Cultura
  • El Día de Muertos se reinventa: raíces prehispánicas adornadas con luces de neón

El altar de muertos es un símbolo de gratitud hacia la vida. (Milenio)

Recordar es crear vida nueva dentro de una tradición que, más que antigua, es contemporánea y viva.

En cada pétalo de cempasúchil, en cada vela encendida, en cada risa compartida junto a la tumba o bajo la luz de un altar, late un mensaje poderoso: quienes se han ido siguen entre nosotros, en otra forma, en otra dimensión, pero presentes.

La muerte no borra, transforma, dicen algunos. Recordar es crear vida nueva dentro de una tradición que, más que antigua, es contemporánea y viva.

El Día de Muertos en México no es solo una fecha: es un estado de gratitud hacia la vida, el pasado, el presente, los que vinieron y los que aún están. Es la tradición en su expresión más profunda, tan arraigada, que celebra la vida a través de la muerte.

El 2 de noviembre es mucho más que un día en el calendario. Es un puente entre los vivos y los que partieron, una celebración que abraza la memoria, la identidad y el ciclo de la existencia.

Una tradición viva y en transformación

“La realidad es que en México esta festividad, tal como la conocemos hoy, se ha modernizado mucho. Quien tenga más de 40 años recordará que nuestros abuelos no eran tan afectos a poner altares de muertos ni hablaban de la Catrina. Es, en ese sentido, una fiesta moderna en sus características actuales”, explica Anuar López Marmolejos, profesor de Filosofía en la Universidad Autónoma de Guadalajara.

Advierte, sin embargo, que con el tiempo la festividad ha adquirido un carácter más comercial que espiritual, por lo que considera importante distinguir lo tradicional de lo superficial.

Pero la celebración tiene raíces profundas: proviene del sincretismo entre las costumbres indígenas mesoamericanas —de pueblos como los mexicas, zapotecas o totonacas— y las tradiciones católicas que llegaron con la colonización española.

El puente entre dos mundos

En la cosmovisión indígena, la muerte no representa un final absoluto, sino una transición. Se creía que las ánimas de los difuntos regresaban temporalmente al mundo de los vivos para convivir con sus seres queridos. López Marmolejos aclara que el culto a los muertos es una práctica universal, pero México la adaptó hasta convertirla en una celebración mestiza, con elementos tanto indígenas como europeos. Por ello, en 2001, la Unesco la reconoció como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

La organización la describe así: “La fiesta del Día de los Muertos implica el retorno transitorio de las ánimas de los difuntos, que regresan a casa, al mundo de los vivos, para convivir con los familiares”.

Ciclo agrícola y espiritual

Este periodo coincide con el cierre del ciclo agrícola del maíz, cultivo central para muchas culturas indígenas, lo que refuerza su vínculo con la tierra, la cosecha y el ciclo natural de vida, muerte y renacimiento.

Aunque comúnmente se reconocen el 1 y 2 de noviembre como las fechas principales de la festividad, muchas comunidades mantienen una división simbólica: el 1 de noviembre se dedica a las almas de los niños o “angelitos”, y el 2 de noviembre a los “fieles difuntos”.

El altar: símbolo de reencuentro

Una de las imágenes más emblemáticas es el altar de muertos, doméstico o colectivo, donde cada elemento tiene un significado: el papel picado, las calaveras de azúcar, el pan de muerto, las frutas, las bebidas y los platillos favoritos del difunto crean un punto de encuentro entre vivos y muertos. Los pétalos de cempasúchil, “flor de muerto”, marcan el camino de las almas con su color y su aroma.

Sin embargo, muchos de estos elementos se incorporaron con el paso del tiempo, según el profesor de la UAG. Los que no pueden faltar, dice, son el agua, símbolo de vida, y la sal, que representa la purificación y la preservación.

“¿Por qué el agua? Porque si creemos que los muertos vuelven a visitarnos, pensamos que vienen sedientos. Es una forma de materializarlos otra vez, de creer que sienten. Y la sal, históricamente, fue considerada casi tan valiosa como el oro”, señala.
Una de las imágenes más emblemáticas es el altar de muertos
Una de las imágenes más emblemáticas es el altar de muerto. (Milenio)

Estos rituales reflejan una forma única de comprender la muerte: no como tabú, sino como parte del gran ciclo de la existencia.

Dorada celebración en el cementerio

Flores, velas y memoria en los camposantos

Días antes, las familias comienzan a preparar las ofrendas. Las casas se llenan de flores, papel picado, imágenes y objetos personales del difunto, y se planea la visita al panteón. En muchos cementerios, las tumbas se transforman en espacios de convivencia: se come, se canta, se recuerda.

Otra práctica significativa consiste en trazar un camino con pétalos de cempasúchil y velas desde la entrada de la casa o la calle hasta el altar o la tumba, para guiar a las ánimas hacia el mundo de los vivos.

Tlajomulco: tierra del cempasúchil

En Tlajomulco de Zúñiga, Jesús Mora, agricultor del Rancho San Antonio, cultiva unas 200 mil flores de cempasúchil para iluminar los altares del Día de Muertos. Desde hace más de dos décadas, su familia mantiene viva esta tradición. Este año, cuenta, el temporal favoreció los sembradíos:

“Tenemos un aproximado de 200 mil plantas. El temporal nos benefició mucho, casi no se necesitó agua. El cempasúchil es muy resistente. Lo fumigamos y fertilizamos cada ocho días”, relata.

El municipio se ha consolidado como el principal productor del estado, con más de 14 millones de flores al año. En total, 15 productores trabajan unas 50 hectáreas dedicadas al cultivo. Hace algunos años sustituyeron la semilla criolla por una híbrida, lo que permitió mejorar la calidad y optimizar el trabajo.

flores de cempasúchil
Producción de flores de cempasúchil. (Milenio)

Cosecha dorada y trabajo comunitario

Este 2025, el precio de menudeo se mantiene en 70 pesos por planta, y compradores de Zapopan, Tepatitlán y otras localidades llegan hasta el rancho, ubicado sobre la avenida Jesús Michel González.

“La estamos dando en 70 al menudeo y en 60 al mayoreo”, precisa el agricultor.

La cosecha comienza a prepararse en agosto: “Hay que preparar la tierra. A mediados de agosto germina la semilla; 15 días después, cuando la planta está fuerte, se trasplanta y para el 25 de octubre empieza la cosecha”, explica.

El rancho emplea a unas 50 personas durante la temporada, que trabajan de sol a sol del 25 de octubre al 2 de noviembre, justo cuando las familias mexicanas comienzan a armar sus altares.

A nivel nacional, en 2023 la siembra de cempasúchil alcanzó 2 mil 448 hectáreas, con una producción superior a 21 mil toneladas, lo que representa una derrama económica de unos 370 millones de pesos.

La cosecha de flores de cempasúchil comienza a prepararse en agosto. (Milenio)
La cosecha de flores de cempasúchil comienza a prepararse en agosto. (Milenio)

El Día de Muertos invita, al final, a una reflexión profunda: al montar sus altares o visitar las tumbas, las familias crean un espacio donde la emoción, la nostalgia y la celebración se entrelazan. Los niños participan, los adultos recuerdan y los mayores enseñan. Se refuerzan los lazos entre generaciones y se transmite un legado cultural que sobrevive a la globalización.


MC

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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