La politización de las agencias independientes y de los reguladores de Estados Unidos por parte de Donald Trump es como ver un experimento científico a cámara lenta. Toma el gotero con el tinte azul (que rompe las normas) y lo empieza a verter en el agua (nuestro sistema de mercado) y al principio no ocurre nada. Goteo, goteo, goteo. Luego, de repente —no se sabe realmente cuándo ocurrirá, pero se sabe que va a ocurrir— toda el agua se vuelve azul.
Me temo que nos encontramos en este tipo de paradigma, mientras la administración Trump juega al Jenga con el estado administrativo, y en particular con la Reserva Federal. Poco a poco, el comportamiento atroz se normaliza, y cuando los mercados no reaccionan de inmediato, todos pasan página y piensan: “Bueno, no pasa nada. No hay problema. Tal vez Estados Unidos sea incluso más excepcional de lo que pensábamos”. Pero, como en el experimento científico o la metáfora del Jenga, el cambio llega de repente. Y cuando lo hace, todo cambia.
Creo que el despido de la gobernadora de la Reserva Federal, Lisa Cook, por parte de Trump y su justo contraataque pueden convertirse en ese momento. Para hablar de esto, hoy interactúo con uno de los observadores más perspicaces de la Fed, el profesor de la Universidad de Columbia Lev Menand, antiguo asesor del subsecretario del Tesoro y autor del libro The Fed Unbound.
La política económica estadunidense depende casi por completo de la Reserva Federal desde el último medio siglo. Fue entonces cuando dejamos de tener debates serios en el Congreso sobre opciones fiscales y pasamos la pelota a los banqueros centrales. Hicieron lo mejor que pudieron, pero sus herramientas son limitadas. Pueden subir o bajar las tasas; pueden comprar o vender activos. Sus herramientas son poco fiables. Y durante las últimas décadas, su política monetaria ha ido principalmente en una dirección: la flexibilización. Eso cambió, por supuesto, en los últimos años, y por eso Trump está indignado. No quiere tener que lidiar con políticas fiscales reales ni disciplina. Solo quiere la empalagosa dosis de dinero fácil, y la quiere ya.
Los miembros del Congreso, aunque no lo admitan, opinan lo mismo. Las cámaras, básicamente, cedieron su poder económico a la Fed en la era posterior a Reagan. Es mucho más fácil contar con tasas de interés más bajas para impulsar los precios de los activos que averiguar cómo volver a capacitar a los trabajadores, construir infraestructura o tomar decisiones difíciles entre grupos de interés en pugna. ¿Recortar las prestaciones sociales para los baby boomers? ¿Condonar la deuda para los millennials? Bueno, simplemente bajemos las tasas de interés.
Pero como ya nos dice el mercado de bonos, incluso si volvemos a recortar las tasas, la era del dinero fácil a largo plazo llegó a su fin. No solo está subiendo la curva de rendimiento a largo plazo, sino que los compradores extranjeros también están abandonando los dólares, algo que quedó puntualizado por las festividades de la semana pasada en China, durante las cuales los mandatarios de China, Rusia e India, Xi Jinping, Vladímir Putin y Narendra Modi, junto con otros líderes, se reunieron en imágenes que me dejan claro que estamos entrando en un mundo posdólar, tal vez antes de lo que creemos.
Sé que llevo un tiempo escribiendo sobre esto y que suelo ser pesimista respecto al mercado. Pero escucho una y otra vez a inversionistas internacionales decir que lo único que realmente no tolerarán de Trump es una Fed no independiente. Me parece que si encontró la manera de hostigar a Cook para obligarla a dejar su puesto y reemplazarla (y tal vez a otros gobernadores) por sus propios leales, estamos cerca de llegar a ese punto.
Así que, Lev Menand, mi pregunta es: ¿tengo razón? ¿Es el último momento? ¿Son las 11:30? ¿O no? En cualquier caso, ¿cómo se compara lo que ocurre ahora con otros episodios de politización de la Reserva Federal a lo largo de los años? ¿Y cuál crees que será el impacto final en el mercado durante el resto del mandato de Donald Trump?
Lecturas recomendadas
-En Financial Times, no se pierdan el artículo de The Big Read sobre el silencio de las empresas estadunidenses respecto a Trump. En mi opinión, hay fuertes ecos del pasado, y del silencio excesivo de las empresas en Europa (y en Estados Unidos) sobre el ascenso del fascismo en la década de 1930. Ray Dalio se pronunció sobre esto recientemente en Financial Times y yo lo comenté en CNN la semana pasada.
-También en Financial Times pueden leer mi columna sobre por qué son falsos los argumentos de Estados Unidos sobre la “libertad de expresión” que se oponen a la regulación tecnológica europea. Se trata de dinero, no de la Primera Enmienda.
-Mohamed El-Erian también explicó muy bien en Financial Times por qué los mercados pueden estar subestimando el impacto final de las sentencias de la Suprema Corte sobre los aranceles de Trump.
-Me decepcionó ver en The Wall Street Journal un artículo que aborda que los estadunidenses se están volviendo más pesimistas sobre la idea de que el trabajo duro conduce al éxito. Esas son malas noticias, si la gente no cree en el sueño estadunidense, la política solo se va a polarizar más.
Lev Menand responde
Hola Rana. Sí, esta vez es diferente. Pero no porque tengamos un presidente que quiera controlar la Fed. Eso no es nuevo. Lyndon Johnson tuvo un famoso enfrentamiento con la Reserva Federal en 1965. Nixon presionó por tasas de interés más bajas en 1972 (para impulsar su campaña de reelección). Harry Truman, luego de destituir a un presidente de la Fed, llamó traidor al siguiente. Trump, en su primer mandato, reprendió repetida y públicamente al presidente del banco central, Jerome Powell.
El Congreso no diseñó la Reserva Federal para que fuera totalmente independiente del presidente, y la presión del mandatario es de esperar.
Lo que es diferente ahora es que tenemos una Suprema Corte que desmanteló muchas de las restricciones legales a la acción ejecutiva que lograron frenar a los presidentes en el pasado. Y tenemos un presidente dispuesto a violar las que quedan, presumiblemente con la idea de que puede obtener más concesiones judiciales e incluso si pierde, la amenaza de tener que litigar contra el gobierno federal incitará a la mayoría a ceder.
Para entender por qué puede ser difícil dar marcha atrás, es necesario primero entender cómo llegamos a esta situación. El banco central está atrapado en el fuego cruzado de una guerra contra las agencias gubernamentales que se remonta a la década de 1980. Un grupo de abogados conservadores ha tratado de sortear al Congreso para reducir drásticamente la escala y el alcance de la regulación económica federal. Desarrollaron algo llamado teoría del ejecutivo unitario: la idea de que la Constitución otorga al presidente amplios poderes para ignorar las leyes que estructuran las agencias gubernamentales. Y llenaron los tribunales de jueces que implementarán esta teoría. Cuando Trump dice “tengo un artículo II”, se refiere a la interpretación constitucional que este movimiento creó.
En mayo, la Suprema Corte trató de proteger a la Fed de la nueva arma del presidente. Los jueces dijeron que cualquier decisión judicial futura que invalidara las leyes federales que aíslan a los funcionarios del gobierno del control presidencial probablemente no se aplicaría a Powell y sus colegas porque “la Reserva Federal es una entidad cuasiprivada con una estructura única que sigue la distintiva tradición histórica del Primer y Segundo Banco de Estados Unidos”.
Dejando de lado que esto no tiene mucho sentido, no está claro que sea suficiente para proteger la política monetaria del nuevo “artículo II”. Un problema es que el Departamento de Justicia argumenta ahora, como era previsible, que cualesquiera que sean los límites “con causa” que la Constitución permite al Congreso establecer para la Fed, estos deben ser en gran medida pro forma. (En otras palabras, los tribunales no podrían impedir que el presidente despidiera a Powell por el costo de la renovación del edificio Eccles).
Otro problema es que el presidente ha ejercido, mediante una orden ejecutiva, su poder inherente para controlar la regulación de las instituciones financieras por parte de la Reserva Federal. Dado que la regulación bancaria es una forma de política monetaria, y viceversa, una Casa Blanca que controle este ámbito puede tener un impacto significativo en la creación de dinero.
Todavía es posible que la Corte logre darse cuenta de lo que crearon: una presidencia convertida en un monstruo de Frankenstein; sin embargo, el tiempo se nos está acabando.