Celebro las expresiones de ideas y cuestionamientos que algunos colegas han venido redactando en las páginas de MILENIO bajo una misma causa que no es otra sino ver diluida la ignominia; iniquidad por el modelo de bloqueo que impone la Secretaría de Cultura Jalisco a todo aquello que no comulgue con sus criterios oficiales. Sumar las voces in crescendo por vía de la palabra escrita en torno a formas y contenidos que tienen que ver con el ámbito cultural de nuestro territorio alientan el sentido crítico, y más aun con la idea de transformar aquello que involucra a más de un grupo selecto de burócratas y funcionarios, quienes toman decisiones bajo un dogma (según ellos) inquebrantable. No podemos ni debemos permitir que domine y predomine el autoritarismo pretendiendo imponer un solo criterio para ejercer y hacer valer la cultura en nuestro estado.
Afortunadamente existe el derecho de medrar los principios que avalan nuestra postura, y uno de éstos es la libertad de expresión; otro tanto lo es el conocimiento de causa. Ambos sustentan esta posición crítica ante la arrogancia y fatuidad que repite y repite un sistema de gobierno ya desgastado en estas artimañas y que tuvo que haber superado hace tiempo, pero tal parece que se empeñan en seguir el modelo anquilosado para (no) saber confrontar las ideas.
Así las cosas, mi planteamiento lo expongo bajo esta tesitura: En días pasados me recibió en su despacho de Arróniz la secretaria de Cultura, Jaspersen García, y después de una hora de conversación me di cuenta, efectivamente, que si no se comulga con sus propios criterios no hay alternativa; incluso, y esto es lo grave del asunto: si se cuestiona su labor o proceder se nos califica en actitud de choque; así me lo hizo saber ante ciertos cuestionamientos de mi parte. El encuentro con Jaspersen García se dio bajo la diplomacia obligada que dominan los políticos, y no en la calidez de un lenguaje entre colegas que alimente las ideas y el sentimiento por engrandecer el arte. Realmente me decepcionó. Salí de su oficina tal y como había entrado. Con eso lo digo todo.
La cultura se merece un trato diferente, y no por otra cosa que justificado en su sentido de libertad, reflexión de pensamiento y su carácter humanista, dando como resultado expresiones y manifestaciones que puedan superar normas estéticas y llegar incluso a quebrantar estructuras y modelos sociales. La crítica subyace, y de ello el estado y quienes lo representan lo saben, por lo tanto tienen que mostrar y demostrar sus habilidades para diversificar criterios entre la comunidad artística. El reto es convivir y coexistir en el propósito que nos lleve a consolidar un movimiento cultural de contenidos sensibles e inteligentes más allá de la simple estadística de “eventos culturales” que justifiquen la agenda y los informes oficiales. Giovana Jaspersen es una mujer lúcida y perspicaz en lo que a su cargo exige, por lo tanto conoce muy bien sobre este contexto, es decir, las circunstancias que rodean esta situación. Sólo deseo que su capacidad de discernimiento le permita, precisamente, distinguir las diferencias de criterio; que su sentido de tolerancia le permita saber escuchar las múltiples voces de nuestra comunidad artística y cultural; que la sobriedad y templanza la lleven a respetar y valorar los tiempos de los demás, y en consecuencia ponderar jerarquías de quienes formamos esta colectividad. Es lo justo. (Aquí seguimos).