Nunca he tenido (y tal vez nunca tendré) una cámara profesional para hacer fotos. Influye su precio, claro, pero sobre todo mi profunda incapacidad para manejar casi todos los aparatos tecnológicos. Puede parecerles increíble, pero pocas veces logro tomar una “buena” foto con el celular. Hay quien no domina lo analógico pero sí lo digital. O, incluso, es común encontrarse con gente que controla ambos sistemas. Están, además, aquellos que tienen nociones básicas de técnica e iluminación. A los neófitos, en cambio, sólo nos queda apreciar la destreza y las imágenes de los demás.
Los que saben del asunto han mitificado una cámara alemana debido a sus lentes nítidos, su diseño minimalista y duradero, así como el halo artístico que deja en la fotografía. Se llama Leica, es usada por los fotógrafos “profesionales o serios” y lleva más de 100 años siendo la encargada de registrar los “grandes momentos”. En Madrid, en el Centro Cultural de la Villa, se puede ver estos días la exposición Leica. Un siglo de fotografía 1925-2005, un conjunto de más de 170 fotografías “inolvidables” y una selección de cámaras clásicas y documentos que ilustran la profunda huella de la marca en la fotografía mundial. El recorrido visual aborda temáticas universales como la mujer, la crisis, la naturaleza y las personas.
Es un evento cultural, claro, pero también comercial. Porque todo está envuelto en el esfuerzo por posicionar la cámara de antiguo prestigio en la era digital. Así, en la sala polivalente del recinto se observa desde el nacimiento del fotoperiodismo hasta la democratización de la imagen, “gracias a la portabilidad, fiabilidad y precisión” de las cámaras Leica.
Karin Rehn-Kaufmann, directora de arte de la Galería Leica de Berlín, y encargada de esta exposición, explica que “con la Leica I, presentada en 1925, comenzó una nueva era: los fotógrafos podían trabajar de forma rápida, discreta y justo en el centro de los acontecimientos. Las imágenes más icónicas del siglo XX serían impensables sin ella: reportajes de guerra, escenas callejeras, retratos íntimos...100 años de Leica significan 100 años de historia, arte y emoción contados a través de fotografías icónicas que nos conmueven y nos conectan.”
Pero a diferencia de otras, esta muestra no reúne las fotografías más famosas e icónicas de la historia contemporánea. Vemos, sobre todo, momentos personales, sorprendentes y llenos de intimidad de lo que podríamos llamar “historia privada.” La selección, además, no es estrictamente cronológica, sino que sigue un hilo emocional. Son las propias imágenes las que cuentan una historia, a través de décadas, géneros y puntos de vista. La cámara Leica es una herramienta, sí, pero son las personas que hay detrás de ella las que dan forma al momento.
Vemos, en blanco y negro o a color, a un grupo de seminaristas jugando futbol en sotana, a algunos artistas del circo dando su mejor esfuerzo para asombrar al público, a familias enteras divirtiéndose en la nieve, a edificios enormes de departamentos, con sus habitantes adentro, un día de calor intenso, a un padre abrazando a su hija, tal vez después de mucho tiempo, a tres bañistas contemplando la inmensidad del mar, unos mineros al final de su jornada, o al ojo de un elefante en primer plano.
Hay, de todas formas, fotografías que son parte de la obra de autores de renombre como Steve McCurry, Oskar Barnack, Ernst Leitz, Ramón Masats, Andrea Hoyer o César Lucas, Cristóbal Hara y Alberto García-Alix, entre otros. La muestra también incluye material inédito de la marca, exhibiendo una selección de cámaras clásicas como Leica I (1925) y Leica II (1932), además de material histórico que ilustra la evolución tecnológica y estética de Leica durante este siglo.
La foto de García Alix seleccionada para la muestra es “Luz poniente en Beijing”, un atardecer en blanco y negro, con una atmósfera inquietante captada en la capital china en 2008, precedida por “Pureza visual” del joven artista chino Jing Huang, una poética imagen de dos figuras que se recortan en el horizonte a ambos lados de un árbol que hunde sus raíces en una roca.
La exposición es, en suma, una invitación a fotógrafos, aficionados y al público general a sumergirse en un viaje por la historia y la obsesión por una cámara que ha sido testigo y narradora de un siglo de imágenes que forman parte del imaginario colectivo.
AQ / MCB