Piedad. Siento mucha piedad por la oposición, por la gente de derecha, por los que no entienden.
Piedad es amor, compasión, clemencia. No sólo perdieron las elecciones, están viendo la muerte de su mundo, el final de sus creencias. Debe ser horrible.
Atrás de todo ese odio, hay mucho dolor. Veo a Xóchitl Gálvez, una mujer que conozco y respeto, y quiero abrazarla.
Entre su comunicación no verbal y la de Angélica Rivera cuando se vio obligada a dar explicaciones por el escándalo de La Casa Blanca, la única diferencia es el vestuario.
Se nota que está haciendo algo que no quiere hacer, que está diciendo algo que no diría. A mí no me molesta, me da una pena infinita.
La misma pena que experimento cuando veo a muchos otros personajes quejándose de mil y un maneras en las redes sociales.
¿Qué pasaría si en lugar de burlarnos de ellos les explicáramos bien lo que pasó? ¿Qué pasaría si en lugar de atacarlos los invitáramos a sumarse a la Cuarta Transformación?
Yo sé que hay entidades superiores que jamás lo permitirán, que hay demasiados intereses de por medio y cualquier cantidad de heridas de fracasos anteriores pero si amor con amor se paga, nosotros deberíamos ser los primeros en darles amor.
A lo mejor ellos no nos darían amor si hubiera sido al revés, si ellos hubieran sido los que hubieran ganado, pero ése es su problema, no el nuestro.
Por eso adoro la comunicación de Claudia Sheinbaum: siempre clara, serena, pulcra, profesional.
¿Qué fue lo que sucedió el 2 de junio? ¿Por qué avanzó tanto Morena si se dijeron tantas cosas tan malas en los medios y en las redes?
Porque tal vez muchas de esas cosas que se dijeron en los medios y en las redes eran mentira, fueron creadas para provocar una reacción emocional o sólo representaban el punto de vista de una persona, de una minoría.
La Cuarta Transformación no es perfecta, pero es mejor a lo que había antes. Los números no mienten.
Vivimos en democracia y en la democracia, le guste a quien le guste o le moleste a quien le moleste, todos somos iguales.
En la democracia no vale más el que tiene más, el que vive en la casa más grande, el que tiene el color de piel más claro, el que ha estudiado más carreras o el que habla inglés en lugar de tzotzil.
Pensar que las mayorías, por ser pobres, no saben votar, es clasismo.
Creer que las multitudes, por no tener grados académicos, son ignorantes, es educacionismo.
Suponer que las minorías, por ser adultos mayores, personas con discapacidad, gente de nuestros pueblos originarios o miembros del colectivo LGBT, no cuentan, es odio, es ignorancia.
Aquí la única minoría es la de los que se creían mayoría, mejores, superiores.
Aquí la única ignorancia es la de los que, a pesar de sus grados académicos, se dejan manipular por el más estúpido chisme, por la más ridícula invención, por el más descarado ejercicio de manipulación.
Ojo: no se trata de afirmar que los que perdieron ahora valen menos. No. Volemos a lo mismo: en democracia todos somos iguales.
Pero creo que esas personas tienen mucho qué pensar, qué entender y qué aprender. Las abrazo con amor y les deseo lo mejor en este México que ya cambió y en el que está por venir.
Piedad. Siento por ellas mucha piedad. ¿Usted no?
