Espectáculos

Querida Delia Fiallo:

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Estoy devastado. No puedo creer la noticia de tu muerte. Sí, yo sé que tenías 96 años, pero siempre tuve la sospecha de que iba a llegar a los 100.

Debe ser porque tu obra es eterna, porque las veces que charlamos o que intercambiamos mensajes, todavía hace muy poco tiempo, percibía en ti una energía superior a la de muchos jóvenes.

¿Qué vamos a hacer sin ti? Mi ilusión era verte de regreso escribiendo una historia original que cambiara el curso de las telenovelas. Mi ilusión era volver a verte feliz.

Te voy a decir lo que te dije la última vez que nos vimos: ¡gracias! ¡Gracias en nombre de millones de mujeres y de hombres que conocimos el amor a través de tus obras!

¡Gracias por todo lo que hiciste, por todo lo que nos diste! Quedó pendiente el proyecto de tu bioserie porque si alguien tuvo una vida preciosa, que valdría la pena poner en pantalla, eres tú.

Mi Delia adorada: tú fuiste una mujer empoderada antes de que existieran las mujeres empoderadas, en un contexto absolutamente diferente al de hoy, en la Cuba de los machos.

Y no sólo estudiaste Filosofía y Letras, te doctoraste y así, doctora, te pusiste a trabajar en las primeras radionovelas.

Me hubiera gustado ver la cara de tus jefes leyendo aquellos textos tan atrevidos para la primera mitad del siglo XX, pero me hubiera gustado más ver ese momento en que viste por primera vez al hombre de tu vida y dijiste: con él me voy a casar.

¿Cuántas mujeres de tu generación conocieron el amor verdadero? ¿Cuántas lucharon por un hombre? ¿Cuántas construyeron una familia tan bella como la tuya?

¿Te das cuenta? La mejor telenovela que escribiste fue tu propia vida, vida de mujer “castigada” por los cambios en Cuba, vida de refugiada en Miami, vida de éxitos inolvidables en Venezuela, vida de escritora universal.

No me sorprende que tú seas, oficialmente, la mamá de las telenovelas latinoamericanas, la autora del primer melodrama seriado que se escribió en nuestra región, para la televisión en La Habana, en 1957, cuando esto ni siquiera tenía nombre y lo llamaste “novela de continuidad”.

Si yo soy hijo de la televisión, tú eres algo así como mi abuela. ¿Sabes el profundo dolor que siento?

Cierro los ojos y veo a Lupita Ferrer, a Rebeca González y a Chelo Rodríguez en blanco y negro, tiemblo al recordar a Mayra Alejandra, a Jeannete Rodríguez y a Coraima Torres en aquellas producciones tan bonitas y me emociono reviviendo Esmeralda con Leticia Calderón, Te sigo amando con Claudia Ramírez y El privilegio de amar con Adela Noriega.

¿Qué se siente ser tan amada en el mundo entero? ¿Qué se siente haber cambiado tantas vidas?

Y cuando digo que cambiaste vidas no sólo hablo de tus estrellas, de tus producciones y de tus alumnos. Estoy hablando de vidas de verdad, de salud, de asuntos públicos.

Tú, primero que nadie, escribiste con responsabilidad social. Te atreviste a hablar de alcoholismo, de drogadicción y hasta de violaciones cuando nadie más lo hacía. ¿Y todo para qué? Para ayudar.

No, y ni hablemos de lo que hiciste con la donación de órganos o con la comunidad gay, porque entonces sí no vamos a acabar nunca.

Siempre fuiste a la vanguardia en la creación de contenidos sin traicionar la esencia del melodrama.

Por eso eras tan crítica con las adaptaciones, con el fenómeno de las narcoseries y con la ignorancia de algunos ejecutivos que no sabían entender la belleza de las historias de amor.

El mundo jamás volverá a ser el mismo sin ti. Yo sólo espero que a Televisa, la propietaria de los derechos de tus obras, se le prenda el foco y aproveche este legado en beneficio de la humanidad entera.

Siento muy feo, Delia. No me quiero despedir. Quiero pensar que encenderé la computadora y estará algún correo tuyo, que sonará el celular desde algún número de Estados Unidos y que serás tú.

Esto duele. Duele mucho. ¡Gracias! ¡Gracias en nombre de millones de mujeres y de hombres que conocimos el amor a través de tus obras! ¡Que Dios te bendiga siempre!

Con todo mi amor, Álvaro Cueva.


alvaro.cueva@milenio.com

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Álvaro Cueva
  • Álvaro Cueva
  • alvaromilenio5@gmail.com
  • Es el crítico de televisión más respetado de México. Habita en el multiverso de la comunicación donde escribe, conduce, entrevista, da clases y conferencias desde 1987. publica de lunes a viernes su columna El pozo de los deseos reprimidos.
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