La pesadilla desvanece poco a poco su presencia somnolienta en un sueño agobiante que durante meses trastornó nuestras vidas. Aquello nos hizo saber qué tan vulnerables somos. Pero también nos recordó cuán fuertes podemos reconocernos con miras a redimir insigne aliento de vida.
Y estamos aquí, sumando al tiempo las horas marcadas de levante deseo por recuperar algo de lo perdido, por reincidir en aquello que se detuvo en nuestra conciencia. En lo que a nosotros corresponde lo sabemos por los signos del arte con su cúmulo de expresión de ideas. Es así como se abren los espacios y la atmósfera sonora emana por nuestros oídos. Estamos recuperando los momentos por ver nuevamente a nuestra orquesta en casa, ante su público; la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ) en el escenario del Teatro Degollado con el propósito de hacer escuchar las partituras sinfónicas que se han programado en una temporada que ahora es parte de nuestros días para resarcir todo lamento. Que la música, como lo enunció Orfeo, calme todo espíritu de nervio inquieto y afligido. Hagamos de este escenario doméstico nuestro refugio cálido y sensible al alma.
Cada uno de los autores programados en esta nueva temporada dará a nuestros sentidos particular resonancia. De la Sinfonía “Londres”, de Franz Joseph Haydn, por cierto, su última obra en este formato que data de 1795, pasando por la experimentación del norteamericano John Cage, hasta los sonidos terrenales de los compositores mexicanos Carlos Chávez y José Pablo Moncayo. Capítulos diversos de la historia de la música sinfónica que serán interpretadas sobre los atriles de cada uno de los músicos que conforman la OFJ.
Nuestra orquesta regresa a casa, seamos partícipes de este sortilegio sensorial en el entredicho de que escuchar la música en presencia directa resulta en una experiencia por demás incomparable a nuestra percepción y capacidad sensitiva. Y con todo, la vida sigue.
Antonio Navarro