
Solía llegar tarde a sus conciertos. La gente se desesperaba, pero le perdonaba la tardanza porque la recompensa musical era grandiosa, como relata Renato Mendonça en una reseña sobre una presentación en el que se prodigó durante tres horas. “En el intervalo entre un recuerdo y otro, João Gilberto mostraba por qué es el genio que puede sobrevivir al futuro. Derrochó originalidad, alternando ritmos, prolongando versos hasta casi atragantarse, transformando mediante casi un ritual la música popular recurriendo a canciones centradas entre las décadas de los 40 y los 60”.
La reseña es recogida en Amoroso: una biografía de João Gilberto (Libros del Kultrum, 2022), de Zuza Homem de Mello, que da cuenta de un fenómeno de la música popular del siglo XX. Desde su primer disco, Chega de Saudade, escribe el autor, “tuvo la capacidad de cambiar casi todo lo que se consideraba inquebrantable en la música brasileña. Con su capacidad de síntesis, como quien busca la esencia de cada canción, João entrega en sus interpretaciones una fluidez rítmica y melódica que nadie concebía que existiera”.
El musicólogo y periodista destaca su impacto en muchos otros músicos, pues al amparo de sus innovaciones “se formó una generación que presumía de la música brasileña, de la bossa nova”. Su influjo rebasó fronteras geográficas, sobre todo en Estados Unidos, donde el cantante Jon Hendricks, quien tradujo algunas de sus canciones al inglés, afirmó que “escucharlo fue una de las mejores clases de canto que recibí”.
La suavidad de su canto permanece, lo mismo que su maestría para crear melodías que dieron vida a canciones inmortales y a sus versiones insuperables de piezas de otros grandes. En un hermoso tributo, Homem de Mello afirma que por ser “extraordinariamente melodioso, el público puede entenderlo. Es sofisticado, pero su genialidad reside en aportar levedad a su música, en no intimidar. Los legos en la materia no se dan cuenta de sus disonancias y sus cromatismos, lo que sienten es que todo queda bien, que nada queda fuera de lugar”.