DOMINGA.– Durante años, June Cobb encarnó el arquetipo más conveniente de la Guerra Fría: la espía de la CIA que era seductora, inestable y útil hasta que envejeció. Su nombre aparece junto al de agentes encubiertos, escritores, mujeres de la alta sociedad y revolucionarios. Pero nuevos documentos desclasificados y la teoría audaz de una documentalista sugieren algo más inquietante.
Como buena agente encubierta, Cobb tuvo múltiples identidades. Para Cuba, traductora de los discursos de Fidel Castro cuando viajó a Estados Unidos; corresponsal en Nueva York para Visión, un semanario sobre América Latina; una estudiante de Arte cuyo padre rico le pagaba su estancia en el Distrito Federal, hasta que logró colarse en la Asociación de Escritores de México (AEM) como personal administrativo.
Según la última actualización de los JFK Files, habría sido una espía eficiente para la CIA, hasta que tuvo que ser retirada de las operaciones en México. Su vida personal se había vuelto un riesgo difícil de contener, la prensa mexicana de izquierda publicó su fotografía y cuestionó la veracidad de su identidad; simplemente las operaciones de vigilancia que le asignaban dejaron de importarle, ante el estatus social que le daba el círculo intelectual mexicano.

Los documentos desclasificados por la administración de Donald Trump revelan cómo la agencia la despidió por ser “inestable emocionalmente, desgastada por su edad y por relacionarse afectivamente con sus objetivos”, según un memorándum del 5 de abril de 1968 bajo el título: “Meeting with LICOOKY-1”. Era el seudónimo que la CIA le otorgó cuando la contrató para vigilar los movimientos políticos e intelectuales entre México y Cuba, entre 1961 y 1966.
En 2017 Letras Libres la convirtió en una “Mata Hari rubia” que merodeaba entre espías y escritores. Guillermo Sheridan escribió que era una “honey trap”, ese estereotipo femenino que “aprovechó sus encantos para seducir moscas dispuestas a soltar secretos a cambio de una probadita”. Ese mismo año tuvo una breve mención, en la biografía inédita de Elena Garro, escrita por Rafael Cabrera, Debo olvidar que existí, donde aparece como La Giganta. Cabrera reveló que la escritora estaba segura de que Cobb la espiaba por “órdenes del gobierno mexicano”, en complicidad con una amiga de ambas, la costarricense Eunice Odio.
Los JFK Files dan cuenta de que Odio las había presentado con el propósito de que Garro le rentara un cuarto a Cobb en su casa de Las Lomas en la Ciudad de México.
En 1964, Cobb se hizo pasar como secretaria de la AEM, de ahí su cercanía con el mundo de los intelectuales mexicanos de la época y su intención de volverse amiga de Garro. El acercamiento se dio bajo órdenes de la CIA, luego de que Garro asegurara haber visto a Lee Harvey Oswald en una fiesta en México, el pistolero que asesinó a John F. Kennedy. La agencia quería que Cobb mantuviera un registro personal de Garro y su hija, Helena Paz, pero la amistad nunca se concretó. Por el contrario, un incidente marcaría el terror que la escritora le tenía a Cobb.

Según las cartas de Garro, mientras compartían casa, Cobb le ofreció una reunión con gente de la CIA para que narrara su encuentro con Oswald, sin embargo, y fiel a su personalidad, Elena optó sin éxito por encontrarse con Robert Kennedy, hermano del presidente, en un aeropuerto de Texas. Al volver se enteró de que Cobb había atacado a uno de sus gatos: tenía las patas y costillas rotas, dice un memorándum de inteligencia de 1964. Elena nunca olvidó ese momento.
Biografía de June Cobb: era una rubia que volaba aviones
Cuando se pensaba que todo sobre Cobb estaba dicho, en 2023 una documentalista estadounidense, Mary Haverstick, soltó una bomba en su libro sobre mujeres espías, A Woman I Know: la posibilidad de que June Cobb fuera en realidad Jerrie Cobb, célebre piloto, nominada al Premio Nobel en 1981, quien fuera parte del programa Mercury 13 de la NASA en 1959, en el que trece mujeres piloto se sometieron a pruebas para ser las primeras astronautas.
Lo que hizo June Cobb en México entre 1961 y 1963 es opaco o fue intencionalmente eliminado de su expediente. En la página 5 mil 985 de los archivos publicados, se afirma que su expediente fue “destruido” en 1994. No obstante, en una de las más de 32 mil páginas liberadas, se revela un punto de inflexión y que coincide con la premisa de Haverstick.

David Atlee Phillips, quien fuera jefe de acciones encubiertas de la CIA en la Ciudad de México de 1961 a 1963, fue citado a declarar por el Comité Selecto de la Cámara sobre Asesinatos, que indagó los asesinatos de Kennedy y Martin Luther King en 1978 y 1979. El exespía dijo no recordar cuáles eran las tareas de Cobb en ese tiempo, como si no la hubiera tratado a pesar de haber compartido base de operaciones. Y aún más extraño, sostuvo que sólo la recordaba como una “rubia que volaba aviones, que marcó un récord por acostarse en muchas camas de Cuba y que tenía una hermana gemela”.
Una hermana gemela. Haverstick detalla no sólo lo habitual que fue durante la Guerra Fría el hecho de que los espías tuvieran supuestos gemelos o múltiples identidades y elabora en cómo este dato, asentado en los JFK Files en la página 7 de la entrevista con número 011048 y clasificada como ‘comisión sensible’, reforzaba su hipótesis de que June y Jerrie Cobb eran la misma persona. La documentalista sugiere que, en los años ocultos de June, Jerrie aparecía públicamente.
Además, en el libro Our Man in Mexico: Winston Scott and the Hidden History of the CIA (2008), el escritor y periodista Jefferson Morley describe a June Cobb como la agente más valiosa y efectiva de Phillips:
“Se ignoró el hecho de que uno de los agentes más valiosos de Phillips en la Ciudad de México era una mujer atractiva y comunicativa llamada June Cobb, especializada en penetrar las operaciones del Fair Play for Cuba Committee [FPCC] mediante romances con sus líderes”, se lee en la página 203. El FPCC fue una organización estadounidense que apoyó el movimiento de Castro en Cuba y del que Lee Harvet Oswald era miembro.

La documentalista que descubrió un posible secreto de la CIA
Mary Haverstick lanzó su hipótesis: Jerrie Cobb y June Cobb podrían haber sido la misma persona. La historia comenzó en 2009, cuando contactó a Jerrie Cobb para producir un documental sobre su carrera y su participación en el proyecto de mujeres piloto de la NASA para ser las primeras en ir al espacio en los sesenta.
Jerrie fue la primera en pasar todos los exámenes y a la posteridad luchó por la equidad de género en la carrera espacial. Sin embargo, la idea de la película dio un giro inesperado cuando una empleada del Departamento de Defensa se le acercó y le advirtió que el material que investigaba era clasificado. Esto encendió las alarmas.
Movida por la sospecha, Mary buscó los nombres de ‘Jerrie Cobb’ y la ‘CIA’, y así descubrió la existencia de June, una mujer vinculada al caso Kennedy en los archivos desclasificados. Pronto comenzaron a surgir similitudes inquietantes: ambas nacidas en Oklahoma, con una diferencia de cuatro años, fluidez en español, formación y experiencia en la Patrulla Civil Aérea y extensos periodos sin rastro público.

Las coincidencias físicas también eran notables: misma estatura, peso e incluso las mismas iniciales: J.C. “¿Cuál era la probabilidad estadística”, escribe Haverstick, “de que dos chicas Cobb, de idéntica descripción y edades similares, estuvieran involucradas?”. El texto sería retomado por Andy Kroll en el New York Times.
Durante la Guerra Fría, June Cobb fue reclutada por la CIA entre 1959 y 1960 durante un viaje a Cuba mientras se hacía pasar por periodista de Visión. Ya en 1959 fungió como traductora de los discursos de Castro en sus visitas a Nueva York, un trabajo por el que cobraba no menos de mil dólares. De acuerdo a la CIA, a Castro lo conoció a través de Celia Sánchez Manduley, una de las principales guerrilleras y confidentes de Fidel durante la visita de ambos a Nueva York de abril del mismo año. A Cobb le asignaron la tarea de intermediar entre los periodistas estadounidenses interesados en entrevistar a Castro, así como la traducción a inglés de sus más importantes discursos.
En su trabajo como funcionaria de Cuba hacía principalmente traducción, aunque también ayudó a abrir una casa para estudiantes estadounidenses invitados por el gobierno cubano en una finca expropiada a Fulgencio Batista, cerca de Ceiba del Agua, Cuba. Su rol fue breve, un año después de ser contratada, la inteligencia soviética le informó a Castro que su traductora tenía altas probabilidades de ser una agente del FBI, así lo detalla la CIA. Aunque la propia agencia de inteligencia aseguró que, después de que ella renunciara a su trabajo de traductora, en 1961, la contrataron formalmente como espía, con un salario mensual y departamento amueblado en la Ciudad de México.

Se supo que su ingreso a la CIA ocurrió tras el arresto de su novio colombiano por tráfico de opio. A partir de entonces, desaparece de la vida pública justo cuando Jerrie Cobb gana visibilidad como figura del programa espacial.
La sospecha de una doble se profundizó cuando Mary obtuvo acceso sin precedentes a la vida privada de Jerrie, incluyendo documentos, fotografías y testimonios. La cineasta llegó incluso a confrontarla directamente. Pero Jerrie lo negó rotundamente, aunque admitió conocerla y soltó una frase enigmática:
“[June] tiene un pasado accidentado y está viva. Deberías contactarla. Escuché que durante un tiempo, se hizo pasar por mí”. Los datos encontrados fueron tan laberínticos que optó por explicarlos en un libro y dejar atrás la idea del documental.
Haverstick descubrió que la CIA asignó un segundo número de seguridad social a June Cobb en 1963. También encontró evidencias de técnicas empleadas por la agencia en esa época: crear identidades gemelas, usar prótesis faciales, pelucas y alterar archivos oficiales. El nombre clave de June en operaciones era LICOOKY-1: el prefijo “Li” identificaba misiones en México; el sufijo “Cooky” –coloquialismo para describir a una mujer atractiva– fue utilizado frecuentemente en los informes.
Una de las pruebas más tangibles surgió cuando la documentalista contactó a Fortuna Calvo, periodista de Visión, que viajó con June Cobb a Cuba en abril de 1960. Al mostrarle una foto de Jerrie, respondió: “Sí, es June, pero nunca la vi con ese color de cabello”.

La fotografía de June Cobb entrevistando a Miguel Alemán
Mary Haverstick también encontró una fotografía inédita de June Cobb en 1948, entrevistaba al expresidente de México, Miguel Alemán Valdés. Según la CIA, había llegado a México por primera vez en 1947 como estudiante en la UNAM, con interés en el periodismo cultural, después como publicista de una empresa petrolera y como editora de la revista Modern Mexico, de acuerdo a un reporte de AP. Sin embargo, en 1949 viajó nuevamente a América del Sur para trabajar en Pan American World Airlines y un año más tarde volvería a Oklahoma para ser reportera.
En los años cincuenta, Cobb vivió entre varios países de América Latina y Nueva York, y pasó varias temporadas hospitalizada por enfermedades que contraía en sus viajes, una de ellas sería leishmaniasis, provocada por la picadura de un mosquito y que le dejaría una cicatriz en la clavícula.
Los JFK Files dicen que Cobb volvió a México en 1961 tras ser deportada de Guatemala y con intenciones genuinas de trabajar con Carlos Pellicer en la escritura de un libro sobre su “decepción del comunismo”, según consta en el documento con folio 19939. Se sabe también que en 1961 tradujo al inglés el libro del expresidente de Guatemala, Juan José Arévalo, La fábula del tiburón y las sardinas: América Latina estrangulada. En la edición, el nombre de June Cobb aparece junto al de Raúl Ocegueda, exministro de Educación, y quien más tarde sería uno de los informantes de la CIA sobre la autonomía en la UNAM.
En varios documentos académicos, además, se cuenta que Cobb y José Revueltas compartieron una casa en 1964, cuyo dueño era Mario Monteforte Toledo, escritor y exvicepresidente de Guatemala. “Fue en casa de June Cobb [o sea de Mario Monteforte] donde por fin concluí de escribir ‘Los Errores’” relató el escritor mexicano según el libro José Revueltas y el género policial, de Sonia Adriana Peña.
En 1965, June continuó sus labores como espía en la Ciudad de México, infiltrándose en círculos literarios y universitarios bajo la fachada de intelectual, con la misión de acercarse a figuras como Juan Rulfo, obtener información sobre tensiones estudiantiles y conseguir sin éxito un manuscrito clave contra la autonomía universitaria en la UNAM, considerada por la CIA como foco de “maldad estudiantil”, unos años antes de la masacre estudiantil de Tlatelolco en 1968.
También debía monitorear a la periodista estadounidense Stasia Madrigal y sus vínculos con Cuba, incluyendo posibles contactos con el entorno de Fidel Castro e Hilda Gadea, economista y primera esposa del Che Guevara. Sin embargo, la CIA comenzó a mostrar frustración por el deterioro físico, emocional y profesional de Cobb, que afectaba el cumplimiento de sus tareas.
La prensa mexicana fue la primera en publicar las sospechas de June Cobb
Luego de inmiscuirse entre los intelectuales más afamados de la época, Cobb se permitió incluso salir en páginas de sociales. El 21 de marzo de 1966, posó junto a sus amigas para la sección “Sociedad” de Excélsior, donde celebró el cumpleaños de la escritora española María José Chopitea. En mayo y junio de ese año comenzó una campaña mediática para cuestionar las buenas intenciones de Cobb.
La revista Sucesos y el diario La Voz de México publicaron información que la vinculaba con el gobierno de Estados Unidos. Bajo el título “Un agente del FBI y de la Interpol en la Asociación de Escritores de México”, Sucesos publicó en 1966 que Cobb había sido expulsada de Cuba por colaborar con el FBI. En la nota es descubierta como una espía cuya fachada era la de intelectual al servicio de universidades estadounidenses.
Estas publicaciones provocaron que un funcionario de Gobernación la visitara en su casa y le indicara que, mientras saliera del país para renovar su pasaporte, no habría ningún problema con su estancia en México. En octubre del mismo año, firmaría su supuesta renuncia a la CIA. En sus expedientes, se justificó su ausencia durante las audiencias oficiales del asesinato de Kennedy en 1978, indicaron que “se había casado y cambiado de nombre a [Clarinda E. Sharp] Sharp”.

El libro A Woman I Know revela más: en 1974, Elena Garro –ya enemiga declarada de Cobb– volvió a encontrarse con ella en Nueva York, cuando Garro y su hija Helena Paz se autoexiliaron de México. En una carta desde Manhattan, Garro describe un comportamiento inquietante: Cobb llegaba a su departamento a las ocho de la mañana y no se iba hasta las tres de la madrugada, le llevaba gelatinas, besaba a su hija y, aprovechando la precariedad de las Garro en esa época, Cobb le ofrecía una línea telefónica gratuita, siempre y cuando estuviera a su nombre.
Incluso la llevó a una iglesia que proyectaba películas pornográficas. Garro terminó huyendo del lugar después de que Cobb le informara de la muerte de Eunice, a los 54 años en su departamento. El reporte oficial indica que habría muerto tras un suicidio por envenamiento.
Haverstick también investigó una tercera falsa identidad, la de Catherine Taaffe, supuestamente una espía con vínculos con Camilo Cienfuegos y el Che Guevara. Descrita por el FBI como una mujer de pelo castaño, treintañera y madre de seis hijos en Carolina del Sur, la documentalista rastrea que este personaje tiene su mayor periodo de actividad en los años cincuenta y que, coincidentemente, también sabía pilotar y había vivido en hoteles de La Habana y Nueva York.
Según testimonios, esta mujer fue descubierta por el gobierno cubano y castigada con una herida en forma del número 26, en referencia al 26 de julio, fecha de la Revolución cubana.
Otro de los pasajes más intrigantes es la posibilidad de que June o Jerrie –o ambas– hayan estado presentes el día del asesinato de John F. Kennedy en Dallas, Texas. Jerrie le confesó a Mary en sus entrevistas que el 22 de noviembre de 1963 pilotaba un avión de Miami a Dallas lleno de reporteros de la revista Life para cubrir el recorrido presidencial. Al llegar a la pista de aterrizaje se producía la noticia más importante del país. “Nadie salió del avión para cubrirla”. Haverstick cuestiona a Jerrie sobre ese preciso momento en el aeropuerto.
–¿Llegaste entonces con los periodistas y esperaron ahí y no fueron a Dallas? ¿Y luego se enteraron que había pasado algo… el magnicidio?
–Sí, estábamos ahí esperando, me preocupaba [que el avión presidencial tuviera prioridad y] que el espacio aéreo se cerrara [...].

–¿Cómo te enteraste que habían asesinado a Kennedy?
–Por la radio o alguien vino a decirnos.
–¿Recuerdas cómo supiste que el presidente Kennedy había sido baleado?
–No, no estoy segura.
Haverstick se pregunta cómo un grupo de reporteros pudo ignorar el crimen más importante del siglo.
Incluso, en uno de los momentos más insólitos, Mary sugiere que June y Jerrie Cobb podrían haber sido la misteriosa ‘Babushka Lady’, la mujer que fotografías y filmes registraron que antes y después del asesinato siguió de pie filmando en la Plaza Dealey con el rostro cubierto bajo una pañoleta. Su identidad sigue siendo un misterio. Como la de June.
La coartada perfecta entre la CIA y June Cobb
En medio de este laberinto de nombres y rostros que no se parecen y archivos, Mary Haverstick se convirtió en experta en espionaje, convencida de que la clave estaba en encontrar un testigo directo que pudiera distinguir entre June y Jerrie. Su investigación apunta a algo más grande que una confusión de identidades: un posible encubrimiento orquestado por la CIA para proteger a una de sus operadoras más eficaces.
Los documentos desclasificados por el gobierno de Estados Unidos –conocidos como los JFK Files– revelan una imagen cruda y sexista de la CIA. June Cobb fue despedida a los 40 años por la CIA, en 1966, señalada como “inestable emocionalmente, desgastada por su edad y por involucrarse afectivamente con sus objetivos”.
Los archivos detallan que su expulsión no respondió únicamente a razones operativas, también a criterios personales y de género: se cuestiona su edad –con el calificativo de shopworn, un término para describir productos deteriorados–, su apariencia física, su vida sentimental y una supuesta necesidad de atención masculina. Criterios que, según el propio tono de los reportes, no se aplicaban con igual dureza a los agentes varones.
La biografía redactada por la CIA asegura que Viola June Cobb nació en Ponca City, Oklahoma, en 1927, hija de un ingeniero y una ama de casa. Estudió Artes Liberales, hablaba español y comenzó a viajar por América Latina a finales de los años cuarenta. Ingresó a México en 1947 como turista y, para 1959, ya estaba trabajando con Celia Sánchez Manduley, una de las más cercanas colaboradoras de Fidel y quien la introdujo al círculo íntimo del gobierno de Cuba.

Si June y Jerrie fueran de verdad la misma persona, entonces su historia terminó en dos escenarios distintos: June, la espía, murió en un asilo de Nueva York el 17 de octubre de 2015 –según NBC News–, retirada sin dejar rastro. Jerrie, la pionera astronauta, falleció en su casa de Florida el 18 de marzo de 2019, tras una enfermedad que no ha sido aclarada.
Mientras Jerrie Cobb deslumbraba a Estados Unidos con sus hazañas y aspiraciones espaciales en las portadas más prestigiosas, June Cobb no tardó en convertirse en blanco de la prensa mexicana, que la expuso sin piedad como una espía del gobierno estadounidense; dos personas que reflejan cómo el poder de los medios puede construir héroes y desenmascarar sombras.
GSC