Cultura

Luisa Huertas, protagonista de 'No nos moverán': "En el 68 no luchábamos por papel higiénico, teníamos claridad en demandas sociales y políticas"

La ópera prima de Pierre Saint-Martin, 'No nos moverán', le trae de vuelta esa experiencia en lo personal y privado, y, mujer de izquierda, hija de padre socialista, también en lo social y político, con su primer protagónico en cine.

Luisa Huertas (San Salvador, 1951) era una estudiante de teatro de 17 años cuando participaba en el movimiento estudiantil de 1968, que el gobierno de México quiso aplastar el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco; a 57 años de la matanza, la actriz afirma que ésta sigue sin aclararse.

La ópera prima de Pierre Saint-Martin No nos moverán le trae de vuelta esa experiencia en lo personal y privado, y, mujer de izquierda, hija de padre socialista, también en lo social y político, con su primer protagónico en cine, que le ha valido una nominación más al Ariel, hoy en la categoría de Mejor actriz.

En el 68 no luchábamos por papel higiénico, (...) teníamos claridad en las demandas sociales y políticas”, comenta en entrevista la ganadora del Ariel a Mejor actriz de cuadro por Mentiras piadosas (Arturo Ripstein, 1989) y nominada a otros tres en Mejor coactuación femenina por Principio y fin (Ripstein, 1994), Un embrujo (Carlos Carrera, 1999) y La mitad del mundo (Jaime Ruiz Ibáñez, 2011).
Foto: Juan Carlos Aguilar
Foto: Juan Carlos Aguilar


Su personaje en No nos moverán

Su personaje ahora, Socorro Castellanos, una abogada septuagenaria cuyo tiempo se quedó varado en el deseo de vengar la muerte de su hermano, secuestrado y asesinado por soldados en Tlatelolco, está inspirado en la madre del cineasta, Silvia Castellanos, que fue en agosto a ver a Huertas en su papel de Rosario Castellanos en la obra homenaje Prendida de las lámparas en el teatro Juan Ruiz de Alarcón.

“Un domingo fue a ver Prendida de las lámparas la verdadera licenciada. Y le pregunté: '¿Qué te pareció la obra de tu prima?'”, cuenta la primera actriz de la Compañía Nacional de Teatro, en charla con MILENIO en la Biblioteca de México después de una lectura de El cuervo, de Edgar Allan Poe.

No nos moverán recuerda a la canción homónima de Joan Báez del álbum de 1974 Gracias a la vida, con temas en español y en protesta contra las dictaduras y por el golpe de Estado en Chile de 1973. En el estreno en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara 2024 Luisa Huertas recibió un reconocimiento por su actuación y el filme se llevó el Mezcal a Mejor película y el premio del Público.

Mientras se deja retratar por el fotógrafo Juan Carlos Aguilar rodeada de los libros que pertenecieron a Carlos Monsiváis, José Luis Martínez, Antonio Castro Leal, Alí Chumacero y Jaime García Terrés, Huertas fecha el inicio de su carrera a partir de la primera obra que cobró: El sueño de una noche de verano, de William Shakespeare, en los roles de Helena y Puck, que montó José Solé en Bellas Artes. Después estrenó Los albañiles (1969), de Vicente Leñero, en el teatro Xola, dirigida por Ignacio Retes.

“Los albañiles era un escándalo, pero era el éxito del teatro mexicano. La produjeron Ignacio López Tarso, Retes y Leñero. Y tuve a dos Don Jesús, José Carlos Ruiz y Claudio Obregón. Hubo cambios en el reparto, pero fue una apuesta maravillosa y una denuncia muy importante. Y no sé cómo le hizo Leñero (autor de la adaptación de su novela homónima de 1964), pero fue la primera vez que se dijeron groserías en el teatro, porque la censura era terrible”, recuerda Huertas su inicio poco después de 1968.

Foto: Juan Carlos Aguilar
Foto: Juan Carlos Aguilar

Más de cinco décadas después

Celebra llegar a 56 años de carrera haciendo dos papeles con un apellido que admira: Rosario Castellanos en Prendida de las lámparas, en teatro, y Socorro Castellanos en No nos moverán, en cine.

“La obra de Rosario Castellanos fue todo un reto, fue retomar una serie de materiales que ahí estaban, pero en un momento personal difícil, me movió muchas fibras”, comparte Huertas mientras evoca a su hermana mayor recién fallecida, quien le hizo leer la poesía de la intelectual chiapaneca en su juventud.

“En los primeros ensayos hubo momentos en que le dije a la directora, maravillosa, Mariana García Franco, y a mis compañeras: “Denme chance, denme chance”, porque sí estaba muy tocada. Mi hermana se sabía de memoria la poesía de Castellanos. Mi actuación en Prendida de las lámparas es un homenaje a ella”, refiere Huertas sobre esta obra conmemorativa del centenario de Rosario Castellanos.

Mi hermana estaría feliz. Seguro vería la obra por lo menos una vez a la semana, seguro”, añade sobre la última integrante de su familia nuclear cuyo fallecimiento, comparte Huertas, le afectó muchísimo.

Y, sobre No nos moverán, apunta que para ella la película es “un homenaje a todos los caídos del 68 y a todos los que han caído, antes y después del 68, tantos y tantos: la guerra sucia, las matanzas de Acteal, de Aguas Blancas, de Ayotzinapa, Tehuchitlán, San Fernando, tantas y tantas muertes y dolor”.

También declara estar muy contenta por la nominación por fin como Mejor actriz, en este protagónico.

“Es parte de los últimos premios que me está dando la vida, no porque me piense morir pronto”, aclara.

Y agrega que un “un gran premio que me ha dado la vida ha sido ser abuela hace 2 años y 7 meses, mi nieta ha sido una luz que si no hubiera existido, de por sí me cayó como me cayó la pérdida de mi hermana, si no hubiera estado la luz de Victoria de la Aurora, quién sabe cómo me habría ido”, agrega.

La protagonista también de El diccionario, el drama teatral sobre la filóloga María Moliner del español Manuel Calzada, encabeza las apuestas a por fin ganar el Ariel a Mejor actriz después de 56 años de trayectoria, con este primer largometraje de Pierre Saint-Martin que aspira en total a 15 estatuillas en la 67 entrega de los reconocimientos a celebrar en Puerto Vallarta el próximo sábado 20 de septiembre.

Foto: Juan Carlos Aguilar
Foto: Juan Carlos Aguilar

¿Es injusto que tras 56 años de trayectoria apenas hagas tu primer protagónico en cine?

Hay una íntima satisfacción en cuanto a que dos películas preciosas —y en ambas participé de todas maneras— tenían protagónicos que eran para mí, pero que por angas o por mangas no pude hacerlos, por motivos muy diferentes en ambos casos. No diré cuáles fueron. No nos moverán no fue, entonces, la primera vez que me buscaron para un protagónico en cine. Y, sobre papeles emblemáticos, no puedo dejar de recordar El diccionario; haber hecho a María Moliner en teatro ha sido una experiencia de vida, un honor. Como haber hecho a Rita en La mujer que cayó del cielo (Víctor Hugo Rascón Banda) o a Rosario Castellanos en Prendida de las lámparas (Elena Guiochins), son protagónicos que marcan vida, historia, no sólo en la ficción, sino en lo personal.

¿Por qué interpretar a Socorro Castellanos en No nos moverán?

El puro título me gustó, lo reconocí de inmediato. Ya sabía que era una película sobre el 68, así que pedí leer el guion, lo tomé y ya no lo pude soltar hasta que lo acabé y dije: “Sí quiero”. Es muy interesante, sí de una obsesión, que podría ser el estereotipo de una señora enojona o abusiva, pero no, porque el guion no te lo permitiría. En No nos moverán ves a Socorro como un ser humano, con una serie de contradicciones, quizás no estés de acuerdo con ella por momentos, pero lo que me da a mí ella es ser una mujer que ha vivido plena, que ha sido autosuficiente, que ha sabido hacer su vida. La relación con su hijo (Pedro Hernández) es complicada y con la hermana (Rebeca Manríquez), más.

¿Qué le da a Socorro enterarse de quién es el soldado que mató a su hermano?

Que si no le llega ese dato, pues se podría haber muerto sin resolver nada. Esto le da un impulso otra vez, un interés que la revive, porque la mujer ya está enferma y quizá se podría haber pasado así, con ese dolor, con esa obsesión o lo que quieras, pero este dato llega a renovarle su sed de justicia. Creo que Socorro decidió incluso estudiar leyes precisamente para poder resolver el caso de su hermano.

¿Qué te atrajo más del personaje: su deseo de justicia o que tuviera que ver con el 68?

No los puedo separar. A mí cualquier planteamiento, lo que se hable sobre el 68, me interesa. Es algo que viví, sigo reivindicando al movimiento estudiantil, que fue muy importante y marcó un antes y después para todo lo que estamos viviendo ahora. En el estreno de la película en el Festival de Guadalajara, un periodista me dijo: “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Y yo le aclaré: “Perdona, esa consigna no corresponde; la reivindico también, pero no corresponde”. No sólo es de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos, antes fue también de Rosario Ibarra y su Comité ¡Eureka!, por la desaparición de su hijo Jesús en la guerra sucia de los 70. Lo triste, y por eso es importante que sigamos hablando de estos temas, es que no se ha resuelto el 68. En No nos moverán se aborda a partir de un personaje, de una familia, de las consecuencias. Pero el 68 sigue estando ahí.

¿Imaginó que algún día le tocaría encarnar a un personaje relacionado con ese momento de la historia de México?

La verdad, no; fue una sorpresa. Ya había hecho en la UNAM una obra que me encantó cuando se conmemoraron los primeros 20 años de la matanza de Tlatelolco, en 1988, Me enseñaste a querer, de Adam Guevara. Cuando él me citó a la primera lectura, le dije que no me gustaba, porque la pieza era un panfleto aburrido. Y me preguntó: “¿Qué propones?”. Y le hablé de dos películas de 1985, maravillosas: la argentina La historia oficial (Luis Puenzo) y la española La corte del faraón (José Luis García Sánchez), en la que hacían sus pininos Ana Belén y Antonio Banderas. Y le dije: “Adam, La historia oficial, que comienza en una fiesta infantil, te habla de todo el horror de la dictadura argentina, pero se centra en una mujer y de cómo va dándose cuenta de un montón de cosas hasta que descubre una verdad terrible. Y La corte del faraón relata las vicisitudes de un grupo de teatro hambriento, pobretón, que convive en una casa de huéspedes, y trata sobre el fascismo de Francisco Franco, pero te mueres de risa, por la manera tan espléndida de contar qué fue el franquismo, plena de humor”.

En No nos moverán ¿quién es Socorro Castellanos para Luisa Huertas?

Es el pivote de una familia y la mujer que sostiene, a pesar de todo, la unión familiar por necesidad del hijo y la nuera Lucía (Agustina Quinci). Ella cuenta que se trajo al departamento de la familia en Tlatelolco a su hermana Esperanza (Manríquez) cuando enviudó; ella se casó, hizo su vida y regresó. Pero Socorro se quedó al frente de la casa, cuidó a los padres, los llevó al hospital, pasó sus muertes.

¿Es el personaje más difícil por las emociones que involucra?

No. Sí fue exigente todo el trabajo y de mucha concentración. Por fortuna, en el departamento donde se filmó en Tlatelolco hicieron que mi recámara de la escena fuera también mi camerino; entonces, cuando se cortaba la toma, me iba a encerrar ahí; en ese sentido fue una filmación muy relajada.

¿Cómo se sintió al hablar con jóvenes que no vivieron el 68?

Todos estaban empapados del tema. Sí, de pronto me preguntaban cosas y les platicaba anécdotas y sentía toda la remembranza de lo que fue el deseo que permanece de un mundo mejor, más justo, más libre. Porque por eso luchábamos; no por tener papel higiénico en los baños de la UNAM, como hubo otras luchas, a las que no les quito su valor. Pero la claridad política, la búsqueda de democracia que tuvo el movimiento del 68, denota que éramos jóvenes politizados, con claridad de objetivos. No te voy a recitar todo de memoria, pero el primer punto de nuestro pliego petitorio era: libertad a los presos políticos. No era una demanda estudiantil, sino una demanda social y política, porque estaban en la cárcel Demetrio Vallejo, Valentín Campa, José Revueltas, David Alfaro Siqueiros, entre muchos otros, que venían de otras luchas, y habían pasado por Lecumberri o seguían presos ahí. El movimiento estudiantil no era por reivindicaciones de grupo, sino que abarcaba a la sociedad en general. Y por eso fue el apoyo de la gente en las calles, a pesar del miedo que tenía al gobierno priista.

¿Con cuál de todos los personajes que has interpretado te quedas?

Definitivamente, María Moliner, por las condiciones enormes de todo lo que he leído sobre ella. Para mí Rosario Castellanos es una gran figura, una mujer admirable, de un talento enorme, que puso sobre la mesa dos aspectos fundamentales: el problema indígena y el feminismo en el mejor sentido de la palabra. Por ahí dices: Guau. Entonces ¿por qué María Moliner? Porque en su vida personal tuvo más que ver conmigo: fue una chavita que tuvo que empezar a trabajar muy joven, porque el padre las abandonó (en mi caso, no nos abandonó, se murió, lo sufrí mucho y hasta la fecha lo extraño). Todo el trabajo que hizo María Moliner: tener cuatro hijos, mantener una relación con un científico brillante, pero finalmente castigado y deprimido por el franquismo, y el tesón de ella de continuar y continuar y continuar hasta el último momento, y el no ser reconocida por la Real Academia Española de la Lengua y su amor por las palabras, por la lengua, que también los tenía Rosario y los defiende también... Donde está plasmado todo eso es en el Diccionario de uso del español de María Moliner.


hc

Google news logo
Síguenos en
José Juan de Ávila
  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.