Comunidad
  • Cuatro horas de recorrido y sin señal telefónica: el camino para buscar desaparecidos en el Ajusco

  • Entre olor a pino y aire limpio se oculta un laberinto de desapariciones y decenas de casos aun sin respuesta. MILENIO acompañó a varias madres buscadoras que mantienen viva la esperanza de encontrar a quien no aparece.
Las madres buscadoras han hecho del Bosque del Ajusco una zona cartografeada y de búsqueda | Fernando Rocha

Pensar en el Ajusco suele provocar una sensación de libertad. Hacemos mil planes: preparamos un abrigo que tolere el polvo, retiramos dinero en efectivo —porque el pago con tarjeta es casi imposible— y nos encaminamos en auto para vivir un excelente día de campo. 

La diversión parece no terminar en un lugar con una atmósfera que podría salir de cualquier canción de The Horrors: hay ranchos, venues para bodas, clubes hípicos y la posibilidad de vivir un romance donde la naturaleza sea la única testigo. Para muchos chilangos, este bosque es sinónimo de descanso y diversión.

Así-son la-difícil búsqueda de personas desparecidas en-el-Ajusco-CdMx
Los familiares y la Policía de Investigación hacen una dupla para buscar a los que hacen falta | José Luis Medina

Pero, ¿qué ocurre cuando esa burbuja de hedonismo se rompe y aterrizamos en uno de los puntos marcados por la crisis de desapariciones que atraviesa la Ciudad de México? Montar a caballo ya no suena tan tentador, las bufandas se quedan en casa y ese sentimiento de película se evapora. La música de fondo se apaga para dar paso a carteles de búsqueda.

La realidad que envuelve al Parque Nacional Cumbres del Ajusco es una dualidad hiriente entre promociones de cerveza y familias destrozadas por la ausencia de uno de sus integrantes. 

Mientras algunos buscan un lugar para pasar el fin de semana, otros preparan palas y picos para traer claridad a un sufrimiento que jamás imaginaron protagonizar.

Durante la semana del 20 al 24 de octubre, madres buscadoras,  encabezados por el Colectivo Una Luz en el Camino, hicieron de este paraje natural un centro de búsqueda para intentar responder una sola pregunta: ¿dónde está mi ser querido? 

Por eso mismo, dos reporteros de MILENIO asistieron a la jornada de búsqueda del 24 de octubre; una experiencia que, resumida en pocas palabras, se convierte en una montaña rusa de emociones difíciles de explicar incluso ahora.

La organización y el punto de reunión

Llegar al Ajusco no es fácil. Quienes cuentan con los medios pueden tomar el volante, manejar más allá de Perisur, cruzar Six Flags y entrar por la Carretera Picacho-Ajusco; nosotros no. Citados por mensaje y con una hora de referencia —las 05:30 horas—, el recorrido comenzó desde las instalaciones de MILENIO Diario, caminando hacia el Metro Juárez de la Línea 3 y haciendo un leve cambio a la Línea 2. 

El destino: la estación Chabacano, punto de reunión del grupo que salió el viernes 24 de octubre en camiones escolares proporcionados por el Gobierno de la Ciudad de México.

Desde que uno sube al autobús, todo cambia. El ruido de la megalópolis acompaña de fondo, pero ya no manda: comienzas a observar cómo suben los familiares de desaparecidos, solidarios (personas que apoyan a las víctimas) y medios de comunicación, los saludos cálidos entre personas que se conocen de tiempo atrás, y los que no quieren dejar nada atrás, ataviados con ropa que les permita moverse en el terreno. 

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Previo a empezar la búsqueda, las autoridades y colectivos anuncian la separación de las células | José Luis Medina

La camaradería se hace presente, los modales definen a las personas y todos saludan. Si la frialdad es lo tuyo, es mejor mentalizarse a ser amable, porque todos comparten destino y causa: buscar rastros de personas desaparecidas.

Se escuchan frases discretas, pero significativas:

“Buenos días a todos, espero que estén bien”
“Buen provecho”
“Pensé que no llegaba, espero que no encontremos tráfico”

El motor arranca, la palanca de cambios suena y sabes que estás en camino. Soportar el tráfico es pan de cada día, pero en esta ocasión cooperó: en dos horas dejamos atrás el Metro, los rascacielos y la contaminación para llegar a Tlalpan, donde comienza otra realidad.

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La zona tiene su propia cartografía, misma que es conocida por los colectivos de búsqueda | José Luis Medina

El bullicio urbano da paso a una mezcla única: fichas de búsqueda y publicidad conviven con rostros conocidos en vallas y anuncios. Aún con su tamaño, destacan los ojos cafés, la boca roja y los rasgos de quienes faltan, acompañados de frases que piden ayuda:

“Ayúdanos a encontrarlo”
“¿Lo has visto?”
“Recompensa de 500 mil pesos a quien dé información”
“Puede ser tu hijo, ayúdame a que regrese a casa”

En una ciudad que invita a la indiferencia, estos ecos no se pueden ignorar. Están ahí, a lo largo del camino, dando una bienvenida triste a un trayecto que cada vez se vuelve más rocoso.

Ajusco: el bosque sin señal donde buscan a los suyos

Conforme el autobús —proporcionado por el gobierno de la Ciudad de México y facilitado para el traslado— se aleja de la urbe, por la ventana comienzan a aparecer los grandes y húmedos clubes hípicos, las lonas que anuncian promociones de micheladas y los negocios con nombres que invitan al viajero a detenerse. 

Pero entre esa aparente normalidad también se multiplican las fichas de búsqueda: rostros y mensajes que conviven con la cotidianidad de una forma alarmante. 

Es el preludio de un territorio donde la señal celular se pierde por completo, y con ella, muchas veces, la posibilidad de volver a saber de alguien.

Al bajar del autobús, lo primero es el registro de la prensa.  Luego, comer algo rápido para tener fuerza; nadie está aquí para un día de campo. Armados con machetes y palas, nos asignan a una célula de búsqueda. Desde ese momento, la jornada comienza.

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Al llegar a la zona, las personas son colocadas en células de búsqueda y se les dan herramientas para colaborar en las actividades | José Luis Medina

El terreno impone respeto. La tierra húmeda, el olor a bosque y el frío de la mañana envuelven a todos. Las madres buscadoras avanzan sin titubeos: conocen cada vereda, cada grieta, cada sitio que podría esconder una historia. Acompañadas de sus fichas de búsqueda y de un conocimiento que aprendieron a la fuerza, guían al resto del grupo.

Las indicaciones iniciales son claras: mantener distancia, no separarse del grupo y evitar accidentes. El agua se vuelve tu mejor aliado; los sueros, tus compañeros inseparables. Luego arranca el ruido de las desbrozadoras, que rompen el silencio y marcan el inicio de la jornada.

El equipo de la Comisión de Recursos Naturales y Desarrollo Rural de la capital (CORENADR) se abre paso con maquinaria, despeja primero el pasto crecido; después avanzan quienes portan machetes, limpiando a mano los alrededores.

Detrás, los que cargan palas, picos y varillas inspeccionan con cuidado, atentos a cualquier rastro, olor o señal que rompa la armonía del bosque. Ellos son los ojos de las madres buscadoras, el primer aviso en caso de encontrar algo que no pertenezca a la tierra.

Durante casi cuatro horas recorrimos un terreno que lo tiene todo para parecer un paraje natural: subidas, bajadas, pasto seco, lodo y un estanque que nutre discretamente la tierra fértil. Pero también es un espacio marcado por el silencio.

Del 2000 al 2 de noviembre de 2025, la Ciudad de México contabiliza seis mil 722 personas desaparecidas y no localizadas, de acuerdo con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas, de la Comisión Nacional de Búsqueda.
“Este tipo de clima, la humedad de la tierra y la crecida del pasto permiten que los restos óseos se conserven un poco más de tiempo —explicó personal de la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) a MILENIO—, pero también las lluvias y la sedimentación hacen que las evidencias sean arrastradas a lugares poco convencionales dentro del bosque.”

Esta explicación vino cuando MILENIO halló un resto óseo y tras la examinación del personal de la CNB determinó que pertenecía a una vaca. 

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Los restos óseos son separados para su análisis | Fernando Rocha

Entre la fe y la tierra removida

Entre las palas, los ejercicios de búsqueda y el olor a tierra húmeda, abundan los rostros que cargan esperanza. Cada quien tiene un motivo distinto, pero todos comparten el mismo deseo: encontrar a alguien.

Durante el recorrido, una madre buscadora contó a MILENIO que busca a su hija, desaparecida en Huehuetoca, Estado de México:

“Soy relativamente nueva en esto. Mi hija desapareció después de asistir a una entrega de apoyos gubernamentales. En todo este tiempo no me han dado una pista, ni una información concreta que me acerque a su paradero.”.

Más adelante, conocimos a Verónica Apodaca, integrante del colectivo Una Luz en el Camino. Su caso está por cumplir una década. 

Hasta el cierre de esta nota, su familia no ha obtenido una respuesta que los lleve al paradero de Bryan Quintero, desaparecido el 15 de julio de 2016. Su hijo asistía a un evento de música de merengue en el centro social Cosmos 2000, en la colonia Romero Rubio, alcaldía Venustiano Carranza. Nunca volvió a casa.

“Mi hijo conoció a El Pozoles un mes antes de desaparecer. El día del crimen acordó reunirse con sus amigos en la calle Norte 94, colonia Gertrudis Sánchez. Lo acompañó a cargar gasolina y desde esa noche no sé qué pasó con Bryan. Aunque El Pozoles ya está detenido , no ha dicho una palabra ni ha cooperado con la investigación”, relató a este medio.
Seguimos buscando a Bryan. Yo asisto a las audiencias, pero ya se han suspendido tres veces. Él —El Pozoles— no quiere decirme qué pasó con mi hijo. Como todas las madres buscadoras, estoy cansada: física y mentalmente. Nadie imagina el daño que provoca una desaparición: nadie vuelve a ser el mismo. Tengo los nervios destrozados, pero por obra de Dios sigo de pie”, relató Verónica Apodaca.
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Verónca Apodaca lleva 9 años buscando a su hijo | Fernando Rocha

No tan lejos del área donde Verónica avanzaba con su varilla, Blanca Pavón toma un rastrillo para separar el pasto cortado y dejar expuestas las zonas, de modo que los demás puedan entrar con palas y picos. Ella busca a su hijo Héctor Rodríguez Pavón, desaparecido hace cinco años.

Estoy aquí buscando a mi hijo Héctor. Lo busco desde hace cinco años y cuatro meses. Desapareció en la alcaldía Gustavo A. Madero, en el Cerro del Guerrero, y en todo este tiempo solo he encontrado como pista el par de zapatos que llevaba el día que desapareció. Hasta hoy, ni la Fiscalía ni las autoridades tienen información sobre su paradero; si no fuera por ese par de zapatos que encontramos en estas búsquedas, no tendría nada”, relató.
“Las búsquedas nos llenan de esperanza, pero no hay mayor alegría que saber de nuestros desaparecidos. Aquí, entre todas las células, hay gente que acaba de iniciar la búsqueda y otras que llevamos años en la lucha por encontrar a nuestros hijos. Pero siempre hay espacio para ayudarnos: te conviertes en el soporte de alguien más y en amiga de quien vive lo mismo que tú”, explicó.
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Blanca Pavón ha encontrado un par de zapatos que la pueden llevar al paradero de su hijo | Fernando Rocha

Durante la búsqueda se percibe el cansancio, el agotamiento y la fe de las familias. También se nota la cooperación de las entidades del gobierno, como la Guardia Nacional y la Policía de Investigación. Sin embargo, en ciertos momentos se evidencia el hermetismo con el que los representantes gubernamentales abordan el tema, incluso estando en un bosque que se ha convertido en un punto crítico de desapariciones en la capital.

MILENIO intentó entablar una entrevista con personal de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México. Ante la negativa, el representante respondió:

No estamos autorizados para dar entrevistas a medios de comunicación, pero en nuestras oficinas de avenida Universidad todos pueden consultar cualquier problemática o duda sobre este tipo de ejercicios. Me encantaría poder responder tus preguntas, pero no puedo”, explicó, manteniéndose alejado durante las casi cuatro horas que MILENIO permaneció en el Ajusco.

De forma un poco más formal, pero a nivel nacional, una representante de la CNDH en el lugar comentó:

“La Directora General del Programa de Personas Desaparecidas, Jazmín Cisneros, tiene cifras y datos interesantes sobre las desapariciones. No puedo aclarar con exactitud si el fenómeno está en aumento, pero la licenciada Cisneros sabe con precisión si estos acontecimientos se concentran en reservas naturales.”

Al cierre de esta nota, tras una semana de intentos de contacto al número que aparece en el directorio de la CNDH, MILENIO no logró localizar a Cisneros.

El Dato

Las desapariciones del Ajusco

En el último año se han reportado al menos dos desapariciones en la zona del Ajusco: Ana Amelí García Gámez, en julio; y Luis Óscar García Ayala, en septiembre.

"La última vez que lo vi..."

La mayoría de quienes buscan a sus desaparecidos son mamás, pero también en esta jornada se hizo presente José Contreras Reyes, quien busca a su hijo Fernando. 

 "La última vez que lo vi fue... va para tres años, ya hizo dos años de búsqueda que ando, no lo he encontrado. Se perdió el 3 de agosto del 2023. 
"La Fiscalía no sabe nada (...) apenas me uní a un colectivo de búsqueda, por eso ahorita ando aquí buscando a mi hijo, pero lo veo difícil porque hay mucha extensión de tierra", explica sentado en el pasto. 
MILENIO acompañó una jornada en este bosque, donde varias madres buscadoras mantienen viva la esperanza de encontrar a quienes faltan.
Fernando Contreras desapareció el 3 de agosto del 2023. | José Luis Medina

Contreras Reyes detalla cómo fue la desaparición de su hijo: "se perdió en La Noria, por Xochimilco, se lo llevaron a él y un amigo más". 

El papá de Fernando acusa fallas en las cámaras del C5, para la ubicación de las personas desaparecidas, por lo que las investigaciones, tanto en la de él como de otras víctimas se ven afectadas. 

"Las cámaras que no funcionan, que no graban, que graban por horas y después se borran", acusó. 

Fernando, quien trabajaba de conductor por aplicación, era muy alegre y sonriente: "llegaba a desayunar con nosotros, a la hora que fuera llegaba; lo sigo esperando, pero no llega". 

"No es el cansancio físico, es emocional; no le deseo a nadie que pase por esto, es difícil no saber cómo está, si vive o no vive, no sé si come, no sé si cuando hace frío está tapado...".
MILENIO acompañó una jornada en este bosque, donde varias madres buscadoras mantienen viva la esperanza de encontrar a quienes faltan.
José Contreras Reyes busca a su hijo que desapareció hace dos años. | José Luis Medina

La vida después de la búsqueda


Para las 15:00 horas, la jornada había terminado. Todos caminaban de regreso al punto de reunión con sus instrumentos, agotados, pero aún había tiempo para platicar y seguir conociéndose.

Verónica es clara: no se encontró nada estos días, pero no se rinde:

“Muchas veces he pensado en parar, en que es suficiente, pero aunque el bajón emocional llega cuando regreso a casa, me doy espacio para criar a mis nietos. Salgo a caminar para regresar más tranquila y poder tener una vida. No es fácil lidiar con una desaparición, pero me he encontrado refugio en la palabra de Dios, y él sabe por qué hace las cosas”, expresó a MILENIO.

Cerca de Verónica se encontraba Sofía Chirino, estudiante universitaria que se acercó al activismo por su materia de Antropología Social y encontró un lugar para la empatía entre las madres buscadoras:

El Ajusco se ha convertido en un centro de desapariciones forzadas. Muchas madres están aquí tratando de encontrar una razón para la última vez que vieron a sus seres queridos. Hay pocas familias jóvenes; la mayoría son adultos mayores, pero la labor que emprenden, convirtiéndose en todólogos para dar con una pista, es asombrosa”, relató Chirino.
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Todos han sido apoyo de algún tercero y esperan a sus seres queridos | Fernando Rocha

Sofía y Verónica están juntas; pueden vivir en casas separadas, pero en las búsquedas se apoyan mutuamente para conseguir un resultado positivo: claridad sobre un caso o la certeza de que no se trata de restos de fauna.

Hay un lugar para todo: para la risa, para intercambiar una receta o para hacer una pequeña broma. Pero también es admirable la camaradería que surge desde la tragedia, desde el entendimiento personal, y que mantiene viva la esperanza: encontrar a su ser querido.

El día tuvo un significado nostálgico: se recordó el cumpleaños de Axel Daniel, quien continúa desaparecido, y se realizó un emotivo homenaje en su memoria. Es imposible no pensar en fechas importantes, como un 10 de mayo o las fiestas navideñas, y sentir la ausencia de quien falta en la mesa.

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El cierre de la búsqueda se tornó emotivo | Fernando Rocha

Datos que perturban


La crisis de personas desaparecidas, sin importar que el terreno sea el Ajusco, no se limita a este paraje natural. Según el Informe Nacional de Personas Desaparecidas 2025, elaborado por Red Lupa con base en cifras del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO), hay aproximadamente 128 mil personas en esta situación. 

Además, los cinco estados con el mayor número de casos siguen siendo, en 2025, Jalisco, Estado de México, Tamaulipas, Veracruz y Nuevo León.

La Ciudad de México, con sus atractivos y vida cosmopolita, ocupa el séptimo lugar entre las diez entidades con más desaparecidos, por delante de estados que históricamente se consideran violentos. En este nada agradable top 10, Michoacán, Sonora y Guerrero encabezan la lista.

El reporte de Red Lupa señala que, de 2018 a 2025, se ha concentrado un 56% de los casos de personas desaparecidas. Además, el número de mujeres desaparecidas aumentó un 20%, ubicando a la Ciudad de México en el cuarto lugar a nivel nacional en desapariciones femeninas, particularmente en el rango de 15 a 19 años.

En el informe Activación del artículo 34 de la Convención Internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas, de Amnistía Internacional, se señala que al cierre del gobierno de López Obrador la crisis de desaparecidos dejó 72 mil 100 cuerpos sin identificar.

Según el RNPDNO, desde la presidencia de Calderón hasta la fecha se contabilizan 118 mil 207 personas desaparecidas y no localizadas, lo que representa el 89% del total histórico. 

Sin embargo, al consultar nuevamente el sitio web del RNPDNO a inicios de noviembre de 2025, la cifra se había actualizado a 133 mil 194 personas desaparecidas.

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Las madres buscadoras han hecho del Bosque del Ajusco una zona cartografeada y de búsqueda | Fernando Rocha

Este 3 de noviembre se retoma la jornada de búsqueda en el Ajusco, en el que colectivos, activistas, familiares de desaparecidos y solidarios removerán arbustos y tierra para hallar alguna pista que los lleve a saber algo sobre sus familiares. 

Mario Benedetti afirma en su poema Desapariciones "que están en algún sitio / nube o tumba; están en algún sitio / estoy seguro allá en el sur del alma; es posible que hayan extraviado la brújula; y hoy vaguen preguntando dónde carajo queda el buen amor porque vienen del odio".

Si están en algún sitio, como dice Benedetti, las madres buscadoras no descansarán hasta hallarlos y recuperar a sus hijos, que nunca debieron desaparecer.  

FR / JLMR

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Fernando Rocha
  • Fernando Rocha
  • Lic. en Ciencias de la Comunicación con especialidad en Mercadotecnia. Me gusta la moda, el helado de vainilla, la Coca-Cola, el Bacardí y el indie pop; escribo de varios temas aquí en Milenio... Por favor léeme.
José Luis Medina
  • José Luis Medina
  • jose.medina@milenio.com
  • Editor Home. Egresado de la carrera de Comunicación y Periodismo en FES Aragón-UNAM.
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