Cultura

“Me inspiro en Pedro Infante para mis personajes de ópera”: Arturo Chacón-Cruz

Con una carrera consolidada también a escala internacional, el tenor celebrará 25 años de carrera este domingo 8 de junio en el Palacio de Bellas Artes, donde debutó.

Arturo Chacón-Cruz (Ciudad Obregón, 1977) es más que un tenor, es un humanista que lee libros de ciencia, de física cuántica, de filosofía, pero que también rinde culto a la música popular con la que empezó a cantar: los mariachis; e incluso tendrá un tequila, y confiesa quién es la leyenda que lo inspira.

Me inspiro mucho en Pedro Infante para mis personajes”, dice en entrevista en vísperas de la gala que ofrecerá, con motivo de sus primeros 25 años de carrera, el domingo 8 de junio en el Palacio de Bellas Artes, donde debutó en 1999, en la que cantará lo mismo a Giuseppe Verdi que a José Alfredo Jiménez.

En ese escenario, el pasado jueves 8 de mayo hizo historia al cantar un bis en su interpretación del Duque de Mantua en la primera función del Rigoletto de Verdi, lo que repitió después también en Italia, pero añade que no es algo nuevo en su carrera, porque lleva numerosos bises con diferentes personajes.

Sin solemnidad alguna y siempre con una sonrisa en la charla, sorprende por eso cuando revela que no tenía idea de qué era un bis hasta que se lo explicó Ramón Vargas, tras los bises de Javier Camarena en la Metropolitan Opera House (MetOpera), donde ya él mismo debutó el año pasado con El trovador.

Cita sus lecturas de física cuántica y dice que le parece hasta cómico que cuando un público le pide un bis, éstos se van repitiendo y agrega que el domingo pasado cantó su Duque de Mantua 110 en Italia, pero bisó hasta los número 107 (Bellas Artes), 109 y 110, cuando nunca le había pasado con ese rol.

“Mi primer bis lo hice en Palermo, en 2015-16, con “Una furtiva lagrima (El elixir de amor)”; luego pasó otro bis, en 2020, en Las Palmas, con El trovador; en Corea hice dos bises con “Nessun dorma (Turandot)”; luego los de Rigoletto aquí y en Italia. También hice el primer bis de “E lucevan le stelle (Tosca)” en Miami, donde nunca se había hecho un bis. Yo no sabía ni lo que era un bis. Antes existía el “aria de regalo”, que si a alguien le pedían bis, escogía qué aria cantar, eso sí sabía. No fue sino hasta que Javier (Camarena) bisó, que me tuve que enterar. Y ya Ramón (Vargas) me explicó: “Sí, yo he bisado, una vez aquí y una vez allá”. No era muy común; hoy el bis se ha vuelto muy famoso”, hace recuento.

Su relación con Verdi

Los roles de Verdi le traen mucha suerte: después de hacer a aquel Manrico, cuenta a Milenio que, en una entrevista televisiva con Peter Gelb, gerente general de la MetOpera, este le anunció que tenía ya contrato para que en abril próximo, en la temporada 2025-26, pueda cantar al Alfredo de La traviata.

Chacón-Cruz ya aparece en la página de la MetOpera como Alfredo en las funciones del 3 y 7 de abril de 2026, con dos diferentes elencos en la producción de Michael Mayer: las sopranos estadunidenses Amanda Woodbury y Lissete Oropesa como sus Violetta Valéry, y los barítonos Anthony Clark Evans y Luca Salsi como sus Giorgio Germont, con el italiano Antonello Manacorda como director concertador.

Chacón-Cruz ya aparece en la página de la MetOpera como Alfredo el 3 y 7 de abril de 2026.
Chacón-Cruz ya aparece en la página de la MetOpera como Alfredo el 3 y 7 de abril de 2026. FOTO: Araceli López
“Voy a ser el único cantante mexicano en esa temporada de la MetOpera”, exclama incrédulo, aunque Rolando Villazón, quien como cantante ha sido una de las figuras de la casa neoyorquina, ahora debutará en ella como director de la producción de La Sonnambula, de Vincenzo Bellini, a partir de octubre, para hacer también historia como el primer mexicano al frente de una ópera ahí en 140 años.

Y se pone serio al recordar que un agente alguna vez le dijo: “Tú nunca vas a cantar en la MetOpera”.

Después de recorrer los mayores escenarios en Europa y Estados Unidos, Chacón-Cruz adelanta sus principales proyectos inmediatos, desde su debut con sus colegas Joseph Calleja y Bogdan Volkov, en la renovación de conciertos Los Tres Tenores (que a partir de 1990 popularizaron la ópera con Luciano Pavarotti, Plácido Domingo y José Carreras), para el próximo 27 de junio en el Donaubühne de la ciudad austríaca de Tulln, acompañados por la Nibelungenphilharmonie, dirigida por Michael Güttler.

Lo popular

Con ascendente carrera en la ópera en un cuarto de siglo, sin olvidar sus orígenes en la música popular con un disco de canciones vernáculas, Arturo Chacón le canta a México (Stellar Music, 2014), y otro de mariachis, De México para el mundo (Sony, 2019), está por sacar su tequila: El Tenor, con la idea de que también la bebida tradicional mexicana sirva para la unión familiar y la bohemia como él la vivió.

No obstante sus éxitos en escenarios como la MetOpera, el teatro La Fenice, la Scala de Milán, la ópera de Berlín, entre muchos otros, y más de una treintena de roles en su trayectoria, admite que con frecuencia le da el síndrome del impostor, no se cree que sea ese cantante al que todo mundo aplaude.

¿Cómo es que se hizo mariachi?

El mariachi es parte de la familia, como cuando naces hablando español. Siempre pensé que todo el mundo en mi familia tenía música en la sangre. Mi tío Salvador, hermano de mi mamá, era mariachi. Le estaba yendo muy bien, estaba joven, incluso Televisa lo había contratado para hacer la película México lindo y querido, al final de la época de Javier Solís y Pedro Infante. Falleció en un accidente en Ciudad de México. Y el disco de mi tío se imprimió y nos quedamos con él, crecí con él, desde bebé escuchaba el disco, lo ponía todos los días, me sabía todas las canciones de memoria.

“A los 6 años fui a la escuela con mi hermano mayor, que estaba en el coro, y aunque no aceptaban niños chiquitos en el coro, un día necesitaban a alguien y yo canté una canción con ellos, y el maestro me metió. A los pocos días, hubo un concurso de canto en la escuela, me metí y gané cantando México lindo y querido, que estaba en el disco. Y de ahí nació el amor de poder cantar con guitarras y los tololoches (contrabajos) y me enamoré de la música mexicana, cantaba todos los días, en cualquier evento, fiestas, kermeses, yo era el amenizador número uno con toda la familia. Éramos muy aventados para salir a cantar. Cuando me cambió la voz, uno de mis amigos me convenció de meterme a un concurso a los 15 años. Y me metí, gané. A los 16 nos enteramos que había un concurso de mariachi en Hermosillo, me metí igual, con identificaciones falsas para entrar al bar, todos los miércoles, era lo más emocionante de mi vida, la escuela me gustaba, pero el llegar a cantar me daba la vida, todas las emociones”.

¿Y cómo dio el salto del mariachi a la ópera?

Uno de los mariachis me dijo: “Puedes cantar ópera con esta voz que tienes”. “¿Qué es ópera?”. Yo no lo sabía. Y después una amiga de mi mamá me consiguió una clase de canto con un maestro de ópera en Sonora (Jesús Li Cecilio). Y después de la primera clase supe que esto era para mí. No precisamente profesionalmente, sino me abrió la posibilidad a más expresión. Ahora soy muy expresivo, pero entonces era muy tímido, pero cantando me podía expresar. Cantar era como abrir la puerta a que mi alma se expresa a lo que es. Eso era el mariachi. Y luego el maestro Jesús Li, cubano, buenísimo, me hace cantar unas notas más agudas que nunca había podido cantar. Y me explica que la ópera tiene la magia de poder llegar todavía más fuerte al corazón del que escucha. Y para uno, como cantante también, la ópera nos regala grandes emociones.

¿A quién prefiere: al Duque de Mantua o a Pedro Infante?

Pues Pedro Infante pudo haber sido un gran Duque de Mantua. No tenía el rango vocal, pero sí la personalidad. Y, de hecho, yo me inspiro mucho en él, en muchos de mis personajes, incluso el Duque de Mantua cuando canta “...È sempre misero chi a lei s'affida... ('La donna è mobile', Rigoletto)”, hago un movimiento suyo con las manitas. Todos esos micro gestos que hacía, me inspiraron muchísimo.

Fotos: Araceli López e Inbal
Fotos: Inbal

¿Cómo sintió la reacción del público para ofrecerle este bis con “La donna è mobile”, que además repitió días después en Italia?

Y dos veces más en Italia. No sé. Leo mucho física cuántica, y veo cómo se expresa el mundo hacia tu percepción. Y me parece hasta cómico. El domingo pasado canté mi Duque número 110 allá en Italia. Y fueron el 110, el 109 y el 107 que bisé. ¿Por qué no pasó antes? No entiendo. Cuando se abre una puerta, ahí está ya. No entiendo cómo suceden las cosas, pero al llegar, me adapto y aprecio ese momento. Fue tan bonito recibir ese aplauso tan generoso y sentir la emoción del público. Y la emoción del público, ese es mi trabajo. Yo digo a mis alumnos y a mis amigos que nuestro trabajo no es cantar; es emocionar. Y emocionamos cantando bien. Y vamos a emocionar a través de cualquier vehículo que podamos con nuestra voz, que nos proporciona eso: la oportunidad de darle al público algo diferente. La vida es demasiado fuerte, demasiado cruel. Y, en el teatro, tenemos la oportunidad de vibrar de una manera diferente, de sentirla diferente. Y es un privilegio de mi vida poder emocionar al público.

Además de con Pedro Infante, ¿cómo logra esa presencia, que incluso vimos en el recital del 29 de septiembre pasado que tuvo en la sala Nezahualcóyotl con la Orquesta Juvenil Eduardo Mata?

Pues he tenido muchos maestros de actuación. Y soy un apasionado no solo de la actuación, sino también de la condición humana. Leo mucho sobre psicología, un poco sobre metafísica, de dónde surge todo lo que el ser humano piensa; antropológicamente cómo nos desarrollamos las sociedades, cómo a veces somos esclavos de un pasado, de una tradición. Y creo que parte de esa tradición ha sido que tenemos un límite hasta dónde podemos expresarnos. De niños nos inculcaron hasta aquí. De aquí, si te pasas, te metes en problemas. Igual, para los hombres no es aceptable llorar, a menos que estés borracho. No es aceptable expresar tus sentimientos, porque eso te quita virilidad.

Soy un apasionado no solo de la actuación, sino también de la condición humana
"Soy un apasionado no solo de la actuación, sino también de la condición humana": Arturo Chacón. FOTO: Araceli López

¿Y cómo repercute ese contexto?

Todo eso es parte de mi despertar hacia mi percepción de la vida, que quiero romper con todo eso porque no nos sirve. En algún tiempo servía para mantener a los ejércitos y a las sociedades en orden, tener reprimida a la gente. Ahora pienso que está actuando en nuestra contra, con la tecnología, la social media, estamos perdiendo ese toque, ese contacto con la humanidad. Aunque parezca que estamos todos aprendiendo mucho de psicología, porque hay psicólogos y psicólogas en todo, que te dan consejos y te dicen lo bien o lo mal que estás haciendo en tu vida. Pero nos olvidamos de esto, de hablar uno con el otro, de darnos amor. Ya sé, se oye muy trillado. Ni siquiera trillado, se oye medio cursi, decir amor, amistad, dar cariño, dar vida. Eso es lo que quiero romper. ¿Por qué no?

¿Ha tenido miedo al abucheo?

No, no, porque si sucede, pues será por algo. No le tengo miedo porque estoy muy seguro de lo que puedo dar. Si sucede, tal vez si estoy enfermo y algo falla en mi voz, dios guarde, bueno, se vale, sí, señores, no salió tan bien como esperaba, lo acepto. El abucheo es también cultural y es también parte de esta esclavitud ancestral. En Italia sucede mucho. Una vez teníamos más de 24 mil personas en el público, estábamos haciendo La traviata. Y justo fui a reemplazar a un tenor, a quien habían echado porque no lo hizo bien. Y me llamaron a mí. Llegué ese mismo día y había un señor abucheando que no se callaba. Y todo el público: “Cállate, cállate, fuera, fuera”. Hasta que lo echaron. Y era el tío del muchacho, del tenor que habían echado. Estamos hablando de que si hay un abucheo, hay veces que es válido. Pero tengo 25 años de carrera y tengo muchísimo respeto para el público. El momento que yo no pueda cantar algo, yo voy a ser el mismo. No abuchearme, con todo el respeto y amor hacia mí mismo, voy a decir, muchacho, hasta aquí llegaste en este papel, ¿por qué no probamos este otro que te queda mejor? Basta, hay que tener humildad, hay que tener también los pies en la tierra.

El 17 de noviembre pasado debutó en la MetOpera al entrar por Michael Fabiano como el Manrico de El trovador. Ni más ni menos. ¿La MetOpera era una meta para usted?

Si yo hubiera escrito una carta a Santa Clós o a Los Reyes Magos, como dicen aquí en Ciudad de México, pidiendo: “Esto es lo que quiero que sea mi debut en el Met: que sea El trovador, sin ensayos, llegar y tener un éxito, y salir al otro día en el New York Times, en la tele, y que me den un contrato inmediatamente”. “Estás loco, muchacho, pide algo más tranquilo, más sencillo”. Fue más de lo que pude haber soñado. Fue una emoción grandísima y también llegué en el momento en el que estaba listo. No tenía miedo, no tenía ninguna condición de que no sé si puedo hacer esto. No, yo voy a lo que voy. Si no puedo hacerlo, no voy. Y pues me siento muy contento. Era una meta, por supuesto.

¿Y cómo quedó con la MetOpera? ¿Qué planes hay con esa casa?

Tengo La Traviata el año próximo en el Met. El anunció me pasó muy curiosamente, porque me dijeron: “¿Puedes hacer una entrevista con NBC?. Va a estar el director general también”. “Ah, claro, por supuesto”. Y voy, estamos hablando, y dice el director, Peter Gelb: “Pues estoy muy orgulloso de Arturo que haya entrado y le haya ido tan bien, tanto que el año próximo ya tenemos La Traviata”. Fue sorpresa para mí, lo dijo en vivo en la tele. Me dije: “Ya no se puede echar para atrás, estamos en vivo”.

¿Cómo puede hacer personajes como el Duque o Pinkerton de Madama Butterfly, que son todo lo contrario a lo que usted piensa?

Pues sí y no. Parte de la conciencia y parte de un misterio científico. Estoy leyendo un libro de Federico Faggin, el creador del microprocesador. Es un italiano, tiene 84 años el señor, y acaba de escribir este libro sobre la conciencia y cómo unos microtúbulos que tenemos en el cerebro, parece ser que el libre albedrío viene de ahí, tenemos la opción, y ahí nos da la percepción. Es increíble. Si yo escojo tomar agua o no, el microtúbulo hace esa realidad aparente, pero matemáticamente explicado.

¿Cómo llega esto a estos personajes?

Hablando del Duque y de Pinkerton, ellos tienen su realidad y su percepción. No existe un solo villano que se crea el villano o que no se crea el héroe en su historia. Por eso al Duque lo juego tan simpático, cínico, pero simpático también, porque a la gente le cae bien, busco que a la gente le caiga bien. Y ahora en Italia tenía que ahorcar a una chica en la primera escena y luego la soltaba y ya. Pero, en su realidad (del Duque), se lo merecía. En su realidad, si no lo hacía, algo muy malo iba a pasar. Tengo que hacerme a la idea de eso para poder meterme en esos personajes. Y claro, en la historia tengo que contarlo bien contado, si no, si trato de hacerlo el bueno, Gilda no va a ser el ángel que es. Entonces mi trabajo es sacrificarme haciendo y sintiendo ese cinismo y siendo el cáncer en la sociedad.

Su colega Aigul Akmetshina me decía hace unas semanas que cada rol que ella hace es un libro de psicología para ella. ¿Qué es un personaje para Arturo Chacón-Cruz?

Un personaje es una parte de mí, siempre. Pero no puede ser en dos dimensiones; tiene que ser tridimensional y más. Si lo hacemos bidimensional nos volvemos caricatura. Tengo la suficiente experiencia de vida para darle vida a muchas, muchas situaciones. Y la imaginación también. Cuando salgo de Idomeneo no tengo que ser un rey de un pueblo, pero he visto cómo se comportan, he leído mucho y busco entrar en esa paz de esa persona o en esa ansiedad de esa persona. Y darle vida a través de mis experiencias. Es eso. Yo creo que es lo más divertido de mi trabajo. Sin embargo siempre está una parte de mí guiando. Nunca he dejado ni dejaré que el personaje se vaya solo.

En la ópera hay mucha crueldad en las relaciones entre personajes. Usted hizo a Don José en Carmen, que son ahora 150 años de Carmen. Un crimen terrible. ¿Cómo hace a un Don José así?

Sí, es un discurso muy interesante. Don José es vasco. Y la cultura vasca es un matriarcado oculto que se hace pasar por patriarcado. Y la madre de Don José, a la que se hace referencia y nunca se ve en la ópera, tiene mucho que ver con eso. Y como vasco, algunos son todavía, de cultura, vamos a hablar de cultura, muy violenta y muy reprimida. Entonces, cuando la represión de tus propios sentimientos llega a un límite, explotas. Y así juego a Don José. De hecho, me baso ciento por ciento en el de Prosper Mérimée, que escribió la novela que inspiró a Bizet para componer esta ópera. Toda la obra original se presenta desde el punto de vista de Don José estando en la cárcel después de haber matado a Carmen. Y es una reflexión de cómo llegó. Lo más importante como actor es tratar de ser bueno. Y con los focos rojos que ofreces no te puedes controlar. Claro, como ser humano que está controlando al personaje, lo controlo; pero sí tiene que ser loco, tiene que perder la razón, tiene que perder todo contacto con la realidad. Y Carmen deja todavía muy buen mensaje a la sociedad. Porque al ver la muerte, si la haces real, si la haces realista suficientemente para que el público salga reflexionando, algo cambiará en la sociedad. Tal vez un padre le dará consejo al hijo que ve que es violento, o una madre tendrá mejores consejos para la familia, o un joven que diga: “Ay, yo no quiero terminar así”.

Fotos: Araceli López e Inbal
Fotos: Inbal

¿Influye la puesta en escena en usted como cantante, actor, para interpretar personajes?

También tenemos que adaptarnos lo máximo posible a la visión del director. He hecho 25 producciones de Rigoletto. Lo conozco mejor que a mí mismo. Conozco la obra de memoria, a todos los personajes. Cada corchea en la partitura, la conozco. He leído El rey se divierte (de Victor Hugo), todo lo que se ha escrito. Y también he vivido las reacciones del público. Tengo mucho que aportar. Y si veo que un director llega con una idea nueva, que está muy bien, hay que adaptarse. Y no digo que lo sepa todo, para nada, al contrario. Siempre estoy feliz de sorprenderme y de darle nuevas facetas al personaje. Pero hay directores que llegan haciendo algo al contrario, sin saber que aquí en la partitura dice algo. Ahí tiene que usarse la política, para ver si se puede convencer al director. Y si no, depende de la situación: o te sales, o te adaptas a su visión, o esperas a que alguien con mayor poder en el teatro detenga algo. Pero sí, hay cosas que te pueden inspirar para hacerlo diferente, y mejor tal vez.

A 25 años de carrera, más bien 26, porque debutó en 1999. ¿Cómo ve ahora a México?

Habiendo hablado con Marcelo Lombardero (actual director de la Compañía Nacional de Ópera) y con el equipo, lo veo muy positivo, muy optimista. Acabo de dar una masterclass al Estudio de la Ópera de Bellas Artes (EOBA); hay voces extraordinarias, hay al menos tres que estoy seguro que van a hacer carrera internacional e importante entre los jóvenes. Pero eso no significa que sea para México, porque salen otras voces de exportación. Yo no entiendo cómo México no es la primera potencia del mundo, tenemos todo para hacerlo. Tenemos mano de obra, tenemos gente dispuesta a trabajar, tenemos gente con cultura, tenemos una cultura milenaria y gente que se acepta. Tenemos todo.

¿Y en cuanto al desarrollo de la ópera aquí?

Uniéndose al trabajo que está haciendo Marcelo, esperemos, y rezo porque el gobierno federal pueda apoyar a la institución para que tengan mejores recursos para poder darle al público una experiencia de ópera mundial. Tengo muchísimas ideas, muchísimos sueños para México. Basado en el concepto de Estados Unidos, en el que la ópera es privada, y el concepto de Europa, en que es pública, o en Asia, donde es las dos. México tendría que ser un poquito más como en Asia, como en China, por ejemplo, donde el gobierno pone la mitad y la iniciativa privada, la otra mitad. Podría ser una opción para hacer crecer la ópera. En este momento, a como está, va a haber muy buenas propuestas, va a mejorar, seguro. Tenemos el potencial para convertirnos en potencia mundial, como lo fue México cuando Maria Callas y Mario Del Monaco estaban aquí todo el tiempo.

Casi todas las óperas tienen maldiciones. ¿Cuál es su favorita? ¿Es supersticioso?

Pues sí y no. Mi maldición favorita es La fuerza del destino, y que no lo voy a decir (el título de Verdi). Como todo, siendo un estudioso y amante de la física y de la conciencia: entre más sonrío y más saludo a la gente, más amigos tengo; entre más miedo tengo, y entre más creo en maldiciones, peor me va. Y es lo que pasa. Y es lo que también pasa en los teatros: en Italia si alguien va vestido de morado, te echan del teatro; pero si dejan pasar a alguien de morado, otro va a andar todo asustado y se va a tropezar: hacemos nuestra propia maldición.

“A mí me encanta la maldición de La fuerza del destino, perdón (Chacón-Cruz toca madera), porque es eso, es inevitable hacia dónde vamos. Es inevitable que no estemos pensando todo el tiempo que cada segundo que pasa nos acercamos a la muerte. Pero llega el momento en el que yo estoy tan feliz con mi trabajo, con lo que he entendido de la vida a través de ese trabajo, y tan agradecido con el universo y con la gente que me rodea por estar ahí conmigo, que no me da miedo. Al contrario, me da una emoción de poder dar más en este momento y cuando esté en el escenario que puedo compartir esa vibración. Somos vibración, todos. Y compartir, como si fuera una religión y como dicen compartir la buena nueva. Pues compartir la música para mí es eso”.

¿Qué sigue en la carrera de Arturo Chacón-Cruz?

Estoy muy contento de que empieza en Austria en unas semanas el proyecto Los Tres Tenores en Europa, con Joseph Calleja y Bogdan Volkov. A ver cómo funciona. Este es un proyecto muy especial. También tengo nuevos papeles: voy a debutar en La fanciulla del West (Dick Johnson/Ramerrez) y en Manon Lescaut (Il Cavaliere Renato des Grieux) y el Trittico (Il Tabarro, Gianni Schicchi y Suor Angelica), también de Puccini. Eso significa que me voy a un repertorio un poco más dramático, como ahora que cantaba al Calaf (Turandot). Y vienen papeles muy emocionantes. ¿Qué quiere decir? Que yo, autoanalizando mi instrumento y a cómo veo las cosas, tengo 10, 12 años de apogeo aún al ciento por ciento. Y después empezar a enseñar, a dar clases. Doy clases ya, pero para meterme más de lleno.

Villazón dirige un festival ahora, va a hacer montaje en la MetOpera; Plácido Domingo también dirige. ¿Es una opción para usted dirigir?

No sé si dirigir. He dirigido, en el Teatro Colón, inclusive (2019). Cuando tuvimos un problema con el director de orquesta que se fue, dirigí La condenación de Fausto, y después el maestro Srba Dinić vino e hizo la función. Sí, dirigí el ensayo general. Sí, me encanta dirigir, estudié dirección. Podría ser ese un camino, pero por ahora creo que puedo dar más cantando y ensayando. Y también tengo una incipiente compañía de tequila, empezamos producción ya, para noviembre estará. El tequila El Tenor.

¿El tenor?

Sí, también. Mi idea no es vender tequila. Mi idea es vender experiencia de amistades, de la vida, de sentarse. No es lo mismo sentarse a tomarte un tequila a sentarse con amigos, con música, con buena comida, a tener un momento. Vamos no solo a vender tequila, sino también a vender oportunidades de convivencia, bien curadas, donde va a ser la comida muy rica, la compañía.

¿Qué es lo que más le gusta de José Alfredo y de Agustín Lara?

José Alfredo entendió la vida, la razón de ser, y sufrió mucho para llegar a ese entendimiento. Y ese sufrimiento lo expresa muy bien. Agustín Lara era uno de esos genios que observa todo lo que está pasando y no dice nada, porque entendió todo. En su música se escucha, en su poesía se escucha, cómo entendieron la vida. A mí me ha tomado tiempo y me sigue tomando tiempo, pero con ellos descubro que todo tiene sentido.

¿Quién es Arturo Chacón-Cruz en este momento?

Soy la persona que tiene un privilegio de poder venir y cantar. Una persona que ha acumulado muchas experiencias. Una persona que tiene mucho que aprender. Pero, también estoy en el punto, en el momento, que sin autoalabarme ni nada, sé que tengo mucho que dar. Todavía me siento un poquito el impostor cuando voy a dar clases, o que estoy en las masterclasses, o que me llaman para dar clases en una universidad por dos semanas. Y cuando voy y empiezo y veo el cambio y veo la emoción, digo, sí, pues sí, yo tengo algo que dar.

“No hay que tampoco mantenerse abajo, hay que tener bien medido el ego, pero también cuando tienes algo que dar, saberlo y apreciarlo. Aprecio el hecho de que los maestros Plácido Domingo y Ramón Vargas, me hayan dado tanto de su tiempo, me hayan enseñado tanto. Los años de carrera, los años de viaje y sacrificio, me han enseñado mucho cómo darle al público algo especial, que no sea ni algo engreído, un cantante puede cantar engreídamente y dar eso al público, que es un poquito así, ni dar algo de baja calidad. Yo siempre voy a dar el máximo, doy lo máximo de mi canto, de mi personalidad, y busco ser auténtico. Y en el ser auténtico, esto que me preguntas ¿quién soy? Soy esta persona que en este momento auténticamente estoy dando, y mi trabajo es compartir y aprender”.

hc

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José Juan de Ávila
  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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