John Dewey (1859-1952) fue un filósofo, pedagogo y psicólogo norteamericano que desarrolló su obra educativa a finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX donde nunca abandonó su sello de intelectual y de militancia política. Reconocido como uno de los principales precursores de la llamada “escuela activa” o “escuela progresista” y que más adelante dio origen a la “escuela experimental” (propuesta por Dewey) consideraba primordial la vinculación entre la teoría y la práctica. Su pensamiento se orientó sobre la convicción de que la democracia es importante para alcanzar la libertad y dedicó gran parte de sus aportaciones a argumentar esta condición educativa. Aun cuando la centralidad de su obra fue en educación, Dewey incursionó en la escritura de diversos tratados donde su postura promovía la conformación de una sociedad informada donde existiera una comunicación permanente entre ciudadanía, expertos y políticos sobre el derrotero de las políticas que se planteaban, todo ello con el fin de alcanzar una plena democracia.
Dewey planteó que “existe una estrecha y esencial relación entre la necesidad de filosofar y la necesidad de educar”. Idea central de su libro Democracia y educación, donde reconocía que “la educación es la praxis del filósofo”. Dewey no dudaba en afirmar que “la formación de un cierto carácter” constituía “la única base verdadera de una conducta moral”, ni en identificar esta “conducta moral” con la práctica democrática.
Según Dewey, las personas consiguen realizarse utilizando sus talentos peculiares a fin de contribuir al bienestar de su comunidad, razón por la cual la función principal de la educación en toda sociedad democrática es ayudar a los niños a desarrollar un “carácter”, conjunto de hábitos y virtudes que les permita realizarse plenamente de esta forma. Dewey afirmaba que para que la escuela pudiera fomentar el espíritu social de los niños y desarrollar su espíritu democrático tenía que organizarse en comunidad cooperativa. (Westbrook, 1993) La educación para la democracia requiere que la escuela se convierta en “una institución que sea, provisionalmente, un lugar de vida para el niño, en la que éste sea un miembro de la sociedad, tenga conciencia de su pertenencia y a la que contribuya” (Dewey, 1895, p. 224).
En el marco de estas ideas, Dewey, consideraba que el maestro juega un papel importante y debe ser generador de un entorno social y pedagógico en que los niños asuman por sí mismos las responsabilidades de una vida moral democrática. Esto sólo será posible si “el individuo aprecia por sí mismo los fines que se propone y trabaja con interés y dedicación personal para alcanzarlos”(Westbrook, 1993).
En el mismo sentido, Dewey atribuía a la escuela un papel decisivo en la construcción de una vida democrática. Consideraba que debía superar la esencia con la que fue creada, como reproductora de una sociedad y transitar hacia un papel transformador donde se forje el carácter de los niños como un dispositivo para ello. Dewey declaró en 1896 que “la escuela es la única forma de vida social que funciona de forma abstracta y en un medio controlado, que es directamente experimental, y si la filosofía ha de convertirse en una ciencia experimental, la construcción de una escuela es su punto de partida”(Westbrook, 1993). Esto fue el origen de la escuela experimental cuya centralidad era la creación de comunidad democrática. Los niños participaban en la planificación de sus proyectos, cuya ejecución se caracterizaba por una división cooperativa del trabajo en la que las funciones de dirección se asumían por turno. Además, se fomentaba el espíritu democrático, no sólo entre los alumnos de la escuela sino también entre los adultos que trabajaban en ella. (Westbrook, 1993).
Finalmente, producto de esta experiencia, Dewey se preguntaba: “¿qué significa la democracia si no que cada persona tiene que participar en la determinación de las condiciones y objetivos de su propio trabajo y que, en definitiva, gracias a la armonización libre y recíproca de las diferentes personas, la actividad del mundo se hace mejor que cuando unos pocos planifican, organizan y dirigen, por muy competentes y bien intencionados que sean esos pocos?”` (Dewey, 1903).
Alfonso Torres Hernándeztorresama@yahoo.com.mx