Justo antes de las 5 pm, la luz del atardecer en la bahía de Sagami es perfecta. Joshua Li, tranquilo en la banqueta con un traje de tres piezas, comienza a correr, pasando por delante de un guardia de seguridad, hasta la mitad de la calle. Su prometida lo sigue, mientras una estilista le levanta los pliegues del vestido.
Una multitud de decenas de turistas, que se vuelcan entre el tráfico, concede a la pareja taiwanesa unos respetuosos diez segundos para sus fotos antes de salir en masa a la estrecha calle para sus propias fotos con un escenario codiciado: el cruce ferroviario de Kamakurakokomae.
Ubicado cerca de un tramo de playa con mucho concreto, resulta ser el primer fotograma de uno de los manga más famosos de Japón. “Los dos somos grandes fans de Slam Dunk, y así fue como nos conocimos”, dice Li, ya de vuelta en la abarrotada acera con su prometida. “Este es uno de los 12 escenarios de manga y anime que visitaremos para las fotos de la boda”.
Sin embargo, la alegría de la pareja como visitantes no necesariamente la comparten sus anfitriones. Siguiendo el ejemplo de ciudades europeas como Barcelona y Venecia, los residentes de los puntos más congestionados de Japón, como Kioto, Nara y Osaka, empiezan a hablar de una crisis de “sobreturismo” (exceso de visitantes y turistas).

El tema incluso apareció en las elecciones para elegir al nuevo líder del gobernante Partido Liberal Democrático (PLD).
Las cifras sin duda lo confirman. Las llegadas anuales de visitantes extranjeros a Japón aumentaron de tan solo 6.7 millones en 2005 a casi 37 millones en 2024, y 2025 ya va camino de ser otro año récord.
Por un lado, el itinerario de la pareja, inspirado en el manga y que recorre varias ciudades, es algo que Japón lleva años fomentando activamente. Los sucesivos gobiernos aprovechan el interés internacional por la cultura japonesa y organizan campañas bien financiadas para atraer visitantes extranjeros, con la ayuda de eventos clave como los Juegos Olímpicos de Tokio de 2020, pospuestos por la pandemia de covid-19, y la actual Expo Universal de Osaka.
El gobierno estableció el objetivo de 60 millones de visitantes anuales para 2030, lo que representa un aumento de aproximadamente 50 por ciento con respecto a las cifras actuales.
Numerosos comerciantes se benefician del fuerte aumento de llegadas, y Japón, hasta el momento, no ha recurrido a las protestas públicas que se pueden ver en algunas ciudades españolas e italianas.
Pero, por otro lado, las constantes aglomeraciones en el cruce de Kamakurakokomae y otros lugares populares del país, junto con la indisciplina, el ruido y el incumplimiento de las intrincadas normas y la etiqueta por parte de algunos visitantes, empiezan a poner a prueba su apreciada omotenashi, u hospitalidad.
el dato37 millones de visitantes
Extranjeros recibió Japón en 2024.
Japón, víctima de su propio éxito
En Kamakura, una ciudad costera al sur de Tokio que alguna vez fue la capital de Japón, los visitantes japoneses y extranjeros superaron en número a los residentes permanentes por más de 90 veces durante el año pasado. Los turistas suelen concentrar sus viajes en una “ruta dorada” relativamente estrecha que atraviesa Tokio, Kioto y Osaka, lo que aumenta la sensación de hacinamiento, concentra las quejas locales e irrita a las zonas del país que siguen sin experimentar el auge económico.
Los lugareños se indignan por el aumento de precios y los alquileres residenciales inasequibles. “El éxito como país turístico llegó demasiado rápido para muchos en Japón”, comenta otro fotógrafo de bodas, mientras espera el próximo cambio de luces con una pareja tailandesa.
“En tan solo unos años, se pasó de llamarlo ‘auge de llegadas’ a llamarlo sobreturismo, y ha habido muchas quejas sobre el comportamiento extraño de los turistas”, añade el fotógrafo. “Pero creo que el principal problema es que nadie estaba realmente preparado”.
Según Toshinori Tanaka, investigador de turismo en la Universidad de Kyushu, este furor podría revelar mucho más sobre el envejecimiento y la disminución de la población de Japón, así como sobre su relativo declive económico, que sobre el comportamiento y el volumen de turistas.
“El sobreturismo es, por supuesto, un problema de capacidad, pero también hay un importante factor psicológico”, afirma, refiriéndose a un país que en su día envió hordas de turistas a todo el mundo. “Japón ahora es barato para los extranjeros y la gente siente que se están aprovechando de ellos”.

La reciente preponderancia del término sobreturismo, junto con el más desagradable kanko kogai o “contaminación turística”, que prolifera como etiqueta en redes sociales, plantea dudas sobre su legítimo uso.
Daisuke Abe, especialista en políticas públicas de la Universidad Ryukoku, dice que, si bien el sobreturismo se refiere básicamente a la disrupción de la vida cotidiana de la gente común o al deterioro de la experiencia turística, aún no está claro si gran parte de Japón ya cruzó esta línea.
Gran parte del aumento en la llegada de turistas extranjeros se debe a la flexibilización de las normas de visado para los visitantes chinos y de otros países asiáticos hace aproximadamente una década, y a la enorme expansión de la capacidad de vuelos internacionales en el aeropuerto Haneda de Tokio.
La debilidad del yen —que ha caído cerca de 45 por ciento frente al dólar desde finales de 2010— se ha convertido en un poderoso imán para los visitantes extranjeros y ha ayudado a borrar la vieja percepción de Japón como un destino prohibitivamente caro.
Al mismo tiempo, ha desalentado a los jóvenes japoneses de viajar al extranjero, empujándolos a pasar sus vacaciones dentro del país.
el dato60 millones de turistas
Anuales quiere captar el gobierno japonés para 2030.
Los baby boomers japoneses, que recorrían los destinos turísticos en grandes grupos portando cámaras de última generación durante el auge económico del país en la década de 1980, ahora tienen más de 70 años y es tan probable que cuiden a sus cónyuges mayores como que viajen por el mundo.
Para los mayores de 75 años —que hoy representan cerca de 16 por ciento de la población japonesa—, la llegada cada invierno de decenas de miles de jóvenes australianos en vuelos de bajo costo para esquiar a precios accesibles en Japón no hace sino acentuar la sensación de humillación económica, señala Tanaka. “A nadie le gusta que los turistas le digan lo barato que es todo, cuando no hace mucho Japón era el país más caro del mundo”.
Como resultado, cada vez más visitantes japoneses se codean con más extranjeros en muchos de los principales puntos turísticos del país, lo que provoca un aumento de los precios. El costo promedio de las habitaciones en los hoteles, que analizó Tokyo Shoko Research, un grupo independiente de investigación de mercado, aumentó más del doble desde 2021. Las tarifas en los mejores establecimientos de las ciudades más populares se incrementaron aún más.
Los lugares clave, en particular los templos más populares, de la antigua capital, Kioto, están tan concurridos que muchos japoneses llegan a considerar que este centro cultural y culinario, famoso por sus artistas tradicionales, las geishas, ya no vale la pena visitarlo. Esa ciudad en particular, según Abe, podría haber cumplido con la definición de sobreturismo, lo que significa que la vida normal ya no es posible para sus habitantes.
Los organizadores de viajes escolares nacionales dicen que empezaron a notar que los centros educativos prefieren otras ciudades en lugar de Kioto, una ciudad donde las visitas se consideraban un rito de iniciación para los niños japoneses.
“El problema para los estudiantes y profesores que visitan Kioto es que en la actualidad toma mucho tiempo desplazarse de una parte de la ciudad a otra, y a veces no pueden visitar todos los lugares que pretendían”, dice la Asociación Japonesa de Viajes Escolares. Muchos centros educativos evalúan alternativas como Kanazawa, Nagasaki y Hokkaido. “No solo es la cantidad de turistas, sino el aumento de los precios lo que hace más difícil que las escuelas sigan yendo a Kioto”, añade.
Abe reconoce que el empleo y el consumo están aumentando y que este auge es económicamente positivo. “Pero en ciertas zonas de Kioto, la simple existencia del turismo se siente negativa”, añade. “El número de hoteles aumentó tanto que las rentas subieron y la gente no puede vivir allí, y no hay una sensación real de que la vida de los habitantes de Kioto esté mejorando”.
“Si seguimos impulsando el turismo solo por sus beneficios económicos, las desventajas serán cada vez más evidentes”, concluye.
La nueva turismofobia japonesa
Esta no es la primera vez que los medios japoneses declaran una crisis de sobreturismo. En la década de 1960 y principios de la de 1970, con el auge económico, los trenes de alta velocidad que conectaban las grandes ciudades y la abundancia de dinero disponible, las familias jóvenes comenzaron a realizar viajes nacionales en masa.
el dato7.5 por ciento del PIB
Representa el turismo en Japón.
En contraste con la percepción moderna de Japón como un país limpio y ordenado, con modales impecables, aquellos primeros turistas solían ser espectacularmente desordenados y animados cuando vacacionaban en su propio país.
Los conservadores mostraron su oposición a la aparente profanación de Kioto, Nara y otros lugares. Los periódicos publicaron artículos de opinión en los que denunciaban la contaminación turística.
En un famoso artículo de 1971, el antropólogo Tadao Umesao declaró: “Lo más aterrador es que las personas que viven en lugares conocidos como destinos turísticos, al tomar conciencia del turismo, olvidan que son los protagonistas de su propia tierra y cultura, y comienzan a convertirse en sirvientes de extranjeros”.
En 2025, una versión de esa misma consternación, alimentada por la sensación de que los visitantes extranjeros no pueden o no quieren comprender la importancia que los japoneses le otorgan a las reglas y los buenos modales, se convirtió en una fuente predilecta de ira en línea, a veces teñida de xenofobia, para los japoneses que ahora se sienten asediados en sus propias ciudades.
Vídeos virales de turistas ansiosos por tomarse una foto persiguiendo geishas por las calles de Kioto o columpiándose en las sagradas puertas torii, de basura tirada, mala educación en los trenes, de maletas abandonadas, grafitis y otras infracciones, crean la impresión de una avalancha mayor de la que realmente es, según expertos en turismo de Kioto.

Chieko Tanaka, defensora de una mejor relación entre turistas y residentes en Kioto, elaboró un conjunto sustancial de recomendaciones para mejorar el comportamiento turístico y cómo debería responder el propio Japón, denominado Guía de Acción Turística. Próximamente se publicará una versión más accesible del libro de 90 páginas.
“Cuando llegué a Kioto, vi a muchos turistas ruidosos que abarrotaban la ciudad, y también vi a residentes locales que no los recibían bien”, dice Tanaka. “Me di cuenta de que esto requería un nuevo término, así que quiero presentar al mundo la idea de Touristship.
Es como la deportividad (sportmanship) –un código de conducta adecuado– pero para turistas”, añade. “El problema de Japón no es el exceso de visitantes, sino la turismofobia”.
La acuñación que hace del término turismofobia, según los analistas políticos, es particularmente acertada, ya que el tema adquirió una clara dimensión política. Siempre ha habido un fuerte trasfondo de sentimiento antichino arraigado en el sentimiento antiturístico, dice un organizador de paquetes turísticos de Shanghái.
el datoMás de 50 mil
Visitantes al día reciben los templos en Kioto.
A medida que Japón envejece y su población se reduce, su escasez de mano de obra se vuelve más grave, creando una nueva demanda de mano de obra inmigrante para cubrir las vacantes. La consiguiente afluencia de residentes extranjeros, que ahora representan alrededor de 3 por ciento de la población total de Japón, genera sus propios debates políticos y es interpretada por la derecha como una calamidad inminente para el país en su conjunto.
Algunos políticos lograron combinar las molestias a corto plazo provocadas por el comportamiento inapropiado de los turistas con las advertencias a largo plazo sobre el impacto de la inmigración masiva en la vida tal como la conocemos en Japón.
Sanae Takaichi, la ultraconservadora política del PDL –y exministra de Estado de la estrategia de poder blando Cool Japan, que se lanzó en 2013, para atraer turistas– es la favorita en una contienda que podría convertirla en la primera mujer primera ministra del país.
En la conferencia de prensa inaugural de su campaña, Takaichi, quien adoptó una postura de línea dura contra la inmigración, reiteró las acusaciones de malos tratos generalizados por parte de extranjeros contra los ciervos sagrados que deambulan por la antigua ciudad de Nara, a pesar de que las autoridades locales afirman no tener informes al respecto.
el dato9 de cada 10 residentes dicen
Sentirse “abrumados” por la cantidad de turistas.
“Quiero abordar el sentimiento creciente y silencioso de ansiedad y enojo que muchos japoneses empiezan a sentir”, dijo.
El tren bala no trae multitudes
Si Japón quiere evitar que la ansiedad pública empeore, aliviar los efectos de la aglomeración y difundir más ampliamente los beneficios económicos del turismo, según los expertos, necesita fomentar dos cosas.
Una es la repetición de las visitas de turistas que ya no necesitan visitar los sitios más populares. Otra es una mejor infraestructura para animar a los turistas a explorar las numerosas zonas de Japón –un país que se extiende a lo largo de más de 3 mil kilómetros desde Hokkaido, al norte, hasta Kagoshima, al sur– que aún permanecen relativamente intactas por los visitantes extranjeros.

Sin embargo, Fukui se mantiene como la segunda prefectura menos visitada de Japón por turistas extranjeros, según las cifras de estancias en hoteles. Las esperanzas de la región de convertirse en un destino turístico más habitual se fortalecieron el año pasado cuando el tren bala japonés se extendió de Tokio a la ciudad de Fukui, algo que redujo en una hora el tiempo de viaje a menos de tres horas y eliminando los transbordos.
Pero Tomoko Mineyama, con 20 años de experiencia en la caseta de información turística de la estación de Fukui, afirma que solo se produjo un “aumento marginal” y que definitivamente “no se trata de un sobreturismo”.
“Pensé que las cosas cambiarían con el tren bala, pero el aumento fue mucho menor de lo que esperaba”, dice, y añade que solo entre cinco y diez turistas extranjeros consultaban al día, en comparación con los visitantes japoneses, que pueden oscilar entre 80 y 300 al día.
el datoMil 500 dólares por viaje
Gasta en promedio un turista extranjero en Japón.
Su diagnóstico del problema fue que la cantidad y la calidad de los hoteles habían mejorado enormemente, pero el transporte público para acceder a las numerosas atracciones que están distribuidas por la campiña de Fukui se estaba quedando rezagadas.
Incluso si logra atraer más turistas, Fukui se enfrenta a la realidad de una grave crisis demográfica: sufre la peor escasez de mano de obra de Japón, con el mayor número de vacantes por persona. Pero, por ahora, la escasez que sufren los hoteles y posadas no es de trabajadores, sino de visitantes.
“Todavía no tenemos suficientes turistas”, dice Shigeru Saigyo, alcalde de la ciudad de Fukui. “No he oído hablar de situaciones en las que hubiera demasiados turistas y poco personal para atenderlos”.
JLR