Las palabras apapachan, ablandan con el abrazo de su resonancia. O tunden como patada de mula. Algunas veces se dejan escuchar con jiribilla o se pronuncian arrastradas, lentamente, cambiando en el viaje su significante. Pero hay algunas aparentemente inexplicables, siendo un vocablo local, código que da identidad a una región.
La mayoría sirven para nombrar a las cosas. Pero otras se pronuncian para sobrenombrar, echar carrilla o vacilar un largo rato. La palabra es vocablo, expresión. Y en origen etimológico su derivación es pura parábola, no sólo como definición de una narración breve y simbólica de la que se extrae una enseñanza moral sino como ecuación de curvatura abierta que en ocasión alcanza la simetría respecto a un eje siendo cruz de encuentro, comunicación.
El sonido de la palabra puede ser semejante al del canto de un ave, pero su carga simbólica puede alcanzar potencialmente también el rugir de un león embravecido, en uno o varios sentidos.
No obstante, en cada región se construye la identidad colectiva a partir del lenguaje articulado en lo cotidiano, como cuando se tiene hambre y se va al tabarete a pedir un lonche de adobada, o que los asqueles a discreción suban a la mesa y los moyotes nos chillen alrededor de las orejas.
Luego podría seguir el camino al agua celis o la chela bien muerta en una cantina de puertas de persiana donde entran los grupos norteños con sus guaripas a jalar las tripas del tololoche cantando El pávido návido al estilo de los viejones de Linares. De voz golpeada, se dice sobre el habla de los norteños.
Pero los laguneros con vocablos que se comparten entre Coahuila y Durango, se amparan a los nahuatlismos que en la región son moneda corriente pero que cualquier forastero encontrará confusos, divertidos o indescifrables. A ello se suman expresiones confusas como el decir que todo está reborujado, ánde no, achis… Ese hervidero de palabras hace por momentos una madeja difícil de desenredar, es por ello que pedimos el apoyo de algunos escritores que nos harán reconocer el poder del habla lagunera desde el corazón de la expresión misma, luego de haberla pronunciado dentro y fuera de la región.
¡Achis! -
Jacobo TafoyaEn La Laguna, cuando algo nos causa incredulidad leve o rechazo, a veces decimos “achis”; incredulidad cuando alguien nos cuenta algo poco probable: “¡Achis!, ¿neta?” (y si el “achis” es doble, ya va con guasa), o cuando algo nos extraña en el propio entorno: “¡Achis!, ¡si aquí estaba!”; rechazo cuando objetamos algo que nos encasquetan: “¡Achis!, ¿yo por qué? Dile a él.”, que se pronuncia más lento y va con el ceño fruncido.
En ambos casos el “achis” puede ir luego de un chasquido de lengua y se puede sustituir con un “ahchinga”, o si el corazón es todavía más lagunero, con un bellísimo “ahchingachingachinga (¿qué?)”, donde a menos velocidad, más serio el asunto.
El origen se adivina desde el arcaico “Achis, achis, los mariachis”.
En Jales sobre habla lagunera, el maestro Saúl Rosales nos dice que la interjección podría ser una mutilación del ibérico “mecachis”, que más bien es como un “carajo”; en su Diccionario breve de mexicanismos, el lingüista Guido Gómeznos dijo que es eufemismo de “ah chingao”.
Acá voy a apostar a que, en La Laguna,“achis” es una adaptación fonética, inocente, de “ah, chinga” (áchinga), aceptada en el lenguaje familiar, nacida para quienes no quieren ponerse altisonantes, pero les urge entripar el asombro.
El “ande no” -
Roberto CarsonEra 2011 y apenas comenzaba un trabajo en Monterrey, Nuevo León. Una región tan cerca, pero al mismo tiempo tan lejos de La Laguna.
La misión fue representar a Torreón desde los más pequeños hasta los más grandes detalles, por eso me ponía la playera del Santos Laguna en cualquier oportunidad, aunque también era cuidadoso de no crear rivalidades fuera de la cancha.
Sin embargo, aparte de mi armadura albiverde, mi lugar de origen fue delatado por la conjunción de dos palabras: “ande no” y en ocasiones su variable de sorpresa “anda”.
Monterrey es una plétora de acentos y regionalismos, pero nada más delator que “ande no”, inmediatamente los demás reconocen de dónde provienes.
A pesar de la “carrilla” o el “carro” que le echaban a uno por hablar distinto, ni cuenta me daba de cuando lo decía porque ni siquiera era algo planeado, solamente salía al mismo tiempo que un elemento sorpresa.
A pesar de los sorprendidos que buscaban una respuesta a la formación de la expresión, sólo pude decirles que fue un invento de nuestros antepasados para demostrar nuestro origen lagunero en tierras lejanas. Algunos lo creyeron y otros no.
Asquel -
Julio César FélixAsquel: asquil, ázcatl, áxcatl; azquel, azquil, azquilín (etimología náhuatl).
Expresión utilizada comúnmente en la Región Laguna de Coahuila. Es una hormiga diminuta. Aparece en el verano; aterroriza a quienes se encuentren en casa; saquea los depósitos de comida, desaparece los restos de cucarachas y todo tipo de insectos; modifica la corteza terrestre y muerde a otros seres vivientes para dejarles una comezón y un ardor inimaginables. Hacen desaparecer todo el cableado eléctrico de una vivienda, incluso el de un edificio de gran tamaño. Son implacables. Son de color rojizo o negro. Son una plaga.
Los asqueles unidos representan una gran fuerza. Solos, pierden su poderío, y su rumbo. En el fondo de su pequeña coraza sabe que él es una pieza de un engranaje mayor conformado por otras bestias diminutas. Es un asquel. Habitante y guardián de estos desiertos ancestrales. En estas tierras abundan los colorados. Este ángel rojo es un pequeño monstruo desértico que no actúa solo en La Laguna.
Localismo y lenguaje
Localismo:Un localismo o modismo es una palabra cuyo significado pertenece a un determinado lugar o región. La utilización de un determinado localismo indica la procedencia del hablante y brinda información sobre él.Lenguaje: Los localismos que se utilizan en México se les llama mexicanismos. Los localismos más recientes se utilizan en principio en la lengua oral y, con el tiempo, pueden llegar a incorporarse al lenguaje escrito.
CALE