El 4 de agosto de 1997, Jeanne Louise Calment pasó a la historia como la persona más longeva de la historia según los registros, alcanzando los 122 años y 164 días de vida con un estado de salud extraordinario para alguien de esa edad. Según el New York Times, pese a vivir su última década casi ciega y sorda, la francesa gozó de buena salud hasta un mes antes de su fallecimiento,
Y aunque ni ella misma sabía el tan anhelado “secreto de la juventud”, su historia se convirtió en un caso de estudio para la ciencia de la longevidad. A partir de ello, y a casi tres décadas después de su muerte, un grupo de investigadores de Harvard aportaron a dicha búsqueda, detectando cinco factores psicológicos y sociales fundamentales para el bienestar y la longevidad de una persona.
1. Relaciones personales
Las conexiones sociales son clave para la longevidad. Tener un círculo de amistad sólido ayuda a las personas a vivir mucho más tiempo y con mejor salud en comparación de aquellas quienes se encuentran aisladas— y, por ende, más propensas a la soledad no deseada—.
“La soledad no deseada refiere al malestar que produce la falta de relaciones significativas, lo cual afecta en la salud física, mental y funcional de las personas mayores”, explicó el psicogerontólogo, Elizeth Altamirano, a MILENIO.
En el caso de México, ante los constantes abandonos de adultos mayores, las y los amigos pueden llegar a complementar e incluso sustituir los vínculos familiares ausentes o debilitados. Asimismo, influyen en el bienestar de una manera que otro tipo de relaciones no podrían, por ejemplo: resistir el aislamiento, mantener las rutinas y resignificar el propio envejecimiento.
“Las personas mayores tienden a conservar vínculos emocionales significativos en lugar de relaciones superficiales. Esta preferencia les permite concentrarse en relaciones que les aportan afecto, reconocimiento y sentido de la vida”, destacó el especialista.
Cuando pensamos en "voluntariado", usualmente asociamos a jóvenes en refugios de animales, orfanatos o asilos de adultos mayores. Pero aunque socialmente se le ha atribuido a las juventudes, en la vejez también se puede ejercer el altruismo. Y, de hecho, es altamente recomendado para su bienestar físico y emocional.
Así se sugiere en el informe Volunteer work among older persons 2025, de los Voluntarios de las Naciones Unidas (UNV por sus siglas en inglés), especialmente para aquellas y aquellos adultos que pudieran comenzar a sentir soledad o aislamiento de sus comunidades. “Permite la socialización, la participación, la inclusión y la actividad”.
Sin embargo, la organización reconoce que pueden enfrentarse a numerosas barreras para ejercer el voluntariado. Por ejemplo: la falta de remuneración, especialmente en hogares con ingresos bajos o sin estabilidad financiera; limitaciones de la movilidad en actividades que requieran viajar o físicamente demandantes; acceso limitado al transporte u horarios restrictivos; las labores de cuidado, más aún en las mujeres que ven por sus esposos o nietos, o la brecha digital, para los casos donde dichas oportunidades altruistas se anuncien digitalmente.
3. Espiritualidad
Una investigación que el profesor de Harvard, Tyler VanderWeele, realizó sobre la participación religiosa en la población adulta encontró que los servicios religiosos representaron una forma significativa de integración social en las y los creyentes— misma que se relaciona con una mayor longevidad, comportamientos más saludables, mejor salud mental y mayor bienestar psicosocial—.
Asimismo, arrojó que las y los adultos que asistieron a las actividades religiosas más de una vez por semana tenían un 30% menos de probabilidades de morir en los siguientes 16 años que aquellos que nunca asistían. Específicamente, había menos posibilidad de fallecer por causas relacionadas con la desesperación, el suicidio, la sobredosis de drogas y la intoxicación por alcohol.
Por su parte, Elizeth Altamirano recomendó que el ámbito espiritual puede formar parte de los recursos terapéuticos para enfrentar el duelo por los divorcios grises (rupturas en parejas que tienen cincuenta años o más): “Sin entrar en religiones, muchas personas encuentran alivio al explorar el significado de lo vivido”, explicó para este medio.
4. Optimismo
A partir de una observación a mujeres de diferentes grupos raciales y étnicos, investigadores de la Escuela de Salud Pública TH Chan de Harvard encontraron que una mayor esperanza de vida— superior a los 90 años— estaba asociada a niveles altos de optimismo.
Los datos del estudio, realizado a más de 150 mil mujeres en el periodo 1993-1998, señalaron que el 25% de las participantes más optimistas tenían una esperanza de vida 5.4% mayor a las que menos optimismo tenían; y un 10% más de probabilidades de superar los 90 años.
Contrario a lo que socialmente se ha creído, la vejez no es una etapa que duele o deprime. Al igual que las demás fases de la vida, como la adolescencia o la niñez, en el envejecimiento también se puede aprender un nuevo hobby, volverse a enamorar, vivir la sexualidad o retomar una “pasión frustrada”.
“La vejez no duele. La vejez es simplemente una etapa de la vida del ser humano”, puntualizó Altamirano. “La tercera edad se vive de manera muy intensa. Se puede vivir tan intensamente como en la juventud”, dijo por su parte la sexóloga, Linda Libien.
5. Un lugar de trabajo sano
El ambiente laboral influye de distintas maneras en la longevidad y salud (física y cognitiva) de las y los trabajadores.
Una de las principales que identificó la profesora de Harvard, Lisa Berkam, es el control sobre su horario laboral, si afrontan las exigencias laborales y si disfrutan las relaciones sociales— esta última refiriéndose no sólo a las dinámicas, convivios o pláticas casuales, también al hecho de que se sientan apoyados y apoyadas por colegas y superiores—.
“Las políticas laborales pueden tener un efecto protector sobre la salud de las personas. O bien, acelerar el proceso de envejecimiento”, escribió en su artículo El efecto a largo plazo de las prestaciones por maternidad en la salud mental: Evidencia de países europeos. Por ejemplo, mencionó, aquellas y aquellos trabajadores con poco control sobre su carga de trabajo tienden a sufrir tasas de mortalidad más elevadas, especialmente cuando tienen necesidades familiares de por medio.
ASG