La oposición derrotó la reforma eléctrica. Este es el más duro golpe propinado a López Obrador en lo que va de su sexenio.
Ante ello, Morena observa sin autocrítica. Atribuyen la derrota a Mario Delgado, a los supuestos sobornos de compañías energéticas internacionales y al gusto de la oposición “por traicionar al pueblo”.
No es así. Esta derrota se gestó dentro de Morena y por los errores de sus líderes. Si no cambian de estrategia, el camino para que el partido pierda la Presidencia en 2024 está abierto.
Morena es inflexible en sus posturas y no estuvo dispuesto a llegar a acuerdos de fondo con la oposición. Por el contrario, mintieron al decir que no era necesario incluir varios puntos del plan eléctrico de Va Por México en el dictamen porque ya estaban dentro de Ley de la Industria Eléctrica, y al tratar de utilizar un lenguaje legal tramposo que daba pie a otras interpretaciones.
Esa misma inflexibilidad existe dentro del partido. Los puros han expulsado a muchos de los principales negociadores de la 4T. Todas las reformas constitucionales de inicio del sexenio salieron de la mano de Ricardo Monreal, quien ahora ya no está dispuesto a fungir el papel de mediador ante un Morena que virtualmente lo ha desterrado.
Esta inflexibilidad contrasta con las ofertas que los grupos empresariales le han hecho a la oposición, específicamente al PRI. Los empresarios le vendieron a Alito Moreno, líder del PRI, la idea de que podría ser el candidato de la alianza PRI-PAN-PRD para 2024. El PRI piensa que esto será más redituable. Otras ofertas le han sido hechas a Monreal.
Para Alito Moreno el cálculo fue fácil: sabía que Morena no le ofrecía nada de fondo y que, aunque quisiera aliarse con Morena, no tendría el apoyo de los diputados priistas que trabajan para el empresariado, como Ildefonso Guajardo. No le podía entregar el PRI completo a Morena, y de hacerlo de manera parcial, Morena le daría muy poco a cambio.
A todo lo anterior hay que agregar que aprobar reformas tan radicales como la eléctrica al final del sexenio es difícil porque la lógica de 2024 comienza a imperar en todas las decisiones. Para los partidos opositores no-morenistas, aprobar las reformas de López Obrador supondría perder credibilidad ante sus electores y desaparecer.
Los reacomodos observados en la Cámara son parte de ello. El cambio de bancada del diputado Andrés Pintos, del PVEM a Movimiento Ciudadano, se explica porque Pintos sabe que Morena no ganará Nuevo León. Otros diputados, como Carlos Aysa, han comenzado a ver que en sus estados no tendrán futuro sin aliarse con Morena.
López Obrador siempre dijo que usaría los dos primeros años de su mandato para comenzar la transformación, los siguientes dos para radicalizar sus posturas y los últimos dos para pavimentar el camino de su sucesor. La pandemia retrasó su plan e hizo que la radicalización no comenzara en la segunda mitad de 2020, sino en la primera de 2022. A dos años de la elección presidencial ya no es tiempo para radicalizarse. El plan debe cambiar y debe ser crear un Morena flexible con sus posturas y negociador.
Un Morena conciliador hubiera sido capaz de negociar cambios necesarios a la reforma energética de Peña Nieto, sin polarizar con propuestas radicales. Hoy los ciudadanos perdimos.
Viri Ríos
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