reside. Es un juego de equilibrio donde la sutileza y el respeto por la soberanía nacional son fundamentales.

En el México de hoy, este equilibrio parece haberse desvanecido. Aunque la mayoría del cuerpo diplomático acreditado en nuestro país muestra un alto nivel de profesionalismo, reflejo de la experiencia requerida para ser asignado a una plaza tan significativa, últimamente no hemos estado exentos de casos que desafían la razón.

Ya sea una embajadora de Noruega adelantando abiertamente el triunfo de una de las candidatas presidenciales, un embajador colombiano sugiriendo en medios de comunicación que México debería negociar con el narcotráfico o los diplomáticos metidos en debates internos sobre temas sensibles como Israel, Ucrania, Palestina o Rusia, todas son conductas inaceptables que merecen ser señaladas y reflexionadas, pues desdibujan los límites de su papel y comprometen el respeto y decoro que se debería esperar de su rol.

La designación de embajadores políticos es una práctica común en los servicios exteriores alrededor del mundo y, por lo tanto, no es en sí misma el problema. El verdadero lío surge cuando estos diplomáticos, además de ser figuras políticas, deciden utilizar un encargo diplomático para politizarlo, en un país que además no es el de ellos. Al extralimitar sus facultades y entrometerse en asuntos internos sin ser invitados, no sólo agravan tensiones existentes sino que también fallan en su misión fundamental: construir consensos amplios en su país de destino, para fomentar relaciones armónicas entre las naciones.

Es muy cierto que la diplomacia a nivel global ha cambiado y lo sigue haciendo. Sociedades más abiertas probablemente buscan opiniones diversas. Eso no significa de manera alguna que la forma deba cambiar el fondo o, dicho de otro modo, que las mañas cambien el espíritu básico de la tarea diplomática. Aportar puntos de vista no es necesariamente un acto protagónico de un embajador, porque su voz acarrea un peso de Estado.

Si quieren aportar, hay decenas de canales a través de los cuales lo pueden hacer sin comprometer su alta investidura y la postura de su país, que no siempre es la de ellos. Y hasta aquí la queja internacional de tu Sala de Consejo semanal.


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Arnulfo Valdivia Machuca
  • Arnulfo Valdivia Machuca
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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