Ya llegó, ya está aquí El nombre de la rosa, la versión en serie del grandioso libro escrito por Umberto Eco, la versión en ocho capítulos de una hora de la magnífica película de 1986.
Sí estamos ante algo grande, ante un acontecimiento. Perderse esto en Starzplay, sobre todo en estos tiempos tan extraños, sería un error.
Vámonos por partes para que entienda la magnitud de esta obra. Umberto Eco fue un genio, una figura fundamental que dedicó su vida al estudio de la comunicación y que, entre muchísimas aportaciones, escribió una novela que hizo historia: El nombre de la rosa.
Era un libro de lo más adictivo y emocionante sobre asesinatos e ideas muy profundas en el contexto de la Edad Media.
Para que las nuevas generaciones lo entiendan, era como el antecedente de Game of Thrones, de Vikings y de mucho de lo mejor que tenemos ahora.
En la pantalla grande
En 1986 se estrenó la versión cinematográfica dirigida por Jean-Jacques Annaud y protagonizada por estrellas como Sean Connery, y el resultado fue un cañonazo global.
Todo el mundo hablaba de esto. Todo el mundo leía el libro. Y, lo mejor, todo el mundo se la pasaba resolviendo enigmas en el mejor estilo de lo que, años después, volvimos a vivir con El código Da Vinci.
Como suele suceder en estos casos, los fanáticos de la novela jamás estuvieron conformes con la película. Sentían que era muy corta, que no le hacía justicia al libro.
Hoy, por fin, se van a dejar de quejar, porque gracias al fenómeno de series que tenemos en la actualidad, ya se pudo recrear esto con calma, profundizando en lo que se tiene que profundizar, haciéndole un verdadero homenaje a la memoria del maestro Umberto Eco.
Amo El nombre de la rosa, la serie porque respetó toda la parte adictiva, todo el tema de los misterios, y porque, al igual que la novela, se presta para que la gente participe, descubra y reflexione.
Es una superproducción que fusiona casas productoras de Italia y de Alemania y un repartazo que lo mismo involucra figuras estadounidenses como John Turturro que luminarias inglesas como Rupert Everett pasando por leyendas del cine italiano como Fabrizio Bentivoglio y por estrellas alemanas como Richard Sammel.
No hay manera de que usted vea esto y de que no caiga cautivado ante la espectacularidad de esos paisajes, de esas escenas y de esos monasterios.
Sí le aclaro que esto es una miniserie, pero la llamamos serie porque, como le decía la semana pasada con Hollywood, la vida me ha enseñado que cuando el público lo pide, hasta la más cerrada de las miniseries se puede transformar en serie.
Y esto también aplica para las producciones europeas. ¿O qué, a usted ya se le olvidó lo que sucedió con The Young Pope a la que súbitamente la apareció una temporada dos con otro nombre?
¿Qué le trataba de decir al principio de esta columna cuando le mencionaba que perderse esto en estos tiempos tan extraños era un error?
Que El nombre de la rosa es un título perfecto para acompañar los cambios que todos estamos viendo y viviendo porque abre el debate sobre lo espiritual y lo material, sobre el poder de la información y hasta sobre los chairos y los fifís.
Es una obra maestra capaz de encantarle a todo tipo de audiencias. Búsquela ya en Starzplay. Le va a encantar. De veras que sí.
alvaro.cueva@milenio.com