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  • Capitalismo criminal: los cárteles se reinventan con pólizas y seguros de vida

Los cárteles de la droga se transfomaron en empresas criminales que capitalizan la protección de comerciantes en "sus plazas" | Milenio

Los cárteles han convertido el derecho de piso en un sistema de seguros ilegal que cobra “primas” y otorga “protección”. Es la nueva lógica empresarial del crimen organizado.

DOMINGA.– Cada día 30 del mes, Rogelio C. cumple con un ritual doloroso. Se sienta en el comedor de su casa en Tuxpan, Veracruz, y esparce los billetes que le sobran luego de pagar el salario a sus dos empleados. Entonces, hace fajos que lo llenan de angustia: uno para la gasolina, otro para la despensa, el transporte, las tarjetas. Nunca son iguales. A veces salen más altos, a veces bajitos.

Sólo dos pilas de billetes siempre son iguales porque es prioridad pagar completo y a tiempo: la renta del local y “el seguro del negocio”. “¿Con qué empresa tienes tu seguro?”, le pregunto a Rogelio, heredero de una pequeña ferretería en el pueblo. Intuyo la respuesta. “La de todos por aquí: mi aseguradora se llama Cártel del Noreste”, responde con un gesto de obviedad.

Él prefiere llamarle así al pago mensual que envía al cártel rival del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Le da más tranquilidad que pronunciar “derecho de piso”. De ese modo siente que no participa en una cadena criminal que terminara en algún asesinato con balas que el cártel compró con su dinero. Decirle ‘seguro del negocio’ a esos 5 mil pesos mensuales lo hace sentir menos responsable del financiamiento a sus verdugos.

Organizaciones delictivas capitalizan la protección a dueños de negocios.
El pago de dicho 'cobro de piso' da protección a empresarios y emprendendores | Shutterstock

“Es que, pues sí, es un seguro”, dice convenciéndose a sí mismo y enumera las similitudes que encuentra. Al igual que una aseguradora legal, el Departamento de Seguros del Cártel, el DESEC le llamaremos, tiene ofertantes de pólizas que trabajan por una comisión. Suelen ser jóvenes –algunos, incluso adolescentes– que reciben un pago por llevar un papel con un número telefónico al dueño del negocio; enseguida, indican que debe hablar para comunicarse con el jefe de plaza, quien hace el cierre de la venta: pagas una prima aseguradora ilegal o quedas expuesto a daños.

Esa extorsión es la versión ilegal de una prima: tiene una cuota fija que se paga en un periodo específico de tiempo –los primeros o últimos días del mes, dice Rogelio– con una fecha límite y sanciones por incumplimiento que van escalando conforme avanza la moratoria: desde intereses hasta la desprotección del negocio que viene con un “fortuito” incendio o rapiña.

El monto suele fijarlo el DESEC bajo el criterio de capacidad de pago: dependerá del tamaño, número de empleados y ubicación del negocio.

“Las primeras veces, me mandaban un chamaco a recoger un sobre con dinero y se iba. Pero una vez me quisieron cobrar dos veces el mismo mes y hablé con el jefe [de plaza]. Desde entonces, me mandan al chamaco con una libreta. Yo la pago, él me anota y así nos evitamos la discusión de ‘me debes’. Ellos tienen su propia contabilidad”, me dice Rogelio, afiliado a la Coparmex de Veracruz y cuyo nombre real ha pedido que se omita por miedo al DESEC.
El Cártel Noreste capitaliza la protección en las plazas que controla
Dependiendo del tamaño y características del establecimiento se establece la cuota que pagan a los cárteles | Cuartoscuro

En el libro CJNG: El cártel más peligroso de México, el periodista holandés Chris Dalby narra cómo se ha sofisticado el derecho de piso en los últimos años: pasó de ser un cobro con monto arbitrario a tener una lógica empresarial. Según el analista, el CJNG exige a los alcaldes de sus bastiones que muestren los registros de pago de impuestos en la tesorería municipal; así saben cuáles son los ingresos de cada negocio y calculan cuánto deben cobrar para doblarlo sin quebrarlo.

Ese modelo casi matemático ha comenzado a ser replicado por otros cárteles bajo la lógica de que a nadie conviene un negocio cerrado que no aporta dinero.

Ningún banco me va a respaldar si me tiran balazos o me avientan una [bomba] molotov. Me mandan al carajo con sus cláusulas. En cambio, el jefe [de plaza] me respalda. Nadie me roba y el que se atreva se las ve con mi seguro”, dice con la calma de quien está respaldado por un contrato escrito en piedra, sólo que el suyo es verbal, con el Cártel del Noreste, conformado por exmiembros de Los Zetas.

Un “narcoseguro” sin garantías

La muerte de la maestra Irma Hernández expone el poder del crimen organizado y la falta de acción del gobierno estatal ante las extorsiones
El caso de la maestra Irma Hernández exhibió la dinámica de extorsión del crimen organizado en Veracruz | Especial

La materia prima con la que trabajan los seguros del crimen organizado es el terror. En cierta manera, lo mismo pasa con las aseguradoras legales. Extorsionados y no extorsionados pagan por miedo a perder su patrimonio, así que convierten el derecho de piso o la prima asegurada en un gasto fijo que genera certidumbre: ese pago garantiza el sustento familiar.

Con la guerra contra el narcotráfico, Rogelio C. cuenta que en Tuxpan ya pagaba una prima asegurada ilegal que se pagaba a Los Zetas entre 2010 y 2014; luego, por un breve tiempo, llegaron los agentes de seguros del CJNG. Y desde 2020 el mercado cayó en manos del Cártel del Noreste, gracias a grupos especializados como la Mafia Veracruzana.

Esos tres grupos criminales generaron en sus tiempos lo que los especialistas en finanzas llaman demonstration effect (efecto de demostración): un negocio adopta una práctica o servicio y los demás lo copian porque perciben ventajas para su crecimiento. En este caso, todos los negocios extorsionados de Tuxpan pagan al Cártel del Noreste porque hay un beneficio obvio para los empresarios: la protección no sólo contra la violencia, sino contra robos de madrugada, farderos de día o extorsiones de las autoridades.

“Si alguien te roba, le avisas al jefe y él resuelve. Si llega alguien del municipio y te dice que te va a cerrar porque te falta un permiso, le avisas al jefe. Si te van a subir la renta y no vas a poder pagar, le avisas al jefe. Pero también es al revés: si contratas a alguien nuevo, le avisas al jefe y la prima sube; si vas a expandirte, le avisas al jefe y te ajustan para arriba”, dice Rogelio C.

Además, se genera otro fenómeno financiero: “el efecto de permanencia”, es decir, el asegurado no cancela su póliza debido a las sanciones por interrumpir el contrato. En el caso de las aseguradoras, hay cláusulas de penalización por cancelación anticipada o la pérdida del dinero ya pagado como “prima no devuelta”. Si el empresario quiere contratar de nuevo el seguro, la empresa puede penalizarlo con primas más altas por cancelar la cobertura pasada.

El DESEC tiene sanciones a su modo: el más común es un castigo ejemplar que suele ser público –la quema del negocio, el secuestro de empleados a plena luz del día, la golpiza al dueño en horario laboral– y que puede llegar hasta la pérdida parcial o total del negocio. Además, se cancela de por vida la posibilidad de recontratación del servicio en un mercado monopolizado por el cártel: la única salida es cerrar el negocio o abandonar la plaza. Con estas penalizaciones tan altas, el porcentaje de “pólizas” canceladas es muy bajo.

El modelo funciona porque es escalable. Hoy el Cártel del Noreste está enfrentado con grupos criminales como Los Piñas que pretenden apoderarse del norte de Veracruz. Así que el derecho de piso se vuelve un modelo de negocios de crecimiento sostenible: entre más asegurados tenga el cártel, más bajo es el riesgo de quiebra y más sólida se vuelve la empresa para enfrentar a sus competidores que son igual o más sanguinarios que ellos.

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“Tampoco seamos ingenuos”, ataja Rogelio y chasquea la boca. “Muchas veces pagas y el cumplimiento de la póliza depende del jefe. Si le caes bien, te cumple; si está drogado o encabronado, te deja colgado. Pero eso pasa con todos los seguros. Uno nunca sabe si te van a cumplir”.

Dos semanas después de la conversación, un taller mecánico que está dos calles atrás de su ferretería se consumió con el fuego. La versión oficial es que un corto circuito se encontró accidentalmente con un bidón de gasolina. La historia que todos saben, y cuentan, es que el dueño se negó a pagar el aumento del seguro, porque el cártel no lo ayudó cuando una madrugada le robaron varias refacciones.

Sin pago, no hay cobertura. Y sin cobertura, todos los “accidentes” pueden suceder.

El “riesgo moral” de la póliza negra

Los cárteles cobran derecho de piso como si se tratara de un seguro de vida.
El pago del 'seguro criminal' facilita que negocios se diversifiquen a actividades criminales al saberse protegidos | Shutterstock
“Tú ves nuestra realidad con ojos de chilango y te indignas, pero tienes que entender la realidad de una zona pobre como el norte de Veracruz”, dice Rogelio, mientras sirve una taza de café jarocho. “Como empresario tienes todo en [la Ciudad de] México, pero muchos aquí no están bancarizados. Tienen un negocio pero no una tarjeta de crédito o acceso a un préstamo”.

Algunas aseguradoras incluyen con el pago la posibilidad de contratar un préstamo u obtener descuentos en nuevos tipos de pólizas, por ejemplo, para el auto o el desempleo. El DESEC también diversifica sus productos: al ser pagador del cártel, puedes obtener préstamos similares a los que ofrece un banco tradicional con cuotas fijas, beneficios por pago adelantado y la posibilidad de crecer el monto prestado en la siguiente ocasión, si liquidas a tiempo. El crimen organizado se transforma en una financiera opaca y sin regular, pero necesaria para muchos.

También se puede acceder a otros servicios con costo extra, como guardias privados, permiso para la venta en vía pública o acceso a mercados negros, es decir, tienes el derecho de añadir a tu negocio la venta de alcohol adulterado, tabaco de contrabando, vapeadores, maquinitas tragamonedas y más.

Ese también es un fenómeno económico y financiero que conocen bien las aseguradoras. Se llama moral hazard (riesgo moral) y se refiere al cambio de comportamiento de una persona o empresa que está protegida por un seguro: al sentirse cuidado, se asumen más riesgos.

En las empresas legales, por ejemplo, alguien que tiene un seguro de auto puede manejar más rápido sabiendo que cualquier abolladura será cubierta por la aseguradora. Con el cártel, el dueño de un bar que paga derecho de piso al Cártel del Noreste aceptará más fácilmente vender droga en su establecimiento. Asumirá ese peligro porque se sabe protegido ante las autoridades. Incluso, podría pensar que con las ganancias del narcomenudeo puede financiar el seguro del negocio.

Si otros empresarios lo siguen, el pueblo está condenado a vivir entre negocios sucios, lo que atrae violencia y disputas por la plaza. Luego vienen las alzas en desapariciones y asesinatos.

“Las terminales bancarias chiquitas, esas que parecen una calculadora, y que sirven para que el cliente pague con tarjeta de crédito o débito, también son un beneficio que te dan los jefes. Tú sabes que un negocio paga porque tiene una terminal bancaria chiquita. Así de simple”, se sincera el empresario veracruzano.

Y, claro, también hay recompensas para los “clientes” antiguos o que pagan a tiempo. El DESEC no ofrece promociones, descuentos de temporada ni rifas o sorteos; en cambio, puede prometer beneficios de lealtad que incluyen supuestos gastos funerarios, pensiones por viudez o medicinas gratis para los adultos mayores de la familia. Estas recompensas casi nunca se cumplen; sólo funcionan como un gancho.

“Estos cabrones ya no son los criminales de antes, tontos, silvestres, que no sabían sumar ni restar”, cuenta Rogelio, quien ya ha vaciado su segunda taza de café. “Esto es capitalismo puro y duro. Por eso te digo que yo no le digo derecho de piso. Yo pago un seguro del negocio, ¿ya me entendiste?”.


GSC/ATJ 

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Óscar Balderas
  • Óscar Balderas
  • Oscar Balderas es reportero en seguridad pública y crimen organizado. Escribe de cárteles, drogas, prisiones y justicia. Coapeño de nacimiento, pero benitojuarense por adopción.
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