El trabajo por proyectos implica, en primer lugar, una reflexión sobre la práctica docente propia que permita valorar las condiciones y posibilidades de acción con que se cuenta. En segundo lugar, el desarrollo del pensamiento, creatividad e imaginación para realizar cada una de las actividades.
Y finalmente, el desplazamiento paradigmático que nos lleva de una separación de contenidos a una integración del conocimiento. En este proceso, los docentes encuentran el sentido de acción de su práctica, al articular los proyectos que trabajará (aula, escolares o comunitarios) con el proyecto elaborado colectivamente (programa analítico) y con los contenidos y procesos de desarrollo de aprendizaje planteados en los programas sintéticos.
La metodología de proyectos no es nueva. Una revisión histórica de ello nos permite reconocer que desde el siglo XVIII y siglo XIX los aportes de grandes educadores como Pestalozzi, Decroly, Freinet, Makarenko, Montessori, entre otros, consideraban la integración del conocimiento como parte esencial de su trabajo.
En el siglo XX, las aportaciones de J. Dewey, llevaron a W. Kilpatrick a plantear el Método de Proyectos. La metodología se fundamenta en la creencia que los intereses de los niños y jóvenes tienen que ser la base para realizar proyectos de investigación, de indagación, y estos tienen que ser el centro de proceso de aprendizaje. Estas aportaciones constituyeron la base para que, en 1992, el método de proyectos fuera la base de la educación preescolar en México.
La propuesta curricular de la Nueva Escuela Mexicana, recupera el sentido pedagógico de estas aportaciones y las articula con el contexto social actual y las demandas de una sociedad que busca trascender hacia condiciones más democráticas, justas e inclusivas. Por ello, los proyectos de aula, escolares y comunitarios colocan al sujeto como persona y a la comunidad como centrales en el proceso educativo.
Los proyectos emanan de la experiencia e intereses de las personas y de la cultura construida en comunidad. La práctica docente entonces se constituye en una práctica situada, los aprendizajes son más significativos y la enseñanza es más pertinente.
El trabajo por proyectos es una metodología que emana de un proceso de problematización y contextualización de la práctica, lo cual le da un sentido de particularidad y singularidad que es opuesta a la búsqueda de prácticas estandarizadas (donde todos los docentes de una escuela hacen los mismo, mismas planificaciones didácticas, mismos formatos).
El trabajo por proyectos parte del supuesto de que los alumnos son diversos, diferentes, las concepciones de la práctica son diferentes, las condiciones no son las mismas; en tal sentido, la práctica docente tendrá que ser diferente. Es en este proceso, donde aflora, evoluciona y crece el saber pedagógico de los maestros, un saber que van configurando en el ejercicio reflexivo de la cotidianidad de la práctica.
El trabajo por proyectos considera la articulación del saber, del saber hacer y del ser. Una práctica integral que busca a su vez un desarrollo integral en las niñas, niños y adolescentes.
No existe una secuencia específica para seguir y lograrlo. Más bien, cada docente va construyendo la lógica de acción para desarrollar cada uno de los proyectos, poniendo atención en guardar un equilibrio en la enseñanza del conocimiento, del desarrollo de habilidades y de actitudes. Este tipo de decisiones pedagógicas es lo que conduce al desarrollo de la autonomía docente y al desarrollo autónomo del alumno.
Por último, apunto que el trabajo por proyectos es una manera de pensar diferente la educación, la pedagogía y la práctica, y como todo tránsito hacia diferentes formas de trabajo, implica incertidumbre, interrogantes y complejidad, condiciones que sólo será posible superar en la colectividad, en el diálogo franco y permanente y en la reflexión individual y socialización de nuestra práctica cotidiana.
En palabras de Freire: “Una educación toma sentido cuando es la consecuencia de una reflexión que el hombre comienza a hacer sobre la propia capacidad de reflexionar. Sobre su posición en el mundo. Sobre el mundo mismo. Sobre su trabajo. Sobre su poder de transformar el mundo. Sobre el encuentro de las conciencias. Reflexión sobre la propia educación, que deja de ser algo externo para ser el mismo. Para salir de dentro de sí mismo, en relación con el mundo. Como una creación”. (Freire, 2004).