En un futuro, bastará una pastilla ingerida por el hombre para que sus espermatozoides no lleguen a su destino durante el encuentro sexual.
Jorge Arturo Torres Juárez, investigador del Laboratorio de Fisiología Celular y Molecular del Centro de Investigación Biomédica Avanzada de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), explicó:
“La idea es que un anticonceptivo masculino no hormonal se tome una o dos horas antes del acto sexual y, con ello, interrumpir la energía y la velocidad que el espermatozoide necesita para alcanzar el óvulo”.
El responsable del proyecto Acelerando la investigación de anticonceptivos masculinos con biología computacional, que comenzó formalmente en 2021, explicó que el canal CatSper (acrónimo de Cation Channel of Sperm) es una compuerta molecular exclusiva de los espermatozoides que regula la entrada de iones de calcio, el combustible que impulsa el movimiento de la cola o flagelo.
Cuando se activa, el espermatozoide alcanza una velocidad y fuerza especiales, conocidas como hiperactivación, necesarias para atravesar el moco cervical y llegar a las trompas de Falopio, donde ocurre la fecundación.
“CatSper es el motor del espermatozoide. Si logramos cerrar esa compuerta, no hay flujo de calcio y, sin ese combustible, el espermatozoide simplemente no avanza. Está vivo, pero quieto”, explicó el investigador.
“Es como si en el Canal de Panamá las esclusas se cerraran y el barco quedara detenido en medio del paso. Esa es la lógica molecular detrás del anticonceptivo: cerramos el paso de iones, interrumpimos el impulso y evitamos la fecundación”.
A diferencia de los métodos hormonales, este enfoque no altera la producción natural de testosterona ni interfiere con la formación de nuevos espermatozoides.
“No estamos afectando la masculinidad ni la producción hormonal. Solo apagamos temporalmente un mecanismo de movimiento. Cuando el medicamento se suspende, las compuertas se reabren y la movilidad vuelve a ser normal”, añadió en entrevista con MILENIO.
Incluso, precisó, puede ser utilizado por personas con diversas patologías como diabetes, hipertensión, cáncer u otras enfermedades crónicas, sin afectar su fertilidad ni interferir con ningún tratamiento médico. A las 24 horas, el hombre recupera completamente su capacidad reproductiva.
Una pastilla de uso puntual y efecto de 24 horas
El anticonceptivo está diseñado para ser oral y de uso puntual, no diario.
“No se trata de una pastilla que se tome todos los días como las de las mujeres. La idea es que el hombre la consuma solo cuando la necesite”, explicó.
“En teoría, se tomaría una o dos horas antes del acto sexual, y su efecto duraría alrededor de 24 horas. Es decir, funcionaría todo un día y después el cuerpo la elimina sin dejar rastro”.
Por su mecanismo, no es un fármaco para encuentros improvisados.
“Se requiere planeación, por eso está dirigido a las parejas estables. Hay que tomarlo con anticipación para que la molécula actúe. En relaciones no planificadas, simplemente no tendría tiempo de hacer efecto”.
El investigador fue enfático al señalar que su uso se dirige a parejas estables, sólidas y monógamas, donde existe confianza y comunicación.
“Este tipo de anticonceptivo tiene sentido en relaciones formales. En una pareja sólida, donde hay diálogo sobre la fertilidad, el hombre puede asumir la responsabilidad sin alterar su salud ni la de su pareja”.
“No sustituye el condón ni protege contra infecciones. En relaciones casuales no lo recomendamos, porque este fármaco evita embarazos, no enfermedades de transmisión sexual”, aclaró.
Biología computacional para innovar
El proyecto se encuentra en la fase de pruebas in vitro con espermatozoides humanos.
“Trabajamos con biología computacional porque nos permite probar cientos de moléculas de manera virtual antes de llevarlas al laboratorio. Así reducimos tiempo, costos y el número de pruebas innecesarias”.
Mediante simulaciones digitales, el equipo identificó más de 40 moléculas candidatas, de las cuales dos mostraron mayor precisión para actuar sobre el canal CatSper sin afectar otras funciones del cuerpo.
“La computadora nos dice qué moléculas encajan mejor en la compuerta del canal. Después, las probamos con microscopía de fluorescencia para ver si realmente detienen el movimiento sin dañar la célula”, detalló.
Las pruebas evalúan la potencia, estabilidad y seguridad celular de los compuestos.
“Buscamos algo que sea potente, pero seguro. Que no dañe al espermatozoide ni a otras células del cuerpo. No queremos generar un efecto tóxico, sino algo tan específico que, una vez fuera del organismo, se elimine sin consecuencias”, puntualizó.
Una nueva etapa de corresponsabilidad
El investigador insistió en que el impacto del proyecto va más allá del laboratorio.
“Durante décadas, la anticoncepción se consideró asunto de mujeres. Esta pastilla busca equilibrar la balanza: que los hombres también participen y compartan la responsabilidad”.
De acuerdo con el Inegi, en 2022 se registraron un millón 891 mil 388 nacimientos, y en 2024 8 mil 218 niñas de entre 10 y 14 años se convirtieron en madres, lo que equivale a 22 casos diarios, según el Consejo Nacional de Población (Conapo).
“México necesita opciones nuevas, seguras y éticas. Si logramos que esta pastilla llegue al mercado, estaríamos abriendo una nueva era de equidad reproductiva y corresponsabilidad masculina”, afirmó.
El anticonceptivo masculino no hormonal que desarrolla la UAQ representa una apuesta mexicana por la ciencia con sentido humano.
Una innovación que, si llega a concretarse, podría redefinir el papel del hombre en la planificación familiar: asumir el control, decidir cuándo ser padre y hacerlo sin alterar su equilibrio biológico.
Ciencia mexicana con impacto social
En el proyecto colaboran la Facultad de Medicina de la UAQ, el Instituto de Biotecnología y el Instituto de Fisiología Celular de la UNAM, junto con estudiantes del programa Veranos de la Ciencia.
“Hay un enorme valor formativo. Los jóvenes están aprendiendo que la ciencia también puede transformar realidades sociales, no solo publicar artículos”.
Cuenta con dos fondos Foper de la UAQ por 60 mil pesos cada uno y un apoyo Fronteras de la Ciencia por 1.3 millones de pesos, que han permitido fortalecer la infraestructura computacional y los ensayos experimentales.
“No tenemos el presupuesto de las grandes farmacéuticas, pero tenemos creatividad, talento y rigor. Este trabajo demuestra que en México podemos desarrollar soluciones propias, basadas en ciencia de frontera”.
Si las pruebas preclínicas resultan exitosas, los ensayos clínicos en humanos podrían iniciar en unos seis años.
“Es un proceso largo, pero necesario. Queremos hacerlo bien. No se trata de correr, sino de llegar con evidencia sólida y seguridad para quien lo use”.
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