Al inicio de la segunda mitad de la presente década, la población urbana a nivel mundial llegó al 51%, superando así a la población rural. Y de acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), antes del 2050 esta proporción podría llegar al 70-30. Para el caso de América del norte, la urbanización de la población es aún mayor. Actualmente es del 80% y podría llegar al 85% en los próximos años.
Ya existen más de 40 Megaciudades (ciudades con más de 10 millones de habitantes) en todo el mundo y parece ser que este fenómeno de urbanización no ha llegado a su pico más alto y continuará por al menos un par de décadas más. Ciudades como Tokio, Nueva York y Los Ángeles generan un Producto Interno Bruto (PIB) superior al de muchos países. En el listado de Global MetroMonitor elaborado a partir de los informes de Cambridge Economics, Moody’s Analytics y la Oficina de Censos de Estados Unidos acerca de las 300 ciudades con mayor PIB en el mundo aparecen tres mexicanas: la Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara.
De acuerdo a la socióloga y experta en urbanismo Saskia Sassen, las ciudades llegarán a ser más importantes que los Estados; y ejes como Washington-Nueva York-Chicago o Hong Kong-Shanghái-Pekín van a ser más importantes que los mismos Estados Unidos o China. Algunas ciudades y sus áreas metropolitanas han buscado en la especialización la oportunidad para destacar globalmente. Resulta evidente la competencia entre Madrid y Londres por distinguirse como la puerta de ingreso por vía aérea a Europa. Nueva York es reconocida como el centro de la economía global y las relaciones internacionales; de París, basta recordar su mote de “la ciudad luz” para significar su vocación cultural. En este orden de ideas, ¿Cuál sería la vocación de Guadalajara y su área metropolitana que le permitieran competir y destacarse globalmente?
En su historia, y gracias a su ubicación geográfica y condiciones sociales, ha sido punta de desarrollo nacional y puente comercial entre el Golfo y el Pacífico y entre el Sur y el Norte. En años recientes se le ha intentado posicionar como el “Sillicon Valley mexicano” en referencia a la instalación de empresas de alta tecnología como, Motorola, HP, Dell, Samsung, IBM e Intel.
Sin embargo, al momento de lanzar el concepto de “marca ciudad” en 2016, con la idea de promover ante la visión e inversión extranjera nuestra metrópoli, en lugar de promocionar sus fortalezas y potenciales, se limitó a hacer reminiscencias y evocaciones del folklore y la añoranza local de una ciudad pueblerina que solo existe en el imaginario centralista de nuestro país.
Es así que llegamos a los albores de la tercera década del siglo 21 sin un proyecto integral e integrador de innovadoras dinámicas urbanas.
Se infiere entonces que el tiempo sigue su curso y Jalisco no avanza. No existe evidencia de proyectos estratégicos que determinen el rumbo, nada indica la dirección y damos tumbos sin sentido hacia ningún lugar. A la fecha no tenemos noticias respecto a la elaboración de una ruta estratégica y los procesos de planeación eficaz relumbran por su ausencia. Tiempo ha propusimos la urgente necesidad de crear una instancia que tuviera a su cargo la generación de las políticas para sustentar el crecimiento cuantitativo que posibilitara garantir el desarrollo cualitativo del Estado en función de la gente, es decir, sobre el modelo basado en el Desarrollo Orientado a las Personas.
Hoy por hoy, nos dirigimos a ralentizar los procedimientos de gestión de la eficacia funcional en las metrópolis al interior de la geografía estatal, esto quiere decir que, en materia de movilidad, una vez más se han confundido los conceptos y se han equivocado las acciones. No se ha terminado de comprender que la movilidad es un tópico que demanda la puesta en escena de nuestras más altas capacidades de negociación para construir, en conjunto, estrategias que sean favorables para todos los actores involucrados en los desplazamientos citadinos. La movilidad es un concepto superior que comprende la exigencia por encontrar soluciones integrales e integradoras que deben incluir todas las demandas y todas las miradas.
Con sustento en lo dicho, huelga decir que las instancias a cargo de la planeación en la metrópoli capital -o aun en las del interior o, más allá, de toda la geografía estatal- no están cumpliendo con su causa eficiente. El IMEPLAN está distraído y ajeno a su función primordial y se encuentra más interesado en procesos superficiales que no ofrecen soluciones de fondo. Asimismo, se requiere crear una entidad a cargo de la planeación estatal eficaz.
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