“Hay tiro”, dirían en mexicano los demócratas de Estados Unidos tras llevarse todo en las elecciones locales del martes 4 de noviembre.
No lograron la unidad de perspectivas en un partido dividido entre izquierdistas y centroderechistas: los primeros, con el rostro del joven musulmán socialista Zohran Mamdani, ganaron la muy visible alcaldía de Nueva York; mientras que los segundos, retuvieron la gubernatura de Nueva Jersey y les arrebataron a los republicanos la de Virginia.
De manera que ni la ruta radical ni la moderada, hacia las legislativas de 2026, ganaron claridad como la que los demócratas deben seguir para vencer a Donald Trump.
Pero el electorado sí le ajustó cuentas al Presidente, y es por eso que hay tiro: además de esas importantes preseas, candidatos demócratas se impusieron en las tres magistraturas de la Corte Suprema de Pensilvania que estaban en juego; conquistaron la vicegubernatura (con una mujer musulmana) y la fiscalía general de Virginia.
Por primera ocasión en la historia, lograron entrar con dos asientos a la Comisión de Servicio Público de Georgia, que siempre habían controlado los republicanos; en Somerville, Massachusetts, por primera vez, con el 55 por ciento de los votos, un municipio decidió retirar toda inversión pública relacionada con Israel.
Además, —y esto es clave—, los demócratas arrasaron dos a uno en California, en una lucha clave de la batalla nacional de redistritación que definirá si Trump pierde o no el Congreso el próximo año.
Una pequeña fiesta nunca mató a nadie
La vez anterior que Donald Trump tuvo un cierre del gobierno siendo presidente, en la Navidad de 2018, tuiteó “Estoy completamente solo (pobre de mí) en la Casa Blanca”.
Más de un millón de empleados federales habían dejado de recibir sus salarios, los cupones de ayuda alimenticia de los que dependen millones de personas no habían llegado y Trump, el de entonces, tuvo la prudencia de no ostentar su buena vida.
Ahora, este nuevo cierre, que es ya el más largo de la historia, le tocó en el primer periodo de elecciones locales en el que los estadunidenses podían juzgar el desempeño de su administración, y las encuestas indicaban que culpan más a los republicanos que a los demócratas.
Esos mismos ejercicios estadísticos están causando alarma entre sus partidarios. El sondeo de la cadena CNN publicado el lunes 3 de noviembre indicó que la aprobación del Presidente cayó a solo 37 por ciento, desde el 47 por ciento que tuvo en febrero: con una desaprobación del 63 por ciento, casi dos consultados lo reprobaron por cada uno que lo aprobó.
A la pregunta de cómo van las cosas en Estados Unidos, un 68 por ciento respondió “mal/muy mal”, y el 47 por ciento dijo que el problema más importante que enfrenta el país es la economía y el costo de vida.
En contraste, los temas que Trump ha tomado como eje narrativo, la inmigración y la seguridad (ha ordenado intervenciones federales en varias ciudades porque, según él, son un “infierno” y están “devastadas por la guerra” de “delincuencia, derramamiento de sangre, caos”), sólo son considerados prioritarios por un 10 y un 7 por ciento de los encuestados, respectivamente.
A pesar de la evidencia de descontento en datos duros, este Trump, al que apenas el 18 de octubre, unas 7 millones de personas en 2 mil 700 localidades de todo el país acusaron de creerse rey, es el que les responde con un video hecho con IA en el que él mismo aparece con corona de emperador, pilotando un avión desde el que les arroja inmensas bolas de excremento.
El sondeo de CNN arrojó que un 26 por ciento de los estadunidenses cree que el principal problema es el estado de la democracia en su país.
Pero este Trump no sólo hace viajes nacionales e internacionales mientras parte del electorado pasa hambre; es festejado en fastuosas recepciones y le obsequian tributos dorados; tira parte de la Casa Blanca para hacerse construir una sala de baile de ocho mil metros cuadrados.
También organiza una fiesta de Halloween inspirada en El Gran Gatsby (sobre el dispendio y la corrupción de las clases altas neoyorquinas de hace justo un siglo), con bailarinas sobre enormes copas de champán y el fondo musical de la canción Una pequeña fiesta nunca mató a nadie.
La lucha clave por la redistritación
La victoria del sonriente Mamdani en Nueva York tiene un gran simbolismo, por lo que representa en la renovación del establishment demócrata, que en los hechos jugó a favor de Mario Cuomo, oponente del joven aspirante: la base del partido venció a la dirigencia.
Al mismo tiempo, se rebeló contra Trump, al llevar a las urnas la protesta en las calles contra las redadas del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), contra su política de ayuda a Israel y contra el elevado costo de la vida, según la encuesta de salida de CNN.
El éxito en Virginia y en Nueva Jersey, a su vez, fortalece al frente demócrata y a la visión de que el partido debe ganar al electorado de centro.
Sin embargo, aunque son menos visibles, los datos de California y Pensilvania son clave para la gran disputa por el Congreso de 2026.
Los del segundo estado, porque tiene un importante peso electoral y los trumpistas en 2020 intentaron ganar judicialmente ahí lo que habían perdido en las urnas: los tres magistrados que ganaron este martes les permiten a los demócratas retener una mayoría en la Suprema Corte estatal y de esta forma, defender sus triunfos.
En cuanto al primero, Trump desató una tormenta nacional al pedirles a sus partidarios en los estados que controlan que rediseñen los distritos electorales para asegurar triunfos republicanos.
El gobernador de Texas, George Abbott, lo hizo de inmediato: mediante el trazo de nuevos límites, dividió, expandió y redujo distritos electorales para aislar y separar las zonas de votación demócrata, con lo que los republicanos podrán adjudicarse cinco escaños más en el Congreso, el próximo año.
Después hicieron lo mismo en Ohio (+2), Misuri (+1) y Carolina del Norte (+1), con lo cual se adueñan por las malas de un total de nueve asientos legislativos federales.
Los demócratas respondieron igual en Utah, para ganar uno. Y en California, el martes, el 63 por ciento de los votantes apoyaron una redistritación que les dará cinco representantes más.
Con estos suman seis contra nueve de los republicanos… pero con la marejada de victorias de este 4 de noviembre, y el carisma de Mamdani, los demócratas por fin sienten que, para 2026, hay tiro.
MD