Cuenta la anécdota que en su primer viaje a Europa, en 1921, el compositor norteamericano Aaron Copland preguntó a sus colegas franceses qué se requería para tener una buena orquesta; la respuesta fue: cien años; es lo que necesita para consolidar una institución de esta naturaleza. Y efectivamente, las principales orquesta del mundo han rebasado la temporalidad solícita para merecer tal privilegio: la Sinfónica de Boston se fundó en 1881, la Filarmónica de Berlín en 1882; Filarmónica de Nueva York, 1842; Sinfónica de Chicago, 1891, y Sinfónica de Londres en 1904. Así, en lo sucesivo, éstas y otras agrupaciones van haciendo historia al través del tiempo.
Hago mención a tal remembranza porque aquí en territorio de Jalisco celebramos en estos días los 20 años de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Zapopan, novel en su origen y por cada uno de sus integrantes que le han brindado todo el empeño y estudio para consolidar en dos décadas un esfuerzo que en circunstancias actuales merece justo reconocimiento, permitiendo con ello dar un poco de luz en el panorama sombrío de nuestro medio cultural. Enhorabuena por todo lo que representa.
Bajo esta coyuntura sólo deseo poner en consideración un cuestionamiento que bien pudiera marcar la diferencia en dicho acontecimiento por celebrar, y es el hecho de ver nuevamente ignorados los nombres de los compositores jaliscienses en el repertorio del concierto programado para la ocasión. Como siempre de las veces dominan las partituras de autores europeos de siglos pretéritos (en el entredicho de no cuestionar la calidad su obra). En cambio, contamos también con un amplio catálogo de obras sinfónicas escritas por nuestros músicos nacidos en estas tierras y que no alcanzan el justo reconocimiento, pues dichas páginas pautadas permanecen en el olvido dentro de un obscuro cajón de escritorio.
Y más aún: la administración o dirección artística de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Zapopan bien pudieron haber planeado con anticipación razonable un encargo especial de una obra en ocasión por celebrar estos veinte años de trayectoria. Comisionar a un joven compositor jalisciense, que sí los hay, una partitura que bien puede quedar inscrita con dedicatoria memorable para dicha orquesta y ser estrenada en el escenario con toda la expectativa que ello conlleva. No cabe duda, las autoridades de la cultura en nuestro Estado aun siguen dormidos en el sueño de los justos. En fin, celebremos.
Antonio Navarro