En un mundo donde los rituales para despedir a los muertos suelen ser sombríos, hay quienes buscan transformar el duelo en vida. Las urnas ecológicas se han convertido en una alternativa simbólica y sustentable para quienes desean que las cenizas de un ser querido no terminen en una repisa o en una tumba, sino como parte de la naturaleza.
Estas urnas están elaboradas con materiales biodegradables y contienen una fórmula especial que permite que las cenizas se conviertan en un árbol o planta, como una forma de renacer en la naturaleza.
La idea de convertir las cenizas en vida nació de una experiencia profundamente personal. Stephanie Cuevas tenía apenas siete años cuando perdió a su padre en un accidente aéreo.
“Me llevaron a miles de terapias, pasé por muchos procesos, me decían que estaba enferma de trauma, que con más terapia lo iba a solucionar, y el dolor no paraba. Yo soñaba con hacer una máquina del tiempo ahí en el jardín donde jugaba con mi papá”, recuerda.
Pasaron 17 años antes de aceptar la pérdida y 23 para entender el propósito de aquel dolor: “Fue para encontrar mi misión de vida”.
Una noche de marzo de 2015, tras renunciar a su empleo y sentirse desbordada por la soledad y la tristeza, visitó la tumba de su padre para reclamarle su ausencia. En medio del llanto, notó los árboles que rodeaban el panteón y recordó que su maestro de biología decía que las cenizas contenían nutrientes importantes para el crecimiento de las plantas. “Dije: bueno, seguro aquí hay un montón de cenizas y por eso hay tanto árbol”.
Poco después, una catarina se posó sobre su mano, justo cuando en su teléfono se abrió la imagen de una persona de la que brotaba un árbol. “Ahí empezó toda la historia. Dije, ¿y si hago unas urnas en donde crezca un árbol y absorba las cenizas?”.
A partir de esa idea formó un equipo multidisciplinario de ingenieros, biólogos, tanatólogos y estudiantes, con quienes desarrolló la fórmula y el modelo que hoy ha transformado más de 24 mil 500 casos de despedida en todo México.
Diez años después, la emprendedora reconoce que el proyecto la ayudó a sanar. “Una amiga me dijo: ‘¿te diste cuenta que lograste construir esa máquina del tiempo, y hoy tu papá está vivo contigo en cada momento?’”.
Para ella, saber que gracias a su historia hay ahora tantas personas que tienen la oportunidad de tener esta esperanza de vida después de la muerte ha hecho toda la diferencia.
Superación y amor a la naturaleza
Hay una historia que se convirtió en símbolo del propósito del proyecto: el árbol de la abuelita Paz. Su hija, madre soltera de dos niños, falleció de forma repentina. La abuela hizo todo lo posible para ayudarlos a sobrellevar la pérdida, pero nada funcionaba. “Los niños nada más querían una cosa, querían a su mamá”, cuenta Cuevas.
En un grupo de tanatología le sugirieron transformar las cenizas en un árbol. “Nos buscó y con toda la fe dijo: ya no sé qué más hacer, necesito que me ayuden. Les hicimos una ceremonia de transformación de las cenizas, en donde acudimos Ángeles Biovida al espacio donde se elija; realizamos todo el proceso de forma súper solemne. Les sugerimos vestir de blanco, se hace meditación, tiene coaching, respiraciones, sound healing, aromaterapia. Es muy amorosa, pero también súper amigable”.
Durante la ceremonia, los niños sembraron a su mamá con la esperanza de verla renacer en forma de árbol. “Sus caritas se empezaron a transformar completamente. Ellos ya traían esta esperanza de ‘aquí viene mi mamá, aquí va a crecer’”, recordó.
Con el tiempo, el árbol germinó y la abuela comenzó a mandar fotos de su crecimiento. “En los cumpleaños sus hijos le empezaron a poner globitos, serpentinas. Sabían que era algo que representaba a su mamá, y su mamá empezó a crecer, crecer, crecer”.
Hoy, ocho años después, uno de aquellos pequeños estudia Biología. “De esta experiencia nació su amor por la naturaleza”, relata emocionada.
La vida no se termina, sólo se transforma
Las urnas incluyen certificado de autenticidad, garantía vitalicia, asesoría permanente, un instructivo y un kit completo para realizar el proceso. El procedimiento puede efectuarse con cenizas recientes o de varios años de antigüedad, desde una porción mínima de once gramos hasta dos kilos y medio, que es generalmente lo que se obtiene de una cremación.
La persona o familia puede elegir entre ocho especies distintas, algunas aptas para interiores y otras para plantar al aire libre, entre las que se encuentran palo de Brasil, pata de elefante, árbol de la abundancia, cuna de Moisés, naranjo, limonero, guayabo y jacaranda.
El proceso de transformación se desarrolla en cuatro etapas: primero, la germinación o adaptación de la semilla; después, la absorción de la fórmula biovida; seguida por la de la biocápsula de germinación, y finalmente la de las propias cenizas.
“Nuestra fórmula contiene nutrientes, sustratos, fibras, biocatalizadores, vitaminas y minerales. Esta fórmula hace que el proceso no solamente sea simbólico, sino un proceso bioquímico”, detalla Cuevas.
Los familiares pueden realizar el procedimiento en casa con el kit que reciben o solicitar que personal especializado acuda al domicilio. En ambos casos, se busca que el acto de sembrar sea parte del duelo y no un trámite más.
“Queremos que vivan la experiencia de sembrar esta vida y cómo crece, cómo germina. Nosotros ponemos mucho el ejemplo de cuando en el kínder te pidieron el frasco con un algodón y una semillita de frijol. Ahora imagínate ver ese primer brote de alguien que tú amas. Es algo único”, cuenta.
Hasta ahora, esta iniciativa ha contribuido a reforestar más de 954 mil metros cuadrados en distintos estados del país. Cada árbol sembrado representa una historia de amor y memoria. “Estos arbolitos son demasiado amados, demasiado protegidos, sabiendo que representan la vida de alguien que ellos amaron tanto. Nosotros creemos que la vida no se acaba, solo se transforma”, comparte.
Sanar emocionalmente y ayudar al ambiente
La demanda de urnas ecológicas ha crecido de manera exponencial en los últimos años, sobre todo después de la pandemia.
Hace diez años, dice, era una locura cuando iban a presentarlo a las funerarias, porque los servicios tradicionales estaban muy arraigados, pero desde la pandemia fue un parteaguas absoluto. Actualmente, ha crecido considerablemente la demanda, “porque aparte de sembrar arbolitos, sembramos conciencia”.
El cambio de mentalidad también se debe a una mayor conciencia ambiental. “El proceso de cremación contamina demasiado, emite mucho dióxido de carbono y aumenta nuestra huella ecológica. Nosotros, con esta propuesta, podemos absorber miles de toneladas de dióxido de carbono y generar miles de litros de oxígeno”, explica.
En el mercado, una urna ecológica cuesta alrededor de cinco mil pesos e incluye todo el kit necesario para realizar el proceso. También existen urnas para mascotas, con un valor aproximado de mil setecientos noventa y nueve pesos.
Cuevas vivió en carne propia el significado de su creación. Tras enfrentar un cáncer de mama, encontró fortaleza al pensar que, sin importar lo que ocurriera, su hijo podría sembrarla.
“Me aterró más que mi hijo fuera a crecer sin su mamá. Pero vi mis urnas y dije: no importa lo que vaya a pasar, porque mi hijo me va a poder sembrar y me va a poder tener ahí, disfrutando cada uno de sus logros. Así fue como agarré fuerzas, luché con todas mis fuerzas, y gracias a Dios vencimos el cáncer.”
Hoy, su mensaje es tan simple como profundo: “Dicen que el tiempo cura todas las heridas, pero hay heridas que con el tiempo florecen”.
Un nuevo significado de la muerte
Aunque para muchos puede sonar como una tendencia reciente, esta práctica refleja un cambio más profundo: la forma en que la sociedad mexicana comienza a hablar, comprender y resignificar la muerte.
“La despedida en sí no cambia, porque sigue siendo ese rito de cierre para nosotros; lo que cambia es la manera en que lo vivimos”, explica la tanatóloga Myrna Alejandra Soltero Reynoso. “A través de sembrar un árbol estamos generando nuestro cierre y, al mismo tiempo, dando vida al morir”.
Desde la tanatología, disciplina que acompaña los procesos de duelo y de bien morir, las urnas árbol ofrecen un sentido simbólico: pertenecer nuevamente a la tierra y trascender de otra forma.
“Al final nos quedamos tranquilos porque sentimos que seguimos perteneciendo, que nos reintegramos a la naturaleza”, agrega la especialista.
El miedo a la muerte sigue siendo uno de los grandes tabúes en la cultura mexicana, aunque el país dedique un día entero a celebrarla. Desde la perspectiva tanatológica, este temor puede transformarse en una oportunidad para reconciliarse con la vida.
“Desde la tanatología se busca cambiar la idea de que la muerte es algo malo. Todos vamos a morir, lo importante es disfrutar la vida mientras llega la muerte”, dice Soltero Reynoso.
Para ella, comprender la muerte no significa rendirse ante ella, sino aprender a vivir con mayor plenitud y sentido.
Aunque es difícil, planear cómo decir adiós
Una de las reflexiones que promueven los tanatólogos es la importancia de hablar en familia sobre cómo se desea ser despedido. A pesar de las resistencias culturales, cada vez más personas se animan a hacerlo.
“Muchas familias tienen miedo de hablar del tema porque creen que al hacerlo se van a morir, pero no es así. Hablarlo permite dejar claro lo que queremos. Hay quienes piden mariachi, quienes quieren que no asistan ciertas personas o quienes eligen que sus cenizas se lancen al mar. Lo importante es abordarlo antes”, señala Soltero Reynoso.
Desde su experiencia, las familias que dialogan sobre la muerte suelen vivir duelos más sanos. “He observado que quienes anticipan el tema lo viven con más calma. En cambio, las familias que no lo hablan enfrentan duelos más ansiosos, con más angustia y síntomas psicológicos”.
En México, las prácticas funerarias están cambiando. Aunque la inhumación tradicional sigue siendo común, sobre todo entre personas mayores, cada vez más jóvenes optan por la cremación. Y, poco a poco, emergen opciones más ecológicas y simbólicas, como las urnas árbol.
“Todavía no es algo generalizado, pero ya hay una conciencia distinta. Antes la gente no hablaba de la muerte; hoy muchos ya dicen: quiero que me incineren o que mis cenizas se conviertan en un árbol. Es una apertura que antes no se tenía.”
Las urnas árbol no solo representan una alternativa sustentable, sino una resignificación emocional: convertir la pérdida en vida, la ausencia en presencia natural.
Más allá del método de despedida, el acompañamiento emocional sigue siendo clave.
Las urnas árbol son más que una alternativa ecológica: son una invitación a cambiar la mirada hacia la muerte, a entenderla como parte natural de la existencia.
“Tenemos que dejar de ver la muerte como algo doloroso o lastimoso”, concluye la tanatóloga, “todos vamos a morir algún día; lo importante es aprender a vivir con esa certeza y dejarlo hablado, para que nuestra partida también pueda dar vida”.
OV