Atención amantes de las telenovelas: hoy les voy a hacer una recomendación que a muchas y a muchos les va a sonar extraña, pero juro que es de verdad: “La usurpadora”.

Pero no “La usurpadora” la telenovela. ¡No! Esto es “La usurpadora” la película musical que se va a estrenar mañana miércoles 12 de abril en cientos de salas cinematográficas de todo el país.
Tuve el gran privilegio de ver este filme desde hacer varias semanas y sigo feliz. No lo puedo decir de otra manera. ¡Me encantó! ¡Me encantó! ¡Me encantó!
Vámonos entendiendo para que aprecien la magnitud de este lanzamiento:
“La usurpadora” es un clásico de la telenovela latinoamericana. Se ha hecho montones de veces, desde hace muchísimos años, en cualquier cantidad de países.
La autora original de este texto es la gran escritora cubana Inés Rodena a quien le debemos todo lo que ustedes quieran, gusten y manden desde “Los ricos también lloran” hasta “María Mercedes” y “Marimar”.
Hablar de musicales es hablar de un universo inmenso, riquísimo, glorioso, que lo mismo ha conquistado los escenarios de México y del mundo que ha generado cientos de películas inolvidables.
Dentro de la industria de los musicales hay títulos como “Mamma Mía” y “Hoy no me puedo levantar” que están hechos con canciones que la gente conoce desde antes.
A estos espectáculos se les conoce como “Musical Jukebox” o “musicales de rockola”.
El caso es que en México hemos creado muy pocos “musicales de rockola” y menos cuando hablamos de cine.
El ejemplo más famoso fue “¿Qué le dijiste a Dios?” hecho con base en puras canciones de Juan Gabriel. ¿Se acuerdan?
Yo no sé si ustedes lo sepan pero “¿Qué le dijiste a Dios?” fue tan cañonazo de taquilla. La fascinó a las multitudes, especialmente a las más populares.
“La usurpadora, el musical” es como “¿Qué le dijiste a Dios?” pero con la historia de la telenovela de Inés Rodena que millones de personas amamos y con una selección de canciones de figurones como Celia Cruz, Ricky Martin, Bronco, Pandora y Gloria Stefan que no hay manera de no reconocer y de no adorar.
Por si esto no fuera lo suficientemente atractivo, el reparto es una alucinación prodigiosa que lo mismo incluye a superastros de la música nacional como Susana Zabaleta, Cecilia Toussaint y Alejandra Guzmán que a los más grandes ídolos del teatro musical mexicano como Alan Estrada y Alejandra Ley, que a luminarias amadísimas por las nuevas generaciones como Isabella Castillo (nuestra inolvidable “Grachi” de Nickeolodeon).
Sin faltar los actores del mejor cine de México como Jesús Ochoa y cualquier cantidad de guiños para los que adoramos la cultura pop en español.
¿Me creerían si les dijera que en “La usurpadora, el musical” sale Gabriela Spanic, la fabulosa protagonista de la versión más célebre de este concepto, mientras los personajes la están viendo, precisamente a ella, saliendo en “La usurpadora” en la televisión?
No y ni hablemos del homenaje a Itatí Cantoral con su “¡Maldita lisiada!” ni de decenas de referencias a cosas que sólo los verdaderos enamorados de las telenovelas entendemos y gozamos como nadie, porque entonces sí no voy a acabar nunca.
“La usurpadora, el musical” es un homenaje a esta parte de la cultura popular que hasta hace muy poco tiempo la gente del cine ni siquiera se atrevía a voltear a ver, ya no se diga a reconocer o a festejar.
Es un gran paso en materia de inclusión y es un proyecto tan, pero tan afortunado, que hasta aplica en términos biculturales porque es capaz de sumar a las audiencias de México y de toda Latinoamérica con las de Estados Unidos. Esto es un acontecimiento total. Cuando la vean lo comprenderán.
Admiro profundamente a Eduardo Cisneros, María Hinojos, Santiago Limón y Jeson Shuman por la atinadísima adaptación y compactación que hicieron de esta historia que, al menos en la legendaria versión de Angélica María (“El hogar que yo robé”), duraba meses y meses al aire.
Y amo, con todas mis fuerzas, a todos los que participaron en esto a ambos lados de las cámaras porque no cualquiera es capaz de regalarnos tanta alegría, a quienes pertenecemos a este segmento tan específico, y mucho menos si consideramos el infierno que debió haber sido filmar aquello, así de bonito, en los peores tiempos de la pandemia.
Porque ésa es otra cosa, “La usurpadora, el musical” es una película bonita (de paisajes bonitos, de escenas bonitas y de canciones bonitas) que contrasta inmediatamente con la oscuridad de los filmes que atascan la cartelera en este momento.
Además, se me hace una grosería que celebremos a los gringos por endilgarnos “Barbie”, viniendo de donde viene, y que nosotros, como mexicanos y como latinoamericanos, no le hagamos fiestas a algo como “La usurpadora, el musical” por malinchismo, por clasismo o por otros prejuicios más. O todos coludos, o todos rabones.
Luchen con todas sus fuerzas por ver a partir de mañana miércoles 12 de abril “La usurpadora, el música” en la sala cinematográfica más cercana a su casa.
Les va a gustar. De veras que sí y cantemos todos: “Un día llegaré, con un disfraz. Distinto el color, la misma fas. Te desarmaré, ni cuenta te darás. Para entregarte el corazón…”