Por Daniel Millán
El miércoles por la mañana, el canciller Marcelo Ebrard recibió, en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, un cargamento con 585 mil dosis de la vacuna de Pfizer. Con esta entrega, México superó la cifra de 30 millones de dosis de uno de los portafolios más diversos en el mundo.
Al momento de escribir esto, estaba por aterrizar un vuelo con 1.3 millones de dosis de la vacuna de AstraZeneca y la Universidad de Oxford. Con este cargamento, alcanzaremos casi 33 millones y medio de vacunas. Como lo mencionó ayer el canciller en la visita a la planta de Laboratorios Liomont, comenzamos la carrera para alcanzar la meta de 40 millones de dosis para el 1 de junio, y de 68 millones de dosis antes de que empiece julio. Y vamos a lograrlo. Hoy es el día en que hemos recibido la cifra más alta desde el inicio de la pandemia.
El camino para asegurar el abastecimiento de vacunas, trazado por el presidente de la República, empezó en abril del año pasado, y dio sus primeros frutos a finales de diciembre de 2020. Al principio, nos entusiasmamos con las fotos y videos de los primeros arribos. Eran apenas miles de dosis, pero eran también el principio del final de esta pandemia. En enero y febrero sufrimos cuando los ajustes en la planta de producción de Pfizer en Bélgica implicaron un retraso en las entregas a México y a otros países, pero, ante el reto, la diplomacia mexicana tocó todas las puertas y encontró opciones para asegurar la disponibilidad de vacunas en territorio nacional.
Afortunadamente, las entregas no solo se regularizaron, sino que se han acrecentado. A cinco meses de la primera llegada de vacunas a nuestro país, nos hemos acostumbrado a las noticias de los embarques —que ahora llegan con millones de dosis— y a las de la entrega de biológicos envasados en nuestro país, que ya suman más de cuatro millones y medio de vacunas.
Más allá de estas danzas de cifras, y del mar de fotos que atestiguan cada llegada, hay tres historias que recordar:
En primer lugar, que detrás del arribo de vacunas está el incansable trabajo de la diplomacia mexicana, siguiendo instrucciones del presidente Andrés Manuel López Obrador y bajo el liderazgo del canciller Marcelo Ebrard. El trabajo de decenas de diplomáticas y diplomáticos ha abierto puertas para nuestro país en todo el mundo.
En segundo lugar, que, ante el desafío, México no se ha limitado a comprar e importar vacunas, sino que ha buscado activamente construir capacidades internas para enfrentar no solo esta pandemia, sino los próximos retos de salud. Y en esto, las sólidas relaciones de cooperación internacional han sido cruciales.
Pero, sumado a lo anterior, la historia que es más importante es la de la dimensión humana: el principal objetivo de las vacunas es salvar vidas. Estas dosis que llegaron después de incontables llamadas, negociaciones y gestiones, se ponen ahora en brazos mexicanos y representan vidas salvadas.
La Cuarta Transformación del país ha implicado, indudablemente, una transformación en nuestra diplomacia: un giro de una actuación internacional por deber y por prestigio, a un ejercicio diplomático consciente de que su primera obligación está con México y con las personas mexicanas. Una diplomacia que, en el contexto de una pandemia, salva vidas.
* El autor es jefe de la Oficina del Secretario de Relaciones Exteriores.