Me parece que llegó la hora de rendirme. Llevo años (¡años!) explicando a todo aquel que no lo sabe (o finge no saberlo) que Luis Buñuel es un cineasta me-xi-ca-no. Parece mentira que, a estas alturas de la historia, uno tenga que decir esta obviedad y haya quien siga empeñado en no reconocerlo. A ver, por última vez: don Luis vivió en México, trabajó en México, murió en México y sus restos están en México. Y si lo que quieren son documentos, ahí están su carta de naturalización, fechada en 1949, y sus pasaportes con el escudo del águila y la ristra de películas que hizo en este país (21 de las 32 que componen toda su filmografía, si también tomamos en cuenta las coproducciones).
Sí, nació en España y también trabajó en Francia y en Estados Unidos, incluso volvió un par de veces a filmar a España, en medio de su exilio. Pero en fondo y forma, uno de los cineastas más influyentes del mundo es mexicanísimo. A fin de cuentas: ¿uno es de donde nace, de donde puede o de donde quiere? Además, sepan que sus cenizas no fueron esparcidas en un cerro de su pueblo natal, Calanda.
Hace unos días, en el marco del Festival Internacional de Cine de Morelia, se estrenó Memoria de Los olvidados, un documental que, entre otras cosas, revela que sus cenizas se encuentran en la Ciudad de México, concretamente en la parroquia del Convento de San Alberto Magno, en Copilco, a unos metros de la Ciudad Universitaria. Esto es importante porque, hasta ahora, se creía que sus restos se habían diseminado en el monte Morrón de Calanda, en Los Ángeles o en el mar Mediterráneo. No. Están en una iglesia al cuidado de los padres dominicos, pues el director de cine mantuvo hasta el final de sus días una profunda amistad con el padre Julián Pablo Fernández.
Las imágenes que así lo certifican aparecen al final del documental, en los créditos, porque no tienen que ver propiamente con Los olvidados, pero no está demás que hayan incluido el asunto.
El estreno mundial del largometraje, por cierto, ocurrió el pasado 3 de septiembre en el Festival Internacional de Cine de Venecia y pasó más bien desapercibido. La proyección en Morelia tampoco ha tenido mucho eco, así que ojalá se le dé más difusión ahora desde México, pues también será exhibido en el certamen capitalino DocsMx.
Pero sería injusto limitarnos a exaltar únicamente el destino de las cenizas de don Luis, porque Memoria de Los olvidados ofrece mucho más al espectador: Los olvidados es la película que consagró definitivamente a Buñuel, que fue galardonado como mejor director en el Festival de Cannes de 1951 y, desde 2003, está inscrita en el Registro Memoria del Mundo de la Unesco. El documental muestra la influencia de los grabados de Goya en la cinta o de las lecturas juveniles del cineasta, que van de las novelas picarescas a la obra de Benito Pérez Galdós.
También explora su preocupación por los niños desamparados, algo que le llamó la atención desde su infancia, pues él pertenecía a una familia acomodada, o por las personas internadas en correccionales, granjas y clínicas de salud mental, fenómenos sociales que aparecen en la película. Y luego está la autoridad que representa (el filme y el director) para cineastas contemporáneos como Alejandro González Iñárritu, Michel Franco, Arturo Ripstein o Fernando León de Aranoa.
También (¿maravillosa coincidencia?) se acaba de publicar Luis Buñuel. Del discreto encanto al arte de la transgresión (UACM), coordinado por la catedrática Jannine Montauban, un libro que aborda el “escándalo” que para muchos (burgueses y conservadores) representaron las películas del surrealista mexicano. Por ejemplo: la cena incluida en Viridiana, una clara alusión a La última cena. O el trato casi burlesco que la da a la religión católica en La vía láctea y en Simón del desierto.
Hay, además, un capítulo del libro que estudia las formas en las que el transgresor Luis Buñuel se insertó en su propia obra, a través de cameos y alteregos. En Bella de día lo vemos tomando café cuando Catherine Deneuve llega a su cita con el Duque. En Ese oscuro objeto del deseo, en cambio, prefirió incluir el hotel parisino donde le dijeron sus padres que fue concebido. La pareja protagonista pasa por ese hotel, ocurre una explosión y ahí acaba todo. Esa fue su última película.
AQ / MCB