Cultura

Mi mamá y mis revistas

Dice José Antonio Marina que la palabra “amor” procede de la raíz amma –“madre”–, de modo que etimológicamente el amor es maternal. En su titánico y aun así insuficiente esfuerzo por definir los sentimientos humanos, descubre que “cariño” es la expresión con que uno manifiesta el afecto, benevolencia y amor que tiene a otro y, citando el Diccionario de Autoridades, remata: “como sucede muy de ordinario con las madres con sus hijos y en las amas con los niños que crían, lo que también se extiende y dice de los animales domésticos”.

Más adelante, presentará otro descubrimiento interesante. Afirma que hay un deseo no lexicalizado en castellano, es decir, que no cuenta con una palabra específica en nuestro idioma: el deseo de ser amado. Los japoneses, en cambio, tienen la palabra amae, que deriva de amaeru, un verbo transitivo que significa: “desear ser amado, depender y contar con la benevolencia de otro”, y que el diccionario más famoso de ese idioma define como “apoyarse en el amor de otra persona o depender del afecto de otro”. Y afirma: “es obvio que el prototipo de este sentimiento es la relación del niño con su madre. No la de un recién nacido que vive aún en un limbo vacío de distinciones, sino la de un niño que ya sabe que su madre existe con independencia de él. Desear ser amado por ella es amae”.

Al final (y al principio) en esa figura radican las esencias del amor y del cariño, y de la esperanza, que ilustra con la imagen de los polluelos asustados que buscan refugio bajo las alas de su madre. Supongo que, por eso, su pérdida significa la desesperanza, o sea, la destrucción de la posibilidad de sobrellevar la dificultad del futuro.

Y por eso, ahora, quiero pensar en mi madre y en la certeza del amor, del cariño y la esperanza. Y quisiera evocar una imagen que llega a mi mente con ternura, provocando agradecimiento y conmoción: mi madre, saliendo de trabajar a las 4 de la tarde, caminando en zapatillas hasta el puesto de libros y revistas viejas en las escalinatas del mercado Benito Juárez para buscar las que le pedí por teléfono un par de horas antes. Yo tengo 8 o 9 años y estoy fascinado con el espacio y los astronautas. Y encuentra sólo una, pero me lleva otra que en la portada tiene el perfil de Don Quijote, y otra con unos dinosaurios viendo el cometa de su destrucción. Y ahí, ahora comprendo, se cifra lo que soy y lo que hubiera podido llegar a ser. Y pienso en mi madre, ahí, buscando en un montón de revistas desordenadas el modo de satisfacer mi curiosidad.

Sin esa acción no sería quien soy, para bien o para mal. Tuve una infancia feliz llena de revistas y libros gracias a acciones pequeñas como esa…: luego de una jornada de trabajo… y a pesar del cansancio ella iba y sacaba mis revistas de un montón.

Gracias, Sofi. Te amo.


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Alfonso Valencia
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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