El avance de la ciencia no sólo se da en torno a las nuevas tecnologías; sino también en el estudio del cuerpo, del sistema nervioso y en espacial del cerebro que permite predecir el comportamiento social de los ciudadanos. Francis Smitt, del Massachusetts Institute of Technology inició con los estudios del cerebro, pero con una visión multidisciplinaria. No sólo médica y comenzó lo que ha sido llamado la neuropolítica.
Esta nueva disciplina que une a la ciencia política con estudio de los procesos químicos y biológicos que se producen en el cerebro, busca analizar las manifestaciones humanas en torno a un fenómeno. Es decir, conocer los efectos que tienen los acontecimientos sociales en la respuesta del organismo, que puede traducirse en la comunicación verbal y en la expresión facial o del cuerpo.
Los pensamientos son difíciles de medir, evaluar y analizar. Pero a través de la respuesta que produce el cuerpo ante un estímulo verbal, visual o físico; es posible analizar la respuesta humana. La neurociencia como factor explicativo de la conducta empujó también la construcción del neuromarketing y promovió el avance en su utilización para las campañas electorales. Incluso hay una sobrevaloración de la explicación médica a las reacciones sociales que se producen en un proceso electoral.
Lo cierto es que actualmente a través de las cámaras de video es posible el reconocimiento facial que lleva al análisis de nuestros rasgos fisiológicos; pero más que eso, sobre nuestras emociones. En Australia, durante la pandemia de covid-19, la policía utilizó el reconocimiento facial para identificar a las personas contagiadas con el virus, para evitar que salieran a la calle y propagaran el virus.
Pero con este ejemplo, podemos abrir el debate sobre el alcance que tiene el reconocimiento facial en el estudio de las actitudes simpatías de los ciudadanos hacia los políticos. Con los atentados de 2001 en Estados Unidos, todos los aeropuertos tienen mecanismos de reconocimiento facial, no solo para revisar el estatus migratorio, sino para establecer patrones de comportamiento social.
Asimismo, a partir del análisis de las microemociones, se pueden medir los músculos de la cara y alertar sobre emociones como la felicidad, miedo o enfado en el discurso que producen los políticos. Actualmente no sólo se analizan los comerciales o spots de gobierno, sino también los videos que se difunden en internet. A partir del Emotion Research Lab que se ha instalado en varios países incluyendo México para suplantar las encuestas. Porque en los sondeos de opinión no siempre los ciudadanos dicen la verdad. Pero el cuerpo no miente, las micro expresiones son más reveladoras que una encuesta.
Los 169 músculos de la cara pueden ser analizados por las computadoras que van tomando registro de cada movimiento en el rostro. Entramos en una nueva dimensión del análisis de las preferencias electorales, donde controlar nuestras manifestaciones corporales es casi imposible.
El debate en torno a estos nuevos instrumentos para el análisis de la comunicación política nos coloca en un dilema ético porque las nuevas tecnologías están siendo cada vez más invasivas en torno a la intimidad. Esperemos abrir un debate en torno al uso legal de estas tecnologías y a comprender los alcances que puede tener en la democracia.
José Luis Estrada