En el Camino pone en pantalla un rostro poco explorado de la comunidad LGBT en México: el de aquellos que viven su identidad en entornos atravesados por el machismo, la homofobia y la violencia. Ambientada en el norte del país, la película de David Pablos muestra cómo el deseo entre dos hombres se vuelve una forma de sobrevivir y revela las contradicciones de un mundo donde ser uno mismo todavía implica riesgo.
“Por azares del destino, descubro el mundo de traileros gracias a un fotógrafo oaxaqueño, Luis García. La vida nómada me conmovió mucho. Escuchar las historias de carretera, la hermandad, ver la hermandad que existe en El Camino”, dijo a MILENIO David Pablos, sobre ese primer acercamiento que se transformó en un recorrido por paraderos, gimnasios, bares gay y carreteras, buscando las voces que dieran sustancia a sus personajes.

En ese entorno de asfalto nacen Muñeco (Osvaldo Sánchez) y Veneno (Víctor Miguel Prieto), dos hombres que intentan reconocerse en un ambiente donde la masculinidad es un mandato y el amor un riesgo, “me parecía fundamental diseccionar cómo el machismo acota y limita las relaciones humanas”, explicó Pablos, “y hacerlo desde lo cotidiano hasta lo íntimo, cuesta tanto trabajo sincerarse y expresar lo que uno realmente siente”.
Aunque el filme no elude la violencia que marca a México, Pablos deja claro en que no se trata de una película sobre el crimen organizado o la violencia al norte del país, sino sobre las consecuencias emocionales de vivir en un entorno hostil, es innegable que “me importa la violencia normalizada que vivimos, pero quería hablar de algo más: de cómo esta realidad marca a los personajes, moldean a los hombres, sus miedos y sus deseos”.
“Además de tocar el tema del machismo, quería hablar de la realidad del país a través de las características de los hombres que las transitan. Mucho de lo que se habla en la película está tomado de historias reales. Para mí era muy importante que esa radiografía fuera lo más precisa posible, porque es algo que me inquieta. ¿Qué hacemos con una violencia que ya es parte de nuestro día a día y que ya no sorprende a nadie?”, agregó David.

En esa historia, el deseo también es resistencia. El director muestra cómo los personajes se debaten entre el impulso de amar y la negación impuesta por su entorno y lo vemos con Muñeco, “él solo puede expresar el deseo bajo el efecto del alcohol o las drogas. Es entonces cuando cae la máscara y se permite disfrutar”, explicó Pablos, “pero también quise mostrar empatía, incluso humor, porque aunque es trágico, siempre hay una pequeña esperanza”.
A través de Veneno, Pablos propone una resignificación de la masculinidad. El personaje está orgulloso de su identidad, pero enfrenta el rechazo y el abandono paternal con mucha fuerza, “hay un monólogo que me conmueve mucho, cuando él habla de cómo su padre lo rechazaba por verlo femenino. Eso que fue doloroso lo transforma en parte de su identidad. Veneno dice: ‘Este soy yo y me gusta cómo soy’. Ese es el corazón de la película”.
Con esta obra, Pablos continúa un camino coherente en su filmografía: en Las elegidas y El baile de los 41 el cuerpo y el deseo son también territorios políticos, “me interesa hablar de lo que significa ser gay en contextos periféricos, más violentos y machistas, no en la burbuja de clase media. Lo que se vive en muchos pueblos del país sigue siendo muy distinto, lleno de discriminación y odio. Quería voltear a ese contexto y dignificar a los personajes”.
“Lo que más hemos visto en el cine, al menos en el cine mexicano, cuando se aborda la disidencia sexual, es una cierta clase social dentro de una burbuja. Y la realidad del país es muy distinta, lo que se vive en el día a día en otros poblados, en otras regiones, es muy distinto, hay muchísima violencia y discriminación. Para mí era importante voltear a este contexto y dignificar a los personajes, aunque se retrate una realidad incómoda”.
Tras la ovación en Venecia, donde la película fue galardonada con el Lion Queer y el Premio del Público, David Pablos recordó uno de los momentos más conmovedores de su carrera: “Después de la función, un miembro del jurado se me acercó llorando y me dijo: ‘Gracias por esta película’. Me conmovió mucho ver que había tocado fibras tan profundas en alguien de otro país. Eso es lo que uno busca: conectar desde lo humano”.
En el Camino llega al FICM como una historia de encuentros improbables, pero también como un recordatorio de que incluso en los paisajes más áridos y más hostiles puede florecer la ternura, el amor y las relaciones entre dos hombres. Porque, como sugiere el cineasta, mirar de nuevo a los hombres, desde la vulnerabilidad y no desde la fuerza, es otra forma de sanar la herida, “En el camino es una historia donde ellos son retratados con dignidad.
¿Quién es David Pablos?
Originario de Tijuana, Baja California, y egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), es un cineasta reconocido por abordar temas sociales con una mirada íntima y poética. Su obra destaca por retratar las complejidades de la identidad, la familia y la violencia estructural.
En 2015 obtuvo reconocimiento internacional con Las elegidas, filme que compitió en el Festival de Cannes dentro de Un Certain Regard y ganó cinco premios Ariel, incluido Mejor Película. Antes había dirigido La vida después (2013), presentada en Venecia, y varios cortometrajes premiados. En 2020 estrenó el documental El baile de los 41, basado en un episodio histórico de la comunidad LGBT+ en México, consolidando su reputación como uno de los directores más sólidos de su generación. También ha incursionado en series y proyectos que exploran la memoria y la realidad social del país