Cultura

El pastelillo del fin del mundo

Los paisajes invisibles

Los Twinkies se ganaron un lugar especial en la cultura popular por su textura esponjosa y sabor dulce. Primer gran representante de la comida basura, podría ser también el último en desaparecer.

Andy Warhol pintó sopas Campbell’s como homenaje a su régimen alimenticio, un menú frugal cuyo plato fuerte era ese potaje que solía acompañar con una Coca–Cola.

Los treinta y dos botes de su cuadro de 1962, más que una obra del arte pop o un cumplido a la cultura de la fast food fue un tributo a la perfecta alacena de la clase trabajadora, aunque en el espectador inspire otras emociones: las latas alineadas con esmero proyectan la tranquilidad del suministro en la choza de un náufrago, la provisión en un aislamiento prolongado o en escasez inesperada, en tiempos de guerra incluso.

Hoy esos caldos ya no gozan del prestigio que alcanzaron en el siglo pasado. Sus envases no figuran en la lista de una canasta básica pero no por ser un alimento potencialmente malsano sino porque los hábitos han mudado hacia otros productos, algunos aún más perjudiciales que una humilde sopa procesada.

Frituras. Fideos instantáneos que la ciencia asegura que atascarán el colon hasta que éste se vuelva ceniza. Caramelos. Refrescos. Galletas. Bizcochos. La apetencia por las grasas saturadas, por el exceso de sodio y calorías permanece en las dietas cotidianas, a pesar de los sellos que tapizan envolturas advirtiendo triglicéridos desbocados, glucosas hasta el cielo e hipertensiones peligrosas, y a pesar, también, de los gravámenes que buscan más recaudación disfrazados de políticas de salud pública. Sin embargo, ya muy pocos, quizá ninguna de tales porquerías, perduran en la memoria colectiva como los legendarios Twinkies.

Ese pastelillo inventado en 1930, hace casi un siglo, es la obra maestra de la junk food (comida basura). El legado estadunidense a la genuina cultura pop.

Por ejemplo, en la película de Pixar, Wall–e (Andrew Stanton, 2008), el triste robot que limpia la basura en lo que queda del planeta atesora un par de Twinkies. Como un guiño a la leyenda urbana en torno del pastelillo, que el robot posea dos ejemplares en perfecto estado, mientras su único amigo es una cucaracha, confirma la idea de que si se acaba el mundo, solo sobrevivirán esas sabandijas… y los Twinkies.

En Zombieland (Ruben Fleischer, 2009), Tallahassee (Woody Harrelson) rebusca obsesivamente un paquete de Twinkies entre los detritos de pueblos y ciudades arrasadas por los zombies. Cuando finalmente encuentra un coche de reparto volcado en la carretera, la frustración se le viene encima hasta que encuentra el anhelado postre, un virtuoso bocadillo de “sabor y consistencia”.

En mi generación, el Twinkie fue la golosina predilecta. Un panecillo ultraedulcorado e híper repleto de sustancias perniciosas, tan insano que marchaba directo a las arterias. No obstante, su textura suave y esponjosa sabe a recuerdo. Como en esa escena de Ratatouille, en que el crítico Anton Ego evoca su infancia al paladear el platillo de calabacín y berenjena, al morder esos bizcochos es posible que el tiempo vuelva atrás.

Ahora es difícil encontrar los Twinkies. Y aunque se pueda hallar un paquete peregrino en alguna tiendecilla, quizá se trate del último espécimen de la época dorada de la comida basura.

Cuenta Lol Tolhurst, ex baterista de The Cure: “en nuestra primera expedición americana, una de las primeras cosas que hicimos fue ir a buscar Twinkies. No nos fue difícil encontrarlos ni tampoco entender por qué la «defensa Twinkie» fue un atenuante en el asesinato de Harvey Milk. Años más tarde, Robert me confesó que todavía guardaba un Twinkie de ese primer viaje en el cajón de su cocina. ¡Perfectamente conservado!” (Cured. The Tale of Two Imaginary Boys).

La atenuante a la que Tolhurst se refiere fue que los abogados de Dan White argumentaron que el exceso de comida basura, principalmente Twinkies, lo descerebró hasta convertirlo en homicida, pero yo me quedo con la afirmación de que el pastelillo que Robert Smith guardaba en su alacena estaba en excelentes condiciones.

Twinkies y cucarachas. La combinación superviviente.

AQ

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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.milenio.com/cultura/laberinto
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