Al igual que en 1982, cuando se fundó, ingresar a Prendes es vivir una experiencia singular, el ambiente, el diseño de sus salones y hasta la colocación de sus mesas; amén de la propuesta gastronómica del chef ejecutivo, Román Aguilar, se combinan para hacer la estadía placentera.
Ahora, administrado por la cuarta generación Álvarez, luego de que el restaurante fue fundado por Don Lázaro Álvarez García a finales del siglo XIX, la modernidad adereza la experiencia que se vive en su sede, en Polanco.
Hasta ahí, como en sus inicios el restaurante no pierde sus distintivos, la elegancia de sus comensales, la amabilidad del servicio y, por supuesto, la sofisticación de su gastronomía en la que la fusión de la tradición asturiana se combina con la riqueza de la cocina mexicana, que a diario crean las mayoras lideradas por el chef Román.
En su nueva sede, a un costado de El Palacio de Hierro Polanco, después de haber estado en lo que hoy se conoce como El Palacio de Bellas Artes, y años más tarde en la calle de 16 de septiembre en el Centro Histórico; el restaurante acapara la atención de la juventud y complace a los fieles comensales que ya conocen el ritual de camaradería y gran sabor que se vive al cruzar la puerta.
Hasta una de las mesas de la terraza, donde una fuente se suma al ambiente y regala tranquilidad, llega una mezcalita seguida de unos Volcanes de ribeye, cuyo sabor solo es el preámbulo del banquete que está por servirse.
Son casi las 3 de la tarde y el restaurante luce casi lleno, aunque con el pasar de los minutos no cesan los comensales por lo que media hora después, como en sus primeros años cuando Diego Rivera era cliente asiduo e impuso el platillo con gusanos de maguey; el Prendes está a toda su capacidad.
Más de 130 años y el arraigo del restaurante se mantiene, como cuando en sus anteriores sedes, recibía a tantos famosos por sus mesas pasaron María Félix, Emiliano Zapata, Venustiano Carranza, el Doctor Atl, Walt Disney, Gary Cooper y Frida Kahlo, comparte el anfitrión, Emilio Farfán; al tiempo que tres clásicos de la carta se apoderan de la vista de los comensales.
Cebiche de robalo con piña y coco, Tiradito de ribeye en salsa de cítricos y Camarones a las brasas en espejo de mole añejo; además de una de sus principales delicias, El filete de robalo cantábrico que, se proponen maridar con una variedad de vinos, blanco, rosado y tinto; acaparan la atención de los comensales.
Aunque con gran tradición, el restaurante ejecuta las acciones de la modernidad, por lo que la sustentabilidad se ha sumado a su filosofía, de tal forma que el menú se crea a partir de ingredientes de temporada y su origen es de productores locales.
El tráfico de Polanco casi es imperceptible, gracias al sonido de la fuente que se suma a la escena final, cuando el postre llega para cerrar la experiencia en la que se disfruta la riqueza de un gran clásico.
AJR