Cultura

“En Japón, quien abandona el país pierde su lengua”: Keiichiro Hirano

Literatura

En su novela ‘Cierto hombre’, el escritor japonés invita a una reflexión inquietante sobre la fragilidad del yo y la manera en que la identidad se construye a través de los otros.

¿Qué define realmente a una persona? ¿Su pasado, su linaje o la máscara que elige para mostrarse ante los demás? ¿Qué amamos de una persona? ¿Y qué sucedería si descubriéramos que quien creíamos conocer en realidad no es quien dice ser?

Algunas de esas preguntas son las que plantea el japonés Keiichiro Hirano, quien acaba de presentar en Ciudad de México su novela Cierto hombre (Hachette Livre). A partir de un caso de suplantación de identidad, Hirano invita a una reflexión inquietante sobre la fragilidad del yo y la manera en que la identidad se construye a través de los otros.

A la edad récord de 23 años, Hirano obtuvo el prestigioso Premio Akutagawa por Eclipse (Nisshoku) y es considerado una de las voces más relevantes de su generación en Japón. A lo largo de su obra —y en su pensamiento más amplio—, Hirano ha desarrollado el concepto de jibun, una noción del yo relacional que contrasta con la visión individualista occidental.

En Cierto hombre explora hasta qué punto los individuos son las múltiples máscaras que asumen en sus diferentes vínculos, dando por supuesto que todas ellas, más que una impostación, componen las diferentes capas del ser. Laberinto conversó con el autor que, con una prosa de a ratos detectivesca, nos invita a pensar a la identidad como un territorio movedizo.

La vanidad en el centro de todas las máscaras

Para Hirano, la vanidad está en el centro de la identidad. En Japón —explicó—, muchas personas llenan ese vacío al identificarse con la nación o con su rol dentro de la familia. Esa “presión colectiva” genera lo que él llama “la vanidad del yo”, una construcción que busca aprobación constante. Como escritor, dice, le interesa cuestionar esa vanidad y explorar las múltiples personas que somos en la vida diaria.

“Solo al compartir nuestros conflictos con otros podemos sentir que no estamos solos. En ese sentido, la literatura cumple una función de consuelo: escribir la historia de los demás para reconocernos en sus problemas”, afirmó.

Esa idea se ancla en un rasgo profundo de la sociedad japonesa: la conciencia del otro. La cortesía y el autocontrol son virtudes esenciales en un país donde el equilibrio social depende de no perturbar al entorno. Así, el juego de máscaras no es solo simbólico, sino una forma de convivencia. En Japón, hablar en un elevador o continuar una conversación telefónica en el transporte público se considera de mala educación; mostrar emoción en exceso puede leerse como falta de disciplina. La serenidad es una forma de respeto.

En un contexto así, el yo auténtico se esconde detrás de capas de compostura, y la identidad se vuelve una coreografía silenciosa donde cada gesto cuenta.

El propio Hirano reconoce que, en una sociedad conservadora y jerárquica, la identidad puede ser una forma de prisión, donde “el problema más grande es la lengua”.

El japonés solo se habla en Japón. Si un hispanohablante no quiere vivir en su país, puede mudarse y seguir hablando su idioma. Nosotros no. Después de la Segunda Guerra Mundial, Japón perdió sus colonias. Fue algo positivo, pero significó también que quien abandona el país pierde su lengua, y con ella, una parte esencial de su existencia”, explicó.

Esa sensación de encierro atraviesa su novela: Kido, el narrador, pertenece a la tercera generación de coreanos nacidos en Japón, y vive entre dos tierras a las que no termina de pertenecer. Esa ambigüedad —no ser plenamente japonés ni coreano— se convierte en una metáfora de la identidad contemporánea, la de un territorio en continua negociación.

En Cierto hombre, Hirano despliega un mosaico de personajes que encarnan distintas formas de huida. Daisuke, el hombre cuya identidad es robada, representa la violencia originaria; su hermano, la impotencia moral frente a esa violencia; y Katsuo, quien asume el nombre ajeno, la ilusión de renacer bajo otra vida. Kido, el abogado que los observa, es la mirada que los une: un testigo que, al desentrañar la mentira de otro, se enfrenta a la verdad de sí mismo.

Aunque la trama gira en torno a un crimen, el autor insiste en que la suplantación no es real. Lo que sí es real, desde su perspectiva, es deseo de escapar de uno mismo en la sociedad japonesa, en particular cuando un miembro de la familia comete una falta, esta se extiende a todo el grupo que queda dañado por aquella. En una sociedad donde el registro civil ata la identidad al linaje familiar, desaparecer equivale a rebelarse contra un sistema que impone un lugar fijo en el mundo. O una manera de ostracismo si algún miembro con sus actos llevo a la deshonra del grupo.

“La pertenencia a una familia determina la posición social”, precisó el autor. Ser pariente de un criminal, por ejemplo, es una marca indeleble. En Kekkai (Decadencia / Breach), escribió sobre familias afectadas por el crimen y la invisibilización social que eso provoca. “Existen como si no tuvieran existencia”, dijo.

Ese peso del origen convive con una herencia mitológica: en los relatos griegos, los personajes que atraviesan una crisis terminan transformados en otros seres. Para Hirano, ese deseo de vivir otra vida es universal, y en el contexto del declive económico actual, “resulta natural que un japonés quiera vivir como otro”.

El escritor se distancia de los desenlaces felices. Cita, con ironía, una frase que alguna vez se atribuyó a Jorge Luis Borges, por la que los finales felices son un invento del capitalismo. En su novela, el destino del protagonista es deliberadamente ambiguo. Prefiere depositar una nota de esperanza en un personaje secundario, alguien tocado por las acciones del impostor, porque considera que la redención no es un cierre, sino un eco.

Al final, Cierto hombre es tanto una intriga sobre una identidad usurpada como un ensayo sobre la imposibilidad de ser uno solo.

En ese juego de espejos, Hirano encuentra la materia de su literatura. Como si en la multiplicidad de identidades se escondiera también una forma de verdad.

AQ / MCB

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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.milenio.com/cultura/laberinto
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