Sociedad

“I fink u freeky” homofóbico

Die Antwoord es probablemente de las bandas más interesantes que ha parido la segunda década del nuevo milenio. Su ensamble electrónico que combinaba de manera promiscua la entonación del rap con la velocidad del rave de la vieja escuela, casi pisando el acelerador hasta al gabbahouse (ese género del dance desquiciante por sus beats en constante infarto), disfrazados en alguna fantasía slasher, llegó en un momento en el que la electrónica de baile se enfrascaba en recalentar las partes más cariñosas del synth pop ochentero y la arrogancia indie proponía la melancolía artificial como estandarte progresista de la creatividad supuestamente independiente de las ambiciones de los grandes sellos discográficos. Con el tiempo, la mayoría de los autodenominados indies demostraron ser más imperialistas con todos esos mensajes subliminales de consumo responsable (pero consumo al fin) tan recurrentes como la necesidad de una raya de coca más que ni Mötley Crüe.

Die Antwoord sí que tuvo una actitud independiente cuando rechazaron el millón de dólares que les ofreció Interscope para su segundo disco a cambio de censurarlos tanto en sus letras, ofensivas y chocantes cuando menos, como en sus videos: “Los de Interscope querían ver el guión de nuestros videos para aprobarlo, quitar y poner cosas. Ahí supe que era el principio del fin”, le dijo el rapero Ninja a Dave Navarro en una entrevista para la Interview. También se negaron a ser teloneros para una gira de Lady Gaga, pues les cagaba sus superproducciones carentes de una personalidad contendiente y su activismo tan acartonado como los extravagantes vestidos que la llevaron a la inconmensurable fama, a la que también aspira Die Antwoord, pero sin eufemismos ni poses santurronas.

No me sorprende entonces la violenta homofobia del intimidante y larguirucho Ninja, y esa morra que lleva el fetiche de chica pin-up a la pesadilla, Yo-Landi Visser. La pareja heterosexual que encarna el escupitajo electrónico llamado Die Antwoord y que ha sido mala noticia en blogs musicales por un video en el que aparecen propinándole tremenda madriza a Andy Butler, en lo que al parecer es el backstage de un festival musical australiano del 2012, aunque el video se dio a conocer hace unas semanas. Butler es conocido en los circuitos de baile como Hercules and Love Affair, productor abiertamente gay que recicló el house clásico de Chicago para deleite del embrión millennial y héroe afeminado de las fiestas leather y queer de buena parte del mundo.

El inesperado video de Die Antwoord vuelve a demostrarnos que el combate contra la homofobia no ha logrado gran cosa fuera de los indignados llamados de atención dentro de las burbujas, en donde se plantea y discute su fatal impacto en nosotros. Como siempre, hombres activistas acicalados y temerosos de la realidad donde la homofobia camina a sus anchas, queriendo convencer mediante discursos de fragilidad desgastada en lugar de enfrentar, como sí lo hizo el Hercules por cierto. La secuencia de imágenes es estresante. A Yo-Landi se le ve poseída por un odio malignamente orgánico y Ninja parece empeñado en demostrar que su cara de matón no es un personaje o accesorio extravagante, corroborando que sus feroces espectáculos son un hecho de irritable franqueza compartida a 150 beats por minuto. La supuesta extravagancia de Die Antwoord responde a una peyorativa necesidad de ubicar su contexto e inspiración, que provienen de los barrios bajos de Sudáfrica, donde se sobrevive a la discriminación con las encías alertadas, sin tiempo para detenerse en los diagnósticos sociológicos. Como suelen ser los barrios bajos en realidad. Y a donde los conversatorios contra la homofobia nunca llegan. Sigo sin entender cómo el activismo gay no se ha dado cuenta que el autoconsumo de sus consignas no tiene efecto en el pavimento, como del que provienen los de Die Antwoord, aquel que sostiene la realidad sudafricana, donde la homofobia es tan intrínseca como los violentos tags de grafitis, la grasa de la comida callejera y las banderas de arcoíris no se izan con la misma militancia que otros barrios más decorados, ya sea por miedo o simple displicencia clasemediera.

Ninja ha salido a defenderse aclarando que el video ha sido editado con mala saña y que la madriza no fue por homofobia, sino para defender a Yo-Landi, pues Butler la habría incomodado en el baño, lo cual resulta poco creíble, puesto que Hercules and Love Affair es famoso por sus coqueteos con otros hombres durante sus presentaciones o DJ sets. En este caso, la misma honestidad que les hizo rechazar la oferta de Interscope juega en su contra y avalando la homofobia del dúo que han sido bajados de varios festivales próximos a ocurrir.

La homofobia sigue respirando por heridas del asfalto que pretendemos ignorar pintándolas de colores festivos, nos acecha como trampas para oso en la jungla urbana que suena a reggaetón deslactosado para los cobardes. Y no veo cómo los llamados a la tolerancia con métrica de spot publicitario o columnas como ésta puedan salvarnos. Homofobia que se está mimetizando diabólicamente con las causas progresistas gentrificadas y lo más aterrador: está haciendo música chingona. 


Twitter: @distorsiongay

stereowences@hotmail.com


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Wenceslao Bruciaga
  • Wenceslao Bruciaga
  • Periodista. Autor de los libros 'Funerales de hombres raros', 'Un amigo para la orgía del fin del mundo' y recientemente 'Pornografía para piromaníacos'. Desde 2006 publica la columna 'El Nuevo Orden' en Milenio.
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