A la memoria de Jaime Cordero Basave/
A la dignidad de mi familia
La derrota de la reforma eléctrica de Andrés Manuel López Obrador exacerbó la pugna por la sucesión presidencial en México. De entrada, zanjó la disputa al interior del PRI entre quienes querían aliarse con Morena, por afinidad de base social, y quienes apuestan a la ruptura del morenismo en 2025 y prefieren mantenerse en la alianza opositora. La negativa de AMLO a que la Cámara de Diputados la votara después de las elecciones estatales –la de Hidalgo era particularmente importante para uno de sus líderes– canceló la posibilidad de un quid pro quo e inclinó la balanza a favor de los oposicionistas. El problema es que Morena se engulló casi todo el antiguo voto duro priista; es decir, como satélite de la 4T era más fácil que el priismo conservara un electorado residual, mientras que desde la oposición tendrá que competir por el mismo nicho contra la maquinaria morenista y redefinir su identidad para atraer a otro segmento social. La disyuntiva del PRI está clara: reinventarse o morir.
La principal víctima del revés legislativo, sin embargo, será la de por sí precaria civilidad. Si bien AMLO nunca se ha caracterizado por auspiciar el diálogo con sus contrincantes, en el Congreso y en la Secretaría de Gobernación había interlocución con los opositores. Ya no. La incursión de Adán Augusto López en la refriega electoral lo desacreditó ante ellos, y la abyecta campaña contra quienes votaron contra la reforma dinamitó los pocos puentes que quedaban, con lo que para efectos trascendentes la LXV Legislatura ha terminado.
Nada de ello perturba a AMLO, desde luego. Él siempre ha preferido la confrontación a los forcejeos acotados. Las pocas negociaciones en el plano legislativo –la creación de la Guardia Nacional, por ejemplo– no se dieron a iniciativa suya sino con su anuencia y a menudo su renuencia. Nadie puede llamarse a engaño, pues. La única sorpresa en la guerra por la silla del águila sería que AMLO decidiera sacar a las calles a su núcleo duro de simpatizantes, un recurso que no ha usado para no arriesgar la gobernabilidad. Sacar al genio de la botella es fácil; lo difícil es volverlo a meter. En fin, lo cierto es que la ira vengadora viene con todo. Si la 4T dedicó la primera mitad del sexenio a boxear con la oposición –o a rounds de sombra–, de ahora en adelante la enfrentará a puño limpio.
PD: ¿En qué consiste la “traición” de los diputados? ¿Votaron acaso para que el Estado mexicano entregara el control de la transmisión y distribución de la electricidad a una entidad extranjera, o para privatizar y extranjerizar a la CFE? No, solo desecharon un dictamen que, en la muy debatible opinión de sus autores, corregiría excesos que cometen particulares. Pero claro, mientras la 4T asuma el degradante disparate de que AMLO encarna nada menos que a la nación y a la patria –lo dijeron sus senadores– creerá que contrariarlo a él será agraviar a México. Lo cierto es que a la nación la personificamos todas y todos los mexicanos, que a la encarnación de la patria solo podemos abrazarla 130 millones de compatriotas y que nadie puede apropiársela ni excluir de ella a quienes rechazamos la extrapolación a la cosa pública de la infalibilidad papal.
Agustín Basave Benítez
@abasave