Política

En busca de la hegemonía perdida

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¿Necesita México otra reforma electoral? Depende. Aunque funciona bien, podríamos mejorar el órgano electoral mediante pequeños cambios: votar un nuevo consejero a la vez en la Cámara de Diputados, v.gr., para evitar la tentación de repartir cuotas partidarias al renovar varios simultáneamente y propiciar el consenso en torno a perfiles imparciales. También podríamos eliminar la sobrerrepresentación cancelando la mayoría relativa y quedándonos con la representación proporcional, pero con listas abiertas, no cerradas, y en varias circunscripciones regionales o en una nacional. Y podríamos bajar el costo de nuestro sistema abreviando las contiendas y simplificando procedimientos, lo cual presupone acopiar un bien escasísimo en nuestro país: la confianza.

En estos temas, sin embargo, también hay malas ideas. Por ejemplo, elegir a los consejeros del INE por voto popular y a los diputados en listados estatales y eliminar el financiamiento ordinario a los partidos, como propone la iniciativa presidencial. En el primer caso habría un incentivo más para partidizar al órgano —los candidatos tendrían que hacer campaña, y el involucramiento de los partidos con todo y sus vicios clientelares sería inevitable—; en el segundo las minorías se verían subrepresentadas, pues eso ocurre cuando se votan listas por estados; en el tercero se invocaría más dinero sucio en las elecciones mexicanas al obligar a los partidos a financiarse con donativos y, peor aún, habría un retroceso en términos de equidad, porque gracias a los subsidios la oposición redujo su desventaja con respecto al partido dominante del siglo pasado, que no necesitaba prerrogativas porque tenía el erario a su disposición.

La suspicacia emana del hecho de que esta vez quien busca cambiar las reglas no es la oposición sino el presidente de la República. Las primeras reformas le fueron arrancadas al viejo régimen para erradicar la hegemonía del PRI; esta proviene de un gobierno que quiere enraizar una nueva hegemonía, la de Morena. ¿O alguien cree que el presidente López Obrador, viejo lobo de mares electorales cuyo objetivo primordial es la continuidad de la 4T, no calibró previamente la utilidad de su proyecto para garantizar que los “traidores a la patria, corruptos, clasistas, racistas e hipócritas conservadores” no vuelvan a gobernar? He aquí la jugada: lanza una propuesta sin buscar consensos, a fin de estigmatizar a quienes la rechacen; si pasa gana y si no pasa, como todo indica, también gana, porque le sirve para ahondar la polarización.

PD: Había una vez un alcalde opositor que, pese a su renuencia a ir por más, estaba muy arriba en las encuestas. El supremo poder populista, en la primera oportunidad que tuvo, se lanzó a lincharlo en Twitter. La saña alcanzó hasta a amigos que solo postearon mensajes de solidaridad. Uno de ellos fue acusado de ser su “padrinito” por un “padrinote” del oficialismo, quien en alarde de periodismo chamánico lo calumnió diciendo que aconsejó al linchado mentir. Moraleja: el miedo no anda en burro; anda en búfalos que embisten a alguien que ni la mano ha levantado para luego volver a pelearse entre sí en vano afán de atraer la bendición del dedo encuestador hacia su precandidato(a), y protagonizar así la abyecta cargada sucesoria. 

Agustín Basave

@abasave

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Agustín Basave
  • Agustín Basave
  • Mexicano regio. Escritor, politólogo. Profesor de la @UDEM. Fanático del futbol (@Rayados) y del box (émulos de JC Chávez). / Escribe todos los lunes su columna El cajón del filoneísmo.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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