Nuestro sistema político se construyó sobre las cenizas de la dictadura, del genocida Porfirio Díaz, misma que terminó tras una revolución social.
Sin embargo, la idea de la concentración del poder en la figura del Presidente no fue del todo mal vista, por el contrario, se mantuvo el modelo que más adelante se fortaleció con la creación de un partido de Estado para que fuera el único vehículo para llegar al poder.
Y para no caer en una dictadura la élite política fue consolidando el sistema de partido hegemónico pragmático, en la cual el partido oficial se convirtió en el brazo político del Presidente en turno, de ésta manera todo cargo de elección popular era aprobado por el ejecutivo, de ahí que toda la clase política (y económica) le mostraba lealtad y fidelidad.
Un gobernante todo poderoso, que manejaba a su antojo el Congreso de la Unión; leyes, reformas, ingresos, egresos, y un largo etcétera, incluyendo la elección de los ministros de la Suprema Corte.
Nuestro sistema político fue diseñado para proteger y cuidar a los gobernantes, al no tener contrapesos a su poder. Siendo la única limitante el tiempo, por ello fue celosamente cuidada la no-reelección, para evitar cualquier tentación de permanencia, a cambio contaban con la garantía de que todo aquello realizado durante su gobierno se mantendría en secreto.
Siendo los principales valores del sistema; la opacidad, discrecionalidad e impunidad, por ello las tomas de decisiones han sido verticales, cerradas y excluyentes de la participación ciudadana.
Y si bien, este modelo de sistema super o hiper presidencialista permitió no caer en una dictadura, sí tuvimos verdaderas monarquías sexenales, con un poder altamente concentrado en la presidencia, con escasos o nulos contrapesos al poder político.
Por ello transformar el sistema político, implica una real sacudida, en los tres poderes del Estado y en los tres órdenes de gobierno, y ello tendrá un costo político, económico y social.
Después de más 200 años de independencia, el gran paso de nuestro país será consolidar un Estado de instituciones, y no uno de partidos o gobernantes.
Si queremos resolver verdaderamente el problema de la violencia y la corrupción, primero debemos transformar el sistema político, y ello podría ser el mejor legado a nuestro país.
Twitter: @alfreduam