Sociedad

La amenaza del librepensamiento

Cuenta la historia que un oscuro (y olvidado) juez de la Revolución francesa declaró “La République n’a pas besoin de savants ni de chimistes; le cours de la justice ne peut être suspendu”(La República no necesita sabios ni químicos; no puede interrumpirse el curso de la justicia), luego de dictar la sentencia de muerte a Antoine de Lavoisier, genio científico de su época.

La polémica reciente surgida por la acusación –excesiva desde donde quiera verse– a un grupo de 31 académicos e investigadores de crimen organizado, lavado de dinero y operaciones con recursos ilícitos, pareciera un eco de esa frase enunciada en mayo de 1794.

Pero también ese eco resuena en la invitación que hizo el presidente a “rescatar a las universidades de las mafias que las dominan” (que recuerda, y mucho, al llamado que hizo Mao Zedong a los jóvenes de defender a la revolución cultural “con sangre y vida”) o en la censura que Conacyt impone a la libre expresión de los investigadores miembros del programa “Investigadoras e investigadores por México” (antes conocido como “Cátedras Conacyt”).

Acción de supresión del librepensamiento aplicada recientemente con la destitución de Alejandro Madrazo Lajous, exdirector del CIDE región centro, precisamente por publicar un video en donde defendía a los jóvenes investigadores del programa cátedras y solicitaba para ellos estabilidad laboral.

Y muchos más casos, como el ocurrido en la mañana del 29 de junio pasado, cuando con la fuerza de las armas el gobierno de Miguel Barbosa tomó el campus de la Universidad de las Américas Puebla (que cumple ya más de cien días secuestrado).

En un país en donde delincuentes de cuello blanco disfrutan tranquilos de la impunidad, o del fuero, y en donde verdaderos criminales reciben el beneficio de la duda presidencial (“No los acusen. Primero hay que averiguar”), la persecución al librepensamiento pareciera una novela de realismo fantástico que ni Gabriel García Márquez imaginó en sus obras literarias.

Pareciera que el gobierno ve con malos ojos a quien señala de forma crítica y fundamentada sus errores y abusos, mientras protege a quienes asienten dócilmente a sus acciones, sin mediar en ello conciencia o reflexión. La confrontación de facto entre el Conacyt y la comunidad de investigadores, derivada de iniciativas no consultadas que menoscaban la libertad de investigación, que discriminan a quienes trabajamos en el sector privado, y los recortes en programas de investigación y de becas, es ya insalvable.

Solo si uno comulga con la ideología dominante, hay recompensas: becas millonarias otorgadas por tener los apellidos correctos; distinciones en el máximo nivel del Sistema Nacional de Investigadores a cambio de pequeños favores; asignación de recursos para proyectos de investigación sin molestas convocatorias.

Porque para eso se tiene el poder y no para andar preguntándole a la gente. Mientras tanto, el presupuesto se contrae, los jóvenes –y los que pueden– huyen del país en busca de mejores oportunidades y la comunidad de investigadores se divide entre los que ven en todo lo anterior un “acto de justicia vengadora” y quienes, como la cabeza de Lavoisier, mantienen los ojos abiertos luego de ser cercenados, por unos minutos antes de cerrar los ojos, ojalá y no de forma permanente.

Miguel A. Méndez-Rojas

@nanoprofe


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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