Cultura

Entre claustros y versos: la rebelión de Sor Juana

Amazonia

‘Respuesta a Sor Filotea de la Cruz’, de la Décima Musa, atraviesa con su honestidad y frescura más de tres siglos para defender la enseñanza y el quehacer intelectual de la mujer en la Historia.

Sería un pecado no hablar en esta columna de Juana Ramírez, más conocida como Sor Juana Inés de la Cruz. Nacida entre 1648 y 1651, en el pueblo de Nepantla, fue hija de la iglesia o ilegítima. Todo el mundo sabe que fue una niña prodigio, que quería vestirse de hombre para poder entrar a la Universidad y que su sed de saber la llevó a ser una de las personalidades más destacadas de la Nueva España.

Lo que es menos sabido es que a la corta edad de ocho años, la madre la manda de arrimada con unos parientes a la Ciudad de México porque ya tenía otra pareja y otros hijos y ¿quién quiere cuidar a una niña que incomoda con tantas preguntas y exigencias?

Los parientes se deshacen de ella en cuanto pueden y a sus quince años la presentan en la corte para hacerla menina de la Virreina, pues siendo una muchacha ilegítima, sin herencia ni dote, es difícil de colocar en una sociedad estamental, que se basa en reglas sociales estrictas y estrechas. De cierto modo se vuelve el bufón de la corte compitiendo contra 40 sabios que examinan sus conocimientos porque temen que sea superchería. Juana, empujada por su confesor, el jesuita Núñez de Miranda, decide entrar como novicia a las carmelitas descalzas. ¿Se enamoró Juana en la corte y el desengaño la empujó a tomar tal decisión? Ese es un misterio que quedará para siempre irresoluto. Al no soportar la dureza de la regla, regresa a la corte, hasta que ingresa al convento de San Jerónimo, donde pasará el resto de su vida, hasta morir en 1695, durante una epidemia.

Es en el convento donde Sor Juana Inés de la Cruz creará sus mayores obras: poesía, teatro, villancicos, loas, autos y música para las catedrales de Nueva España. Y también donde tejerá su amistad con personajes importantes como Carlos de Sigüenza y Góngora, José Ignacio Castorena y Ursúa, la Virreina María Luisa Manrique Gonzaga y de Lara, quien años más tarde será la responsable de publicar las obras de Sor Juana en España, que de otro modo se hubieran perdido. Y será también en el convento en donde recibirá las críticas más despiadadas por haberse atrevido a escribir una crítica a un sermón de un padre portugués amigo del arzobispo Aguiar y Seijas. Una mujer no escribe sobre teología, territorio exclusivo de varones. El arzobispo, un misógino al que le recorrían las chinches por el cuerpo, persigue a Sor Juana como un tábano, quien ya no cuenta con el apoyo del virrey. Según investigaciones de Elías Trabulse hay evidencia de que el arzobispo le monta un juicio eclesiástico secreto a la monja, y tras la resolución, la despoja de sus bienes: tierras, joyas y dinero que ella había ganado con su trabajo. La obliga a deshacerse de sus libros y le hace firmar con sangre la promesa de no escribir más.

A pesar de las afrentas ella escribe su defensa: Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, y la contundencia de sus palabras atraviesa con su honestidad y frescura más de tres siglos para defender la enseñanza y el quehacer intelectual de la mujer en la Historia.

AQ

Google news logo
Síguenos en
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.milenio.com/cultura/laberinto
Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.
Más notas en: https://www.milenio.com/cultura/laberinto