Cultura

Fernando Cattori: El mapa de una pasión; "yo nunca tomé clases de cine"

Revista M

Fernando Cattori está en el precipicio de la fama que acompaña al talento. Detrás de la cámara para Porter o Enrique Olvera; frente a ella en Ceremonia o Contigo en el futuro. Entre todas esas facetas aparece el humano de pasiones y pasado.

En el arte, la comunicación nunca puede ser unilateral, las historias nunca son finitas, y las palabras se maquilan, sabiendo que su eco continuará sonando. Aun sin tener la certeza de que la vida le tenía preparado ese destino —el del cuerpo, la palabra y la imagen—, Fernando Cattori se ha encargado de estirar, como liga, los impulsos que han llegado hasta él desde el arroyo de los sueños.

Una camcorder y un juguete son dos objetos muy similares. Ambos se encargan de crear un mundo en el que la vida no deja caer su estruendo y se resguarda bajo el umbral de la creación. “Yo nunca tomé clases de cine. Mis papás no eran cinéfilos. Mi papá solo me regaló una cámara porque era malísimo en los deportes”, menciona Cattori sobre este primer juego con el arte. Y es que, en muchas ocasiones, eso es todo lo que se necesita: tener el ojo de alguien más sobre ti, entenderte, transformar lo nuestro con lo ajeno.

Lo que siguió fue pura vocación: editar, grabar, actuar, improvisar sets con amigos que no siempre querían salir en los videos. Así se forjó, sin escuela, con intuición. Esa es la sensibilidad de un creador que desde el inicio combinó el detrás y el frente de cámara.

Aunque estudió actuación en su adolescencia, con paso por la New York Film Academy y la Universidad de Yale, durante años la dejó en pausa. No por falta de amor, sino por falta de vida. “Cuando estudié actuación era muy cerebral, me faltaba desarrollo personal”, dice. Necesitaba vivir, equivocarse, sentir miedo, frustración, esperanza. “La vida es una gran escuela”, repite, citando a Viola Davis y Cillian Murphy, referentes para él. Es precisamente esa experiencia la que lo ha devuelto al set como actor, pero con otros ojos: unos más de él.

Fernando Cattori: El mapa de una pasión
Fernando Cattori: El mapa de una pasión

“Estoy muy entrenado para pensar en montaje, pero actuar te exige lo contrario, estar, sentir, no pensar tanto”. Ese es el corazón de Cattori en la actuación. Soltar lo que se sabe, abandonar lo recorrido, es una actividad de locura. El pasado, la memoria, crean el tiempo presente. Entonces, la apuesta de Cattori es otra. Es no olvidarse de su vida frente al monitor, sino crear la historia a partir de su interlocutor. Conocer los sentidos que se manifiestan, los pasados entrelazados en escena.

Esa sensibilidad ha moldeado también una ética de colaboración. “La construcción de personajes tiene que ser colectiva. Porque uno no actúa igual con su papá que con su mejor amiga. Todo eso cambia el cuerpo y la mente”. Cattori evita verse en el monitor cuando actúa, y hace un esfuerzo consciente por evitar la autocorrección. “Me sirve pensar en el otro, en lo que está ocurriendo en la escena”, comenta el mexicano.

Natalia Solián, amiga y compañera de trabajo, le dio el consejo que nunca olvidaría frente a cámara: “Puede haber carisma, puede haber talento, pero cuando estás actuando no te tienes que concebir desde afuera; te tienes que concebir más bien desde adentro”.

“Yo ya había anulado mi carrera como actor. Pero la actuación regresó a mí. Ya vivido, ya con cosas que decir”. Ahora, cada vez que el síndrome del impostor se asoma, Cattori se acuerda del niño que grababa sin permiso, sin miedo. Y ahí se reencuentra con su vocación.
Fernando Cattori: El mapa de una pasión
Fernando Cattori: El mapa de una pasión

En su mirada sobre este segundo oficio —el de miradas y cortejos—, Fernando destaca a actores que se hacen muchas preguntas. “No se trata de tener todas las respuestas, sino de tener la disposición de cuestionarse todo”, dice. Esa búsqueda constante, ese juego entre lo inconsciente y lo técnico, entre lo aprendido y lo sentido, es para él el corazón del arte.

¿Y qué pasa cuando las dos partes de su carrera se encuentran? ¿El director también actúa? “Claro que me encantaría”, responde con entusiasmo. “Es algo que digo medio en broma con mis amigos, pero sí me interesa”. Cattori menciona a figuras como Lila Avilés como referentes. “Falta en México que más actores escriban y dirijan. Porque esa sensibilidad horizontal, que viene de estar del otro lado de la cámara, es invaluable”.

Porque la historia es circular —desde el Quijote es una certeza—, el asombro, la ternura y el cariño son cosas que no se pueden perder. Una vocación, en su punto seminal, se presenta desde ahí. No son las fórmulas, los ejercicios, las redes de contacto: es la mirada que se lanza al mundo desde el juego. La creación no deja de ser y está presente desde la infancia. Encontrar lo nuevo, pasar las colinas y los valles hasta llegar al páramo. Avanzar por el llano como el niño que nunca dejó de grabar con su camcorder.


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