En fechas recientes, varios proyectos con un impacto ecológico notable se han insinuado o abiertamente anunciado en el estado. La construcción de un viaducto sobre el río Santa Catarina, que dañaría los servicios ecológicos de este ecosistema; la de la presa Libertad, que generará afectaciones serias a comunidades de los municipios de China y Linares; los intentos de urbanización del Parque Nacional Cumbres de Monterrey o el acaparamiento de sus aguas; y la contaminación atmosférica de la industria pedrera o metalúrgica, son casos ilustrativos del daño irreversible que continúan causando la búsqueda de lucro económico a toda costa y el dominio sistemático de la naturaleza, considerada como una mercancía que cuesta poco y de la que se obtiene mucho.
Las acciones de los grandes empresarios del estado representan las amenazas más serias que enfrentamos los seres vivos que habitamos esta región del país. Los patriarcas que comandan, en contubernio con muchos funcionarios públicos, las relaciones desiguales y destructivas de la ecología en Nuevo León han puesto sus intereses por encima del bienestar de la población y del territorio norestense. Al ignorar los compromisos internacionales que el país ha suscrito para reducir su contribución a la crisis climática que experimentamos ya de forma irreversible, esta élite muestra la tendencia general que está llevando al mundo a la catástrofe social y ecológica. Porque no son las personas de a pie las responsables de la crisis, sino un pequeño grupo de hombres blancos y en extremo adinerados quienes continúan con el legado de un sistema que nos conduce aceleradamente a la ruina. De acuerdo con Oxfam, el 10% más rico de la población en el mundo produce la mitad del CO2 que se arroja a la atmósfera, mientras que el 50% más pobre solo genera el 10% de las emisiones contaminantes. Terminar con el agravio desmedido a la naturaleza y a las personas que poco contribuyen a la crisis es cuestión de poner bien el foco sobre los responsables.
MARCO ARANDA ANDRADE
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