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La maternidad en la Generación Z sí existe: es un asunto de elección

Tener un hijo, dos, ninguno, adoptar, presumir el embarazo en Instagram. La incertidumbre económica y el deseo de independencia influyen en una generación que piensa, planea y actúa.

A los veinte años, Valeria no tiene dudas: “Tendría sólo un hijo si tengo mucho dinero y estoy en un punto de mi vida donde ya hice todo lo que quería hacer. Lo tendría como a los 33.” Habla desde la certeza de una generación que aprendió que la maternidad ya no es obligación, sino una decisión que se calcula con cuidado. “Si no me puedo mantener, ¿qué voy a andar manteniendo a un niño?”, remata.

Su frase resume la actitud de la Generación Z, jóvenes que hoy tienen entre 13 y 28 años. Ellas crecieron entre la esperanza de libertad y la presión del éxito. 

“Se suponía que íbamos a ser la generación más disruptiva y resultó siendo lo contrario”, dice Michelle, de 22 años. 

Lo dice con la claridad de alguien que ve el péndulo moverse hacia atrás: cada vez más de sus amigas se casan, se embarazan o presumen los ‘baby showers’ en Instagram.

Valeria asiente. “Son las redes sociales. Después de la pandemia, dejamos de descubrirnos en el mundo y empezamos a hacerlo desde el individualismo. Por eso estamos regresando a lo viejo, a lo tradicional”.

Y no exagera. El caso de la ‘influencer’ Nicole Agnesi, que documentó su boda y embarazo a los 21 años frente a millones de seguidores, es uno de los más virales de 2024. Con su bebé Mikaela y una estética cuidadosamente armoniosa, convirtió la maternidad temprana en un producto aspiracional de la Generación Z, un fenómeno social amplificado por el algoritmo.

Estudios recientes muestran que este tipo de contenido refuerza modelos de maternidad y pareja tradicionales. Una investigación de la UNAM (2018) sobre madres jóvenes creadoras de contenido concluyó que las redes sociales funcionan como plataformas donde la maternidad se romantiza y se convierte en una forma de validación social.

Mientras tanto, los números van por otro lado: en México, la tasa de fecundidad cayó de 2.07 hijos por mujer en 2018 a 1.6 en 2023, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). 

Como señala un artículo de Concepción Peralta Silverio en DOMINGA, “no se trata de mujeres que no quieren tener hijos, sino de mujeres que están decidiendo en un sistema que no las cuida ni las acompaña”

Ser madre y seguir soñando en 2025


Eugenia, también de 20 años, tiene el caso opuesto. Es la mayor de su familia y desde niña cuidó a sus primos pequeños. 

“Desde que era niña he querido tener hijos porque me apasiona la idea de cuidar a una persona y criarlos. Tomando en cuenta incluso lo malo: la adolescencia, los berrinches, las desveladas.”
Pero aclara que su deseo no contradice su ambición profesional. “Siento que ahorita está muy satanizado el querer ser mamá. Todos creen que para ser chingona no puedes estar casada ni con hijos, pero no. Yo quiero ser chingona con esposo e hijos.”

Otra integrante de la Generación Z, Michelle, también lo ve así: 

“Para tomar la decisión de tener un hijo, mi pareja y yo tenemos que estar estables. No hablo sólo de dinero, sino de poder darle todo lo posible. No tendría hijos únicos, me gustaría que tengan compañía”.

Como ella, cada vez más mujeres jóvenes en México piensan en ser madres (o en no serlo) desde la estabilidad económica, el desarrollo personal o el miedo a repetir patrones que vieron en casa. Según el sociólogo Carlos Welti, de la UNAM, el descenso en la natalidad no refleja una falta de deseo, sino una falta de condiciones. “Muchas mujeres no desean procrear por circunstancias como la incertidumbre económica y sus nuevos roles.”

Hoy, con salarios bajos, vivienda inalcanzable y un horizonte lleno de incertidumbre, la maternidad se reimagina. Ya no se mide por edad, sino por estabilidad emocional y económica.

En el evento se contarán con actividades que fomenten la realización de madres y mujeres, como actividades recreativas para los niños.
Las nuevas generaciones se enfrentan a diversos retos para ser padres (freepik.es)

Las marcas de la maternidad

Sara, también de 20, confiesa lo que muchas piensan en silencio: “Me da mucho miedo embarazarme [...], ver mi cuerpo cambiar. Verme crecer tanto y no poder recuperar lo que soy ahorita. He visto que a mi mamá le cuesta mucho deshacerse de su pancita, y es una inseguridad para ella.”

Y tiene motivos. El embarazo puede dejar cambios físicos que no siempre desaparecen: debilidad del suelo pélvico, diástasis abdominal o incontinencia urinaria. Diferentes estudios clínicos, muestran que entre un cuarto y un tercio de las mujeres reportan algún grado de incontinencia después del parto.

A eso se suman las consecuencias emocionales: De acuerdo con un artículo de la Secretaría de Salud “la depresión posparto, puede afectar hasta 20 por ciento de las mujeres que han dado a luz”. En México, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012 reveló que 74 por ciento de las mujeres estudiadas presenta algún grado de insatisfacción corporal, factor que afecta la duración de su lactancia.

“Me gustaría adoptar, siento que es algo muy lindo, pero también me da miedo”, dice Sara. “Me daría miedo que mi hijo no se sienta parte de algo. O que tenga la espinita de saber por qué lo dejaron. Me daría miedo que no sienta que lo amo”.

Los estudios confirman que su temor no es irracional. Investigaciones en América Latina y México muestran que muchas personas adoptadas enfrentan retos de identidad y sentimientos profundos de cuestionamiento, especialmente cuando la familia no aborda abiertamente la adopción. Un artículo reciente de la UNAM lo resume así: “adoptar es un compromiso profundo… exige preparación, paciencia y acompañamiento.”

En México, según el DIF, sólo 0.42 por ciento de los niños en albergues logran ser adoptados cada año. El proceso, además de largo y burocrático, suele ser emocionalmente desgastante tanto para las familias como para los niños.

La maternidad no desapareció del mapa

Entre miedos, expectativas y resistencia, todas las entrevistadas de la Generación Z vuelven al mismo punto: la maternidad no desapareció del mapa, solo cambió de forma. “Yo tendría mi hijo como a los 33”, dice Valeria.

“Me gustaría que mi hijo tuviera un hermano para que tenga compañía”, dice Michelle.

“Ahorita con 20 años ya tengo cosas planeadas para cuando sea mamá”, dice Eugenia.

Y Sara concluye:

“Me gustaría ser la mamá que confía en sus hijos, que los abraza, pero que igual me tengan respeto. Que cuando estén enfermos me pidan irme a dormir con ellos. Me gustaría ser mi mamá".

HCM



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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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