Nuevo León se ha caracterizado en los últimos años por una alta competencia criminal, un factor que explica buena parte de la violencia observada en la entidad. Las dinámicas delictivas no pueden entenderse sin considerar el enfrentamiento entre el Cártel del Noreste (CDN) y las facciones del otrora Cártel de Sinaloa que operan en el estado. Tampoco pueden analizarse sin atender el fortalecimiento de grupos locales como Los Rodos o Los Billys, que han conseguido afianzarse en amplias zonas del Área Metropolitana. Y, por supuesto, comprender el problema exige evaluar la actuación –y la omisión– de las autoridades frente a este escenario de competencia criminal.
La complejidad del panorama refleja una diversidad de intereses. El Cártel del Noreste, con base en Nuevo Laredo, prioriza impedir la entrada de grupos rivales –como el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y facciones del otrora Cártel de Sinaloa– a la frontera entre los dos Laredos, además de mantener el control del corredor del huachicol en el norte de la Zona Metropolitana, una de sus principales fuentes de ingresos. A diferencia de otros grupos, el narcomenudeo dentro del Área Metropolitana no parece ser su foco principal.
En contraste, las facciones vinculadas al otrora Cártel de Sinaloa concentran esfuerzos en el narcomenudeo local, particularmente en la venta de drogas sintéticas como el cristal. Buscan también consolidar su presencia en San Pedro Garza García, municipio donde los Beltrán Leyva mantuvieron durante años un monopolio criminal. Por su parte, el CJNG intenta expandir su presencia en la entidad y asegurar una ruta hacia Reynosa para el tránsito de fentanilo y otras drogas sintéticas. La alianza con El Primito, líder de Los Metros en Reynosa, les abrió acceso a la frontera noreste y ahora intentan capitalizar esa ventaja estratégica.
Pero los grandes cárteles no son los únicos actores relevantes. Grupos locales como Los Rodos –con base en Juárez– y Los Billys –originados en Santa Catarina– han incrementado de manera significativa su presencia en varias zonas del Área Metropolitana, operando mercados de narcomenudeo y otras actividades ilícitas. A ello se suma la presencia de facciones del Cártel del Golfo, que buscan controlar los accesos entre Nuevo León y Tamaulipas. No es casual la actividad constante de grupos tamaulipecos en municipios como Doctor Coss, China o General Bravo.
Mientras todo esto ocurre, algunas autoridades parecen víctimas de su propia descoordinación; otras, simplemente, actúan como si fueran cómplices. La millonaria inversión en Black Hawks y Black Mambas no se refleja en mejoras sustantivas en los indicadores de seguridad. Sin estrategia coordinada, sin prioridades claras y sin instituciones locales fortalecidas, el Estado difícilmente podrá mejorar los resultados en seguridad.
José Andrés Sumano Rodríguez*
*Programa Investigadores por México Secihti-El Colef
*Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien escribe. No representa un posicionamiento de El Colegio de la Frontera Norte