Playa Miramar, la joya del sur de Tamaulipas, vivió su mejor época en la primera mitad del siglo XX, cuando brilló a través de elegantes casinos que dieron un esplendor único a este rincón del Golfo de México.

Eran los tiempos del auge petrolero, aquellos que trajeron mucha riqueza a la zona sur del estado y de la que solo quedan recuerdos en Ciudad Madero.
Fue un capítulo en la historia que se fue para no volver, y hoy marca contrastes sobre el potencial de este sitio turístico, cuya belleza no le ha alcanzado para ser incluido dentro de los planes sexenales de desarrollo.
En 1932, el Gremio Unido de Alijadores construyó el mítico Casino Miramar, con elegantes salas de juego para póker, ruleta, dados y bacará, con crupieres uniformados de etiqueta.

Contaba con restaurante, bar, servicios de balneario y un gran puente para que los visitantes se adentraran al mar a pasear o pescar. “Esta construcción simbolizó un fragmento exquisito de historia, caracterizado por la opulencia de la sociedad tampiqueña durante el auge petrolero”, se lee en el Museo de Tampico.
En este centro cultural se exhibe una representación gráfica que es admirada por propios y extraños. La reseña describe que los cuatro grandes salones del casino estaban tallados en fina madera y techo estucado con formas mayas.

Fueron escenario de espectáculos musicales con orquestas internacionales y artistas de renombre que pusieron a bailar a las personas que llegaban desde distintos rincones del país y del extranjero, a bordo de lujosos automóviles y vestidos con abrigos, trajes de piel y sombreros de pluma.
El Casino Miramar fue, sin duda, el más famoso y hermoso de la playa en aquel tiempo. Era propiedad del general Abelardo Rodríguez, de acuerdo con información de la cronista municipal Carolina Infante, autora del libro "Crónicas y anécdotas de Ciudad Madero".
Dejó de funcionar como casino el 31 de diciembre de 1934, ya que el general Lázaro Cárdenas, al tomar posesión como presidente de México al día siguiente, prohibió el juego en toda la nación mediante un decreto federal.

El personaje señaló que los recursos económicos manejados por los centros de apuestas en todo el país no estaban regulados por la Secretaría de Hacienda. En ese tiempo no existía legislación sobre lavado de dinero y los juegos de azar se clasificaban como giros negros.
“El inmueble lo adquirió entonces el Gremio Unido de Alijadores, que lo administró como balneario y salón de baile, funcionando hasta septiembre de 1955, cuando fue destruido por el ciclón Hilda”, menciona la historiadora.
El recuerdo de aquella bonanza —truncada primero por el decreto que cerró los casinos y los convirtió en simples balnearios, y luego rematada por la furia destructora del ciclón Hilda— se preserva para las nuevas generaciones en el Museo de Tampico y el Archivo Histórico de Madero.
Un casino dentro del mar
El Miramar fue, literalmente, un casino dentro del mar. En plena construcción fue azotado por el ciclón de 1933, que le causó pocos daños. Carolina Infante cuenta que su estructura era de dos pisos y que, en la parte poniente, se construyó un puente para que por ahí pasaran los autobuses y coches.
“En la planta baja del edificio tenía servicio de bar y restaurante, y una enorme pista de baile; su arquitectura interior era tipo maya, sus pisos de fino mosaico y sus ventanales de cristal de gota de varios colores”, menciona la cronista.
En el oriente, el casino se abría al horizonte marino. Su terraza, vasta y luminosa, se convertía también en pista de baile bajo el cielo abierto, mientras la brisa del golfo acariciaba a los danzantes como un invitado invisible.

Desde esa terraza partía el puente de unos 60 metros que se adentraba en el mar. En su extremo, los pescadores, armados con cañas o simples piolas, encontraban en aquel rincón su refugio y su deporte, cuando las aguas aún regalaban capturas generosas y el tiempo parecía inagotable.
Según relatos de la época, la playa junto al casino guardaba su lado peligroso. Los pilotes del malecón, mecidos por el oleaje, formaban remolinos traicioneros, y las pozas profundas cobraban vidas de quienes se aventuraban demasiado cerca. Aun así, aquel mar, indómito y majestuoso, seguía siendo testigo de la alegría y el esplendor de Miramar.
A los costados del puente florecieron modestos puestos donde las conchas marinas, nacidas de la orilla y acariciadas por las olas, se transformaban en delicadas artesanías. Eran recuerdos con aroma de mar que, con el tiempo, viajaron más allá del horizonte, llevando un pedazo de Miramar hasta Estados Unidos y Canadá.

Para las clases populares, el tranvía era el medio habitual para llegar a la playa. Familias y visitantes hacían uso de ese transporte que los dejaba hasta donde actualmente se ubican las instalaciones de la Primera Zona Naval, y de ahí continuaban hacia Miramar, lo que facilitaba el acceso a los casinos y balnearios.
El funcionamiento de estos sitios de esparcimiento familiar, con su llamativa arquitectura, marcó para muchos la mejor época que ha vivido la playa. Una gloria que no ha podido repetirse, en parte porque la falta de servicios públicos y la incertidumbre jurídica sobre la tenencia de la tierra dificultan cualquier desarrollo aproximado.

De acuerdo con una consulta rápida a los planes nacionales de desarrollo de las últimas décadas, playa Miramar no ha figurado en las estrategias sexenales de turismo.
La actual administración federal afirma que es una prioridad promover el desarrollo de infraestructura turística que consolide destinos prioritarios y diversifique la oferta de nuevos lugares, posicionándolos para atraer la llegada de más visitantes.
A petición del gobierno de Tamaulipas, se busca convertir a Miramar en un destino turístico referente de México, por medio de un plan maestro de reordenamiento, la mejora de la infraestructura y los servicios turísticos, la promoción del destino a nivel nacional e internacional y la generación de un marco legal sólido para atraer inversión y desarrollo.

A su vez, el gobierno municipal de Madero ha propuesto un desarrollo integral, buscando la participación de los tres niveles de la administración pública, el sector privado y la sociedad.
El Plan Municipal de Desarrollo 2024–2027 incluye un eje estratégico denominado “Miramar, la playa de todos”, que busca impulsar el desarrollo integral y sostenible.
Escenario de una película muda de Tin Tan
La primera película muda relacionada con los casinos de playa Miramar es un cortometraje titulado "El que la traga, la paga", protagonizado por el actor cómico mexicano Germán Valdés Tin Tan. Fue filmado en el emblemático Casino Miramar de Madero.

Con una duración de aproximadamente siete minutos, el cortometraje muestra una peripecia de dos actores en la playa y quedó arrumbado por décadas.
“Este cortometraje marcó un hito al poner a Ciudad Madero y playa Miramar en el mapa tintanesco, ya que fue uno de los primeros filmes en los que aparece quien más tarde se convertiría en una figura icónica del cine mexicano. La grabación en el lugar permitió que el público conociera las bellezas de este rincón natural del Golfo de México”, dice el cronista adjunto de Tampico, Francisco Ramos Alcocer.
Aunque fue filmado en 1943, su existencia permaneció en el olvido hasta que fue recuperado durante la grabación de un documental, lo que permitió su difusión y el reconocimiento de su importancia histórica. Actualmente está disponible en plataformas como YouTube, donde puede ser apreciado por nuevas generaciones interesadas en la historia del cine mexicano y la cultura de playa Miramar.
“Este cortometraje es un testimonio invaluable de la época dorada de los casinos en playa Miramar y del legado cultural que dejaron en la región”, cuenta el investigador histórico.
Subraya, además, que personajes como María Félix y Jorge Negrete participaron en los espectáculos que amenizaron aquellas memorables noches de diversión en el Casino Miramar.
Gobierno abre la puerta
Paradójicamente, más de 80 años después del decreto presidencial que cerró los casinos en playa Miramar, el gobierno de Tamaulipas les abrió nuevamente la puerta con una ley aprobada el 21 de noviembre de 2018, prometiendo reactivar la economía. Sin embargo, el principal obstáculo fue —y es— la tenencia de la tierra. Aunque la ley permite operarlos, la incertidumbre jurídica desalienta la inversión y frena el renacer de aquella bonanza.
A esto se añade la Ley de Construcciones, que limita la altura de cabañas, miradores y extensiones de hoteles, obligando a concesiones federales que rara vez se tramitan, aunque muchos establecimientos ignoran la norma para acercar a sus clientes al mar.
La falta de servicios básicos completa el mapa de obstáculos. Miramar conserva su belleza natural y su memoria, pero su potencial económico sigue suspendido entre los recuerdos de un pasado próspero y la espera de un futuro posible.
En mayo de 2025, el gobierno municipal anunció una inversión de 100 millones de pesos para traer agua potable y drenaje a la parte sur de playa Miramar, con la promesa de extender estos servicios hacia el norte. Mientras tanto, su desarrollo pleno depende de que se cumplan las condiciones necesarias para florecer junto al mar.
JETL